Facetas


La colombiana que nos puso a hablar de la menstruación

LAUREN SARRUF ROMERO

03 de julio de 2016 08:00 AM

La primera menstruación de una niña colombiana se afrontaría con una pequeña explicación y una ida a la tienda a comprar toallas sanitarias. No así para una niña africana que no tiene acceso a estos recursos y tendría que utilizar trapos o pedazos de colchón como toallas sanitarias.

La colombiana Diana Sierra fue testigo de esta situación mientras desarrollaba un proyecto en Uganda y sintió que debía hacer algo. “En África me di cuenta de la problemática tan terrible que las niñas enfrentan por el hecho de no tener protección menstrual y esa problemática se puede solucionar de manera muy sencilla, que es con unos calzoncitos o con una toalla sanitaria”, explica.

Según Unicef, las niñas de países en desarrollo no pueden costear, o siquiera encontrar, toallas sanitarias o tampones.

“Al menos en Uganda el 40% de las niñas se quedan por fuera de la educación cuando les llega la menstruación porque no tienen nada que ponerse. Ese miedo a una mancha de sangre en el uniforme, paraliza a cualquier persona”, expone Diana, quien está en Cartagena invitada por Unreasonable Lab Colombia, una organización que apoya la innovación y el emprendimiento social.

La vergüenza o el miedo a una mancha en el colegio, provoca que las niñas se ausenten de clases cuatro o cinco días a la semana cada mes mientras tienen el periodo. Como consecuencia terminan abandonando la escuela, lo que a su vez las hace más propensas a contraer matrimonio y tener hijos más temprano. Así mismo, estas niñas deben salir a buscar trabajo para ayudar a mantener a su familia. Sus oportunidades se van reduciendo. “Imagina que cada mes pierdes una semana de clase, si sumas todas esas semanas, eso se convierte en la cuarta parte del año escolar. Las niñas bajan el nivel académico, las sacan de estudiar y las llevan a trabajar al campo”.

El tema había sido ignorado por décadas. Aún hoy no se encuentra en los planes de desarrollo, el presupuestos de las ONG no lo contempla y el hecho de que presentar soluciones representara cierta incomodidad por tratarse de la menstruación, no le hace ningún favor.

“¿Qué haces cuando tienes una idea y tocas 50 puertas y te dicen que no tienen los recursos, que los que ellos tienen no están enfocados a esa parte? Ese fue mi caso, cuando yo logré sacar esta idea se la presenté a varias ONG y les dije: “Miren, este es un producto muy bueno con el que pueden ayudar a las niñas con las que están trabajando”. Y me respondían: “Qué pena con ustedes pero la menstruación no es un tema que nosotros tocamos, no hay presupuesto para la menstruación, ese tema no está en nuestro plan de desarrollo”. Ese fue mi punto de quiebre para decir: “Bueno, si estas personas no lo quieren hacer, entonces lo hago yo”, cuenta.

Diana pasó de diseñar productos para grandes marcas, a cambiar la vida de más de 15 mil niñas en 12 países africanos. Lo que le dijo una niña en Tanzania fue lo que cambió la carrera de Diana del diseño industrial al emprendimiento social. 

 

We love the smiles of this group of beautiful girls : ) #Ethiopia

Una foto publicada por Be Girl (@begirlorg) el

“El hecho de que una niña te diga, y esas fueron las palabras que me cambiaron la carrera, que lo que más le gustó de las toallas era que alguien en algún lugar del mundo la quería porque habían hecho esas toallitas tan lindas para ella, y que ella se sentía orgullosa de ser niña, para mí eso fue un momento crítico”, relata.

De allí nació el proyecto BeGirl, un emprendimiento social que consiste en fabricar y distribuir unas pantaletas reutilizables para que las niñas usen durante su periodo. Diana las fabricó con tela impermeable y con un bolsillo para que se pudieran meter materiales absorbentes.

“Cogí una toalla desechable la analicé y vi que tenía una parte impermeable, la parte de abajo, una malla en la parte superior y un elemento absorbente en la mitad. Entonces, cogí una sombrilla, la desbaraté, saqué el material impermeable para la parte de abajo, le di un tijeretazo a una cortina y utilicé ese material para la parte de arriba que tenía un bolsillo. Ese bolsillo es impermeable y universal para cualquier tipo de material absorbente, el cual se pega a los panties con un botón”. Así nació su invento, un homenaje a la recursividad e inspirado en MacGyver.

Otro de los resultados positivos del proyecto de Diana, es que gracias a su invento, la menstruación se ha convertido en un tema de conversación. Ya no es un tema feminista o una situación en la que sólo deben pensar las mujeres en la privacidad de sus hogares, se trata de investigar cómo impacta la higiene menstrual en la vida de millones de niñas en el mundo. Se debe incluir dentro de los planes de salud pública y educación, según recomiendan los expertos en desarrollo.

“Estás dándole a una persona la posibilidad de que acepte lo que es, que acepte su feminidad, que acepte que es una niña, que acepte su género, y en cierta forma que logré acceder a todas las oportunidades, a poder acceder a todas las plataformas de educación. Aquí no estamos solamente hablando de calzones, sino de la posibilidad de que una niña se quede en la escuela”, puntualiza.

Pensemos por un momento en Cartagena donde 1 de cada 5 embarazos es en niñas y adolescentes de 10 a 19 años. Una conversación más abierta sobre la menstruación y el inicio del periodo fértil en la vida de la mujer, ¿ayudaría a disminuir esta estadística?

Por lo pronto, el primer trabajo del proyecto BeGirl en Colombia se hará en el Amazonas. En estos momentos se está trabajando en el primer piloto y recogiendo toda la información para saber si se puede aplicar.

“La diferencia entre Colombia y África es que en Colombia no hay información muy concisa de cuál es el estado de la menstruación o cuáles son los tabús o la deserción escolar, nos toca empezar por la parte de tener la información base para poder generar un caso”. Diana cuenta que las niñas de tribus indígenas en el Amazonas (como los tikuna) tienen que viajar dos horas en lancha para comprar toallas sanitarias, eso si tienen el dinero.

“Muchas veces tienen una toalla desechable que la terminan reusando y reusando, o la esconden debajo del colchón, es esa parte de la falta de acceso a la tecnología y la parte del tabú, toda esta parte mística de la menstruación”.

Usualmente, empleamos eufemismos para referirnos a ella, Instagram la censura, en la publicidad es presentada como un líquido azul y millones de mujeres en el mundo tratamos conscientemente de que no se nos noté mientras trabajamos, estudiamos, hacemos ejercicio, etc. Pero por más que tratemos de evitarlo, no significa que no esté allí y que no se deba reconocer el gran impacto que representa en la vida de las mujeres.

¿No es hora de que tengamos una conversación seria sobre la menstruación?

“El hecho de que estemos hablando de la menstruación y a muchas personas les dé asco, es un problema. El que una crisis silenciosa como esta, no esté todos los días en tu cara no significa que no exista. Hay que ser abiertos a que nos cuenten historias, a escucharlas. Estas conversaciones incómodas son la única manera que vamos a lograr hacer algo que ayude a cambiar el statu quo”, explica.

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