Facetas


La felicidad no tiene sexo

LAURA ANAYA GARRIDO

30 de julio de 2017 12:00 AM

Es un niño, le habrá dicho el médico a doña Marta el día que lo parió. Y le habrán puesto un mameluco y un gorrito azul. Ese 25 de abril de 1994 comenzó a escribirse esta historia en Bogotá.
***
David, me llamo David González Castiblanco. O Dave Castiblanco -me dice, mientras nos sentamos en el piso-.

Siempre me gustaron los carros a control remoto y jugar con Max Steel, las barbies y la cocinita. ¿Al fin y al cabo, por qué jugar solo a los carritos si también me divertían las muñecas?
No me gustaba hablar mucho, era un chico tímido y tranquilo que vivía en la casa de mi abuela materna, Lucía. Me fue bien en el colegio hasta que empezó el bachillerato...

Un día llamaron del colegio a mi mamá para decirle: su hijo es “raro”, que David no se ensucia el uniforme, anda con puras niñas, es callado y serio y, para rematar, ¡no le gusta el fútbol! La siguieron llamando y mi mamá era como: “Si no me vienes a hablar del rendimiento académico de mi hijo, entonces de qué quieres a hablar”.

Ellos seguían diciendo que yo era muy cerrado y sí lo era, es que uno chiquito tiene sus miedos... ¿Sabes? Mi círculo, mi atmósfera, era el colegio, no tenía más contacto en otros lugares, era el único universo mío y me daba miedo. Era normal que comenzara una exposición y mis compañeros se empezaran a reír. Si había trabajo en grupo, tenía que hacerme con los que sobraban. Me señalaban. Me decían mariquita, niñita… Me sentía muy inferior, una persona que no valía nada, que no tenía nada para decir. Y comenzó a irme mal. Todos en la casa me preguntaban por qué... ¿Qué te pasa? Estás muy flaco y ojeroso, me decían, pero yo callaba, me daba miedo que me rechazaran, que también me discriminaran simplemente por ser yo.

Yo solo guardaba silencio, pero ellos sabían que tenía algo que contar, algo importante, así que un día me invitaron a comer mi mamá y mi hermano Nicolás, seis años mayor que yo. De repente escuché:

David, ¿eres homosexual?
***
Si usted fuese David, ¿qué haría? ¿Seguir bajo el manto oscuro del miedo y mentir? ¿Saltar al vacío y simplemente decir que sí, que le gustaban los hombres?

David escogió saltar a un abismo que tenía dos posibles fondos: el infierno de la discriminación o un paraíso donde al fin podría ser libre, podía ser, así de simple.

Y cayó en el paraíso. Marta y Nicolás le abrieron los brazos, le abrazaron, le miraron a los ojos y le dijeron que sí, que estaba bien. Que lo amaban por encima de todo y que el amor no conoce de sexos. Ese día David González Castiblanco pasó a un segundo paso y nació un ser seguro y, lo más importante, libre: Dave Castiblanco.

¿Por qué Dave Castiblanco y no Dave González? -le pregunto-.
-No niego mi apellido González, pero fui criado con la familia Castiblanco, y siento que Dave Castiblanco es lo que soy.

Dave tiene el cabello lacio y brillante, de un café más oscuro que sus ojos grandes. Mientras habla, mira a los míos.

Me cuenta que está feliz, y se le nota. Llegó el viernes pasado a Medellín a desfilar por primera vez en Colombiamoda, ¡quién iba a decir que el muchachito callado sería uno de los primeros modelos andróginos de del país!

Sí: an-dró-gi-no, que reúne los dos sexos o que, en apariencia, puede ser hombre o mujer. Dave siempre se supo homosexual, y hace cinco años es modelo, pero lo de andrógino lo descubrió solo cuando una amiga le pidió posar para unas fotos de un proyecto académico y le pidió que posara primero como hombre y luego como mujer, porque era andrógino.

La palabra se quedó en su diccionario y en la práctica. En la edición 28 de la Semana de la Moda en Colombia, que acabó el jueves, desfiló para varias marcas... para algunas como hombre y para otras como mujer.

¿Cómo tratarte, como hombre o como mujer?
-No me importa si me tratan como hombre o como mujer, creo que es la educación de las personas la que se manifiesta en la forma de tratar. Para mí no es relevante que me traten de chico o de chica, mientras la persona sea muy educada.

En otras palabras, no importa si lo llaman él o ella, siempre y cuando lo traten como una persona. Como un ser que nació en Bogotá pero que no cambiaría jamás un atardecer en las playas de Santa Marta, que ama el sol. Que ve en la familia la luz de la vida y en el amor lealtad.

¿Y qué es libertad?

-Ser.

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