Facetas


La Cartagena que representan nuestras reinas de la Independencia

CINDY ORTIZ ESCOBAR

28 de octubre de 2018 12:32 AM

“¿Cuáles crees que son los principales problemas de tu sector?”, le pregunté a la reina. Sonaron dos balazos.

Era agosto de 2015 y jamás lo olvidaré, fue en el sector San Bernardo de Asís, en las faldas de La Popa. ¿Balazos? ¡Dios mío!, pensaba yo, mientras caminaba hacia la sala de una casa humilde con la adrenalina a punto de salirme por los ojos y recibía el vaso de agua que me traía la comitiva de aquella candidata del Reinado de la Independencia, creo que de ser necesario esos diez colaboradores se hubieran convertido en paramédicos, con tal de apoyarla. La entrevista llevaba unos seis minutos y la hermosa morena ni siquiera tuvo que abrir la boca para responder la pregunta inicial: “Debe ser el sepelio de algún pandillero, porque siempre se pone la cosa así. Nosotros ya tenemos claro dónde protegernos”, le escuché decir a alguien.

No sé cómo lo lograron pero de tanta agua y de tanto hablar, calmaron mis nervios, y entonces entendí que cada palabra del siguiente adagio local es cierta: “Las reinas sin comitiva, no son nada”.

Ser periodista de farándula suena a paseo, pero tiene su ciencia. He cubierto esa fuente en Qhubo durante los últimos cuatro años, y ya perdí la cuenta de los rincones de Cartagena que he pisado buscando a las reinas: ¿Qué le gusta? ¿Por qué es reina? ¿Qué es lo mejor del barrio? ¿Cuál es el problema que ya no aguantan más? Los lectores quieren saber todo y hay que preguntar todo.

Este tiempo ha servido para entender varias cosas y la primera es que hablar de reinas en Cartagena es sinónimo de intensas pasiones, algo muy similar a las emociones que despierta un deporte como el fútbol: varias luchan por un trofeo, en este caso la corona; invierten bastante tiempo en su preparación y, lo que es más importante: detrás de cada una de estas soñadoras -porque eso son las reinas-, hay una gran hinchada que procura cumplir con todo lo que su candidata necesite, incluso se pelea por ellas contra quien se atreva a mencionar la más inofensiva crítica.

Esas ‘hinchadas’ fueron bautizadas en este medio como ‘Comitivas’ y están conformadas oficialmente por 20 personas, así lo estableció en su reglamento el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena de Indias, que organiza las Fiestas, pero fue en el exhaustivo y muy entretenido recorrido de 2018 por los 35 sectores que participan en esta edición del Reinado de la Independencia, donde me encontré con comitivas de hasta más de 40 personas, increíble, ¿no?

Aunque para algunos no es el mismo de hace algunos años, el poder de los reinados en los sectores más populares de la ciudad es inmenso. Muchos cartageneros admiramos, respetamos, amamos y nos deslumbramos con estas valientes mujeres, que se convierten para sus comunidades en el pretexto  perfecto para alejarse de una cotidianidad dura, marcada en la mayoría de veces por la pobreza y la inseguridad.

Un acontecimiento en el barrio
¿Que por qué recorro la ciudad buscando las reinas? Porque Qhubo, año tras año, las visita, las conoce y se las presenta a los cartageneros. Recuerdo que en los primeros recorridos, había siempre carteleras. Después, ya no eran solo carteleras, sino globos, muchos globos y recortes de periódicos. Ahora, se mandan a hacer camisetas, invitan a papayeras, mandan a hacer pendones con fotos de las reinas, hay cuatro golpes, buscapiés, serpentinas, grupos de danza de todos los estilos y edades, y más. Todo eso es fruto del esfuerzo, de comunidades que parecen no cansarse hasta conseguir un solo fin: dejar a su reina en lo más alto, para que el periódico la describa con las mejores palabras en sus páginas. El Reinado de la Independencia une.

Pienso ahora en la parte de ‘El buscapié’, la canción que no perdona noviembre en Cartagena, que dice “Las reinas en su carrozas y todo el mundo sale a vé, ellas lucen muy hermosas”, y digo que ni la carroza, ni los disfraces son necesarios porque a cualquier hora y hasta a pie, los vecinos detienen sus actividades para saludar y fotografiarse con sus representantes, en especial las comitivas que tienen el compromiso de acompañar casi que incondicionalmente a sus candidatas.

Este año, Olaya, sector La Magdalena, fue el primer barrio en abrirme sus puertas. Recuerdo que eran las 9:30 de la mañana, y el sol esta opaco. Las nubes anunciaban que un aguacero estaba por caer, pero ni siquiera eso desanimó a la comitiva: un ‘ejército’ de 15 personas con camisetas azules nos sorprendía (a mí, al fotógrafo y al conductor) pero con una lluvia de aplausos por nuestra llegada al barrio. La escena se repitió en cada uno de los sectores que visitamos, quizá cambiaron los colores, pero el amor siempre estuvo desde las playas de Marbella hasta las olvidadas calles de Pasacaballos, el único corregimiento que participa en esta edición del Reinado.

Y hablando de amor, dicen que ‘a la gente se le conquista por el estómago’ y parece que en Cartagena es un mandamiento: ¿ya dije que en cada barrio me daban más comida que en el anterior?

Con gusto, admito que subí unos kilos más y todo por no poderme resistir a los fritos, pudines, gaseosas, pasteles, sopas y hasta arroces especiales que prepararon para agasajarme.

En medio de la escasez, que en algunos barrios era evidente, una vez más las comitivas se anotaron un 10 y ahora entiendo por qué muchos de estos sectores reclaman ser incluidos en la imagen de Cartagena: la calidad humana y el talento abunda en las calles en esa otra parte de la ciudad que cada vez más está en los diferentes escenarios, no solo nacionales, sino internacionales.

El clima y una que otra falla mecánica intentaron sabotear un par de veces el recorrido que terminó mes y medio después, en Los Cerros, barrio cercano a Alto Bosque. Estar en estas 35 comunidades y en todas las que he conocido en estos tres años de visitar a cada una de las candidatas al Reinado de la Independencia ha significado el mejor intercambio cultural que puede vivir cualquier cartagenero e incluso turista, pues basta entrar en cada uno de los barrios para conocer sus verdaderas necesidades, sus aspiraciones y lo más especial: el sentir de sus habitantes. Este octubre soy más consciente de todas las acciones que emprenden estas personas para cambiar desde pequeñas acciones, como apoyar a una reina, la dura realidad con la que han crecido y la que esperan que sus jóvenes no repitan.

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