Facetas


Hay magia en el museo de las muñecas de Cartagena

En El Cabrero abrirá sus puertas el museo ‘Un Momento de Fantasía’, con casi 600 muñecas de distintas partes del mundo.

“Oh, mira esta... y mira esta otra”...

“¡Qué bella, esa de pelo negro tiene los ojos hermosos!”

Cada muñeca que vemos es más bonita que la anterior. Algunas son morenas, otras blancas con las mejillas rosadas, otras asiáticas. Están perfectamente peinadas, bien vestidas e impecables. Un par de ellas reposan juntas y parece que se contaran secretos. También hay muñecos, están tocando instrumentos musicales o solo sentados, recibiendo cada elogio.

El ambiente no puede ser más agradable. Huele a lavanda y la música clásica que suena al fondo les da a los juguetes un aire aristocrático. Hace años, jugaron con ellos, los bañaron, los vistieron o solo los pusieron en estantes.

Hoy, las 540 figuras hacen parte del primer museo de muñecas de Cartagena ‘Un Momento de Fantasía’, en el barrio El Cabrero, el único en Colombia y el sueño de Socorro Gómez de París, su fundadora.

“Todo esto empezó antes de que yo naciera. Vengo de una familia de muñequeras, de hecho, tengo aquí una muñeca de mi bisabuela. Mi madre murió con una debajo del brazo”, cuenta. Al nacer, la esperaba una Shirley Temple de 1938. “Toda mi vida recibí muñecas, desde cumpleaños hasta navidades”.

Socorrito, como la llaman de cariño, parece una muñeca, incluso, tiene unas largas pestañas y dan ganas de abrazarla.

“Yo amo, amé a mis hijos. Es rico acunar un bebé en los brazos. Es rico tejerles, aquí todo lo que es tejido lo he hecho. Todavía hablo y juego con mis muñecas, claro. No sé cómo decirte cuál es la raíz de todo esto, pero debe ser que amo todo lo que representa a un niño”, dice.

Como si se adentrara en el pasado, Socorrito me cuenta más sobre este mundo.

“Muñecas ha habido siempre, desde la antigüedad. Las han encontrado en las tumbas de los faraones, en las de los chibchas. En cuanto a materiales, según la época, las hay desde tusa de paja con la cáscara de la mazorca, hasta porcelana, que es de lo que están hechas la mayoría. A finales del siglo XIX y principios del XX, se hacían de porcelana con el cuerpo en composición de aserrín, cola y yeso. La cara siempre era en porcelana de biscuit francesa, que pedía Alemania para armarlas en su país. Hasta la Segunda Guerra Mundial habían grandes fábricas, pero fueron bombardeadas.

“También hay muñecas de cartón prensado como esa que ves ahí (no le parece muy bonita) y otros muñecos de composition. Después de la guerra llegó un material llamado celuloide y, en Italia, nació la llamada piel de tortuga, que es un celuloide más fuerte. Como esos materiales son muy combustibles, no volvieron a hacer figuras de ese tipo”.

El visitante verá muñecas francesas de Leon Casimur Bru, Francois Jumeau, Schmitt Et fils, Francois Gaultier, y alemanas de Armaend Marseille, Los Hermanos Heubach, Simon & Halbig, o Kammer & Reinhardt. También las hay hechas en Colombia, España, Estados Unidos, Uruguay y China.

“Aquí tengo una muñeca colombiana de 1911, hecha en una fábrica que había en esa época en Mosquera, Cundinamarca. No tiene la belleza de las alemanas, pero la calidad es muy buena”, destaca.

Para la Casa del Niño

El único fin de este nuevo museo es recolectar fondos para la Casa del Niño, que para Socorro, (quien nació en Bogotá pero ama esta ciudad) es “lo más grandioso, que tiene Cartagena. Eliana mi asistente me oía cuando decía que quería ayudar a niños con cáncer. Ella, que trabajó en la Casa del Niño, me llevó y allá me recibieron las monjitas, el doctor Jaime Trucco y Teresita Román. Para mí es un orgullo que ellos me digan que reciben mi aporte”.

¡Hay muñecas que tienen hasta 400 años de antigüedad! Señala el hermoso ejemplar alemán del año 1830 de su bisabuela. “Era de cuando empezaba este tipo de porcelana, luego pasaron a la porcelana biscuit”.

La colección es propia, de la familia y de su hija Natalia (QEPD). Está compuesta además por un amplio mobiliario: coches de bebés, cunas, cocinetas, mecedoras... y una enorme casa de muñecas que es restaurada por sus amigas.

“Ayudamos en el proceso de acicalamiento de ‘las niñas’, lavándolas, limpiándolas, les planchamos el cabello, incluso tienen extensiones de pelo natural. Yo nunca jugué con muñecas, pero aquí estoy, quemando una etapa”, dice riendo Tania Haiek, gran amiga de Socorrito. Ella está pegando unas pequeñas cortinas blancas.

Iris Castillo, arquitecta, también restaura la hermosa casa de muñecas que se ha adquirido para este museo. “La hemos raspado y pintado. Está deteriorada pero tratamos de conservar los detalles de la época. Es una casita victoriana con 9 ambientes, tiene tres dormitorios, un cuarto de niños, baño, sala de estar y hasta un piano de cola”, describe.

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La idea del museo surgió hace años en Santa Marta, debido a una exposición que Socorrito hizo buscando fondos para la catedral.

“Cuando vine a Cartagena, una amiga (Luchi) me dijo que se iba a llevar almuerzos a las mamás de los niños con cáncer y que muchas veces esa era su única comida. Yo pensé en armar un museo para una catedral que ya habíamos arreglado, pero entonces quise abrir uno en Cartagena para los niños con cáncer, porque si yo sufrí y todavía sufro con la muerte de mi hija, teniendo todo gracias a Dios... a mis hijos, mi apoyo, ¿Cómo sufre una mujer que no tiene ni para un almuerzo? No podía guardarme esto para mí y así empezamos”.

Socorrito dice, incluso, que la virgen del Perpetuo Socorro le indicó en El Cabrero la casa en la que estaría este proyecto, bautizado ‘Un Momento de Fantasía”.

“Al visitar nuestro museo, el adulto se preguntará qué ha hecho con su vida y con todas las oportunidades que ha tenido... debería salir de la exposición con el alma grande, cambiada y la convicción de ver el mundo con amor y ternura”.

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