Facetas


Es mejor ser rico que pobre

CRISTIAN AGÁMEZ PÁJARO

23 de septiembre de 2018 12:30 AM

Cartagena sigue una de las ciudades del pais con los mayores niveles de pobreza. Según la última Encuesta de Calidad de Vida de Cartagena Cómo Vamos 2017, en materia de pobreza, el 27 % del total de la población se encuentra en esta condición. Es decir, de 100 cartageneros,  27 están sobreviviendo con 8 mil pesos diarios para satisfacer sus necesidades básicas de vivienda, de alimentación, de recreación etc.

Dos extremos

Pero... ¿y cómo viven la vida dos jóvenes que están en estos extremos opuestos de pobreza y riquesa? Si le preguntamos a *Ricardo, responderá que ha sido afortunado. Aunque su familia siempre ha estado vinculada a la Heroica y venían en vacaciones a un hotel cinco estrellas, fue a los 14 años que llegó a vivir aquí definitivamente, a una hermosa casa que sus papás compraron en un condominio en la Vía del Mar. Él, contará que, por cinco meses, junto a su hermana, recibió clases de inglés personalizadas para ingresar a un colegio privado y prestigioso de Cartagena, donde además necesitaba una carta de recomendación de otros padres de familia para ser aceptado, y que sus papás pagaran una mensualidad que supera el millón de pesos.

“Fue algo completamente diferente al colegio donde estudiaba antes. Estas instalaciones tenían canchas de todo, de fútbol, de básquet, de béisbol. Los salones con aire acondicionado, video beam. Los profesores dan las clases con diapositivas, podían poner videos, también estaba el hecho de que todas las clases eran en inglés y los docentes eran gringos, tienen una forma diferente de enseñar, que da algo de motivación”, recuerda. A él, le gustaba jugar tenis y lo hacía en la cancha de su conjunto residencial.

A los 14 años John, en el otro extremo de esta historia, por fin había encontrado un equipo de fútbol y un lugar fijo donde practicar, en Villa Rosita. “De niño era bastante travieso, pero gracias a Dios, con la ayuda de mi abuela, salí adelante, con el apoyo de ella sola, no tuve el apoyo de mi papá o de mi mamá. En el barrio, en Olaya Herrera, había mucha delincuencia pero no se me dio por ir por esos caminos”, narra. Estudió en un colegio pequeño, funcionaba en una vivienda y llegaba hasta séptimo grado. Luego se pasó a Fe y Alegría Las Américas. “Era más exigente, fue un poco pesado el cambio. A veces no quería ir porque me sentía mal.

“Mi vida siempre fue el deporte, porque me gustaba el fútbol, en el barrio no había cancha, jugábamos en la calle o nos íbamos para las gaviotas. Con ese equipo viajé a varios pueblos, a Bogotá y después a Medellín. Muy linda esa experiencia, quería ser futbolista, mis sueños eran esos, pero aquí me tiene el destino”, recuerda.

El grado

“Cuando le dije a mis amigos que me iba a estudiar a otro colegio, me decían que esa gente del nuevo colegio era bien pupi, bien creída, que no tocan el piso, sino que flotan. Y sí, hay gente que es bastante creída, no te lo voy a negar, pero la mayoría era normal, o sea, hay unos estereotipos ahí que la gente exagera”, recuerda Ricardo sobre su llegada a la exclusiva institución de Cartagena.

A sus 14 años sus planes “todavía eran muy sanos, como ir a comer, a cine, uno que otro fin de semana, ir a la Cholón o a la isla de alguien a pasar el día. A pasear en lancha, a piscina. Yo nunca fui de tomar, pero cuando entré en ese colegio había muchos quinceañeros, había unas fiestas que los papás se gastaban un poco de plata en eso. En el Club llevaban a artistas conocidos, me acuerdo que fui a una fiesta donde llevaron a Nicky Jam, la canción esa ‘Voy a beber’, estaba en su momento.

“El colegio, todos los años hace una excursión y me acuerdo que hubo un año que nos fuimos al Amazonas, estuvimos allá cuatro días, en un resort, bueno no era tan resort. Fue una experiencia increíble (...) La fiesta de mi grado fue muy bacana, en ese colegio las fiestas de grado son en grande, durante todo el año se hacen actividades y se recolecta dinero, al final con lo que recoge se hace una gran fiesta. Hubo barra libre y toda vaina”, dice sobre esa, que fue una noche especial.

John, por su parte, no puede olvidar su grado. No fue para nada una fecha agradable, porque en su familia hubo luto y dolor. “Esa es una experiencia que nada más se vive una sola vez, pero hubo un inconveniente, unos días antes de mi grado, mataron a un primo mío en Olaya. Él tenía a penas diez años, murió en medio de una pelea de pandillas, eso fue un 7 de diciembre y yo me graduaba el 9, no hubo celebración, solo asistí a la ceremonia y no hicimos fiesta ni nada, como yo esperaba”, cuenta.

Cinco veces

A John lo abandonó su mamá cuando apenas tenía dos meses. Lo dejó en brazos de su abuela paterna, Betty, en el sector Progreso de Olaya Herrera. Quiso seguir su carrera en el fútbol, al graduarse de bachiller, pero otras obligaciones consumieron su tiempo. “Empecé a trabajar repartiendo carne en una empresa de Fredonia. El muchacho llegaba siempre en el camión, me hice amigo de él y un día le dije que me diera trabajo. Ese trabajo me ayudó para ayudar a mi abuela y para los pasajes porque después empecé a estudiar en el Sena”, explica.

¿Fue fácil entrar en el Sena?

-No. Cinco veces me inscribí, a la quinta fue que pasé, en topografía, me gustaba más esa carrera, es linda, se aprende cada día más cosas buenas. También me había presentado en mecánica y en gestión portuaria. Y, curiosamente, al tiempo había pasado en la Escuela Taller para estudiar pintura, pero me decidí por topografía. Trabajaba de 6 a. m. a mediodía y estudiaba de 1 a 4 de la tarde. Ahí empecé a dejar el deporte”.

John me cuenta que su barrio, su sector, es de los menos violentos entre los violentos, que hay muchachos humildes, “pero también muchos jóvenes que estudian mucho y quieren salir adelante”.

Asimismo, Ricardo me cuenta que escogió economía, porque pensó se trataba de una combinación de historia y matemáticas. En su colegio, a los estudiantes los llevan a una excursión a Bogotá, para que conozcan las universidades de la capital y esto les sirve para saber en cuál quieren estudiar. Sin embargo, él se decidió por una privada en Barranquilla.

“Cuando me gradué me fui a vivir a un apartamento en Barranquilla, mis papás me ayudaron mucho porque me regalaron un carro de grado. Osea, yo pagué una parte del carro con ahorros que tenía de toda la vida, no es que me guste andar comprando cosas, así que la plata que me regalaban de cumpleaños yo la guardaba. Con un carro era muy fácil estudiar”, relata. En la universidad aplicó a una beca por su alto puntaje en el Icfes y no pagó su primer semestre. Y, estudiando esa carrera, descubrió que quería ser escritor, una vez se graduara de economista. Sus padres, lo apoyaron.

Más oportunidades

Tanto Ricardo como John hoy tienen 22 años. Ricardo está en Estados Unidos, donde consiguió un beca para estudiar una maestría literatura y trabaja dando clases de español. Aunque han tenido vidas tan diferentes los dos coinciden en algo: “El hecho de que yo esté ahora mismo aquí, haciendo la maestría, es gracias al hecho de que aprendí inglés, que me metieron a ese colegio, conocí a un profesor que me ayudó mucho a mejorar mis escritura. Entonces, todo eso tiene una parte económica obviamente, el hecho de tú tener una estabilidad te ayuda a enfocarte más en otras cosas, si no tienes que preocuparte por qué vas a comer o por pagar la matrícula, puedes concéntrate más en estudiar. Con todo y eso conocí personas en mi colegio que eran unas lacras, que no aprovechaban las oportunidades. Pero el hecho es que yo las tuve y yo creo que el 90 por ciento en Cartagena no las tiene”, asegura Ricardo.

“En estos momentos estoy ejerciendo mi carrera, en una construcción, me gano millón 100 mil pesos, sin prestaciones. Tengo una bebé de cinco meses. Creo que no todos tienen las mismas oportunidades, diría que a las personas que nacen con familias más acomodadas que otras se le hace más fácil conseguir trabajo. He conocido compañeros míos que es la hora y todavía no han podido laborar. En mi barrio hay unos que están laborando, otros que están en pandillas”, afirma John y asegura todo en la vida es cuestión de tener ganas y luchar, pero también de oportunidades.

*Nombres cambiados.

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