Facetas


La Semana Santa de chocolate

EL UNIVERSAL

01 de abril de 2018 12:00 AM

Por: Sofía Flórez Mendoza

¿Alguna vez te has preguntado cómo viven la Semana Santa en otros países? A decir verdad a mí nunca me inquietó, pensar en Semana Santa me remontaba inmediatamente a las tradiciones, no solo a las religiosas, desde que tengo uso de razón no recuerdo una Semana Santa sin el salpicón de bagre hecho por mi abuela, la ensalada de ‘payasito’, arroz de frijolito cabeza negra o comerme un dulce de ‘guandul’ con galleta, como me dispuse el miércoles pasado cuando salí de mi casa a buscar uno. Aunque en el camino tuve varias opciones preferí -como todos los años- darle la oportunidad al Festival del Dulce.

La plaza de los Coches estaba inundada de personas que se acercaban a probar y comprar uno que otro dulce, y entre tantas mesas por fin me decidí por la de Mábel. No tenía número, tampoco era la que tenía más opciones de dulces típicos, pero su calidez terminó por convencerme, igual que a varios turistas, entre ellos un grupo de extranjeros. Ellos no dejaban de tomarse fotos y probar cada dulce del mostrador, lo cual llamó mi atención. En todo el tiempo que llevo asistiendo al Festival, nunca me detuve a cuestionar los dulces, la historia tras ellos o, al menos, cómo se preparan. La verdad, me conformaba con que me dieran la ‘pruebita’ y decidirme por uno -o varios- para saciar mis ganas, quizás verlos cada año allí o esa certeza de que en Semana Santa volvería a comerlos cercenó la curiosidad.

Pero mientras untaba la paleta de guandul para saborearlo, veía cómo ese grupo hacía lo que ni yo, ni ninguno de mis coterráneos, entonces fue ahí cuando me pregunté eso que antes ni se me pasaba por la mente: si nosotros tenemos dulce, comida, Viacrucis y hasta vigilias, ¿qué harán en otras partes del mundo en Semana Santa?

Entre tanta gente deambulando a nuestro alrededor, quizás yo era la única que se preguntaba tal cosa o tal vez no, el caso es que quedarme con la duda no era una opción y qué mejor que ellos para contarme cómo es la experiencia en su país, pero ¿hablarán español? Me cuestioné al escuchar su particular ‘spanglish’, pero si Mábel pudo comunicarse con ellos, ¿por qué yo no?

Todo resultó más fácil de lo esperado, mientras comían jalea de tamarindo, ‘enyucao’ y dulce de coco, no solo me contaron cómo viven ellos la Semana Santa, me fui enterando algunos detalles de sus vidas, y qué los trajo hasta acá. Resulta que ese grupo de amigos no estaba conformado realmente por amigos, o bueno, no lo eran hace unas semanas, pero Cartagena fue el destino que eligieron para aprender español y terminó por unirlos y allí estaban junto a mí, probando dulces que jamás imaginaron, de frutas que ni siquiera existen en sus países.

Wout, Rebecca, Isabel, Patricia y Lianne, no solo tenían en común que eran extranjeros, para ellos la Semana Santa realmente ni siquiera se llama así, porque no es una semana. La ‘Pascua’, como la conocen, solo la celebran dos días y, mientras nosotros tenemos un centenar de dulces y manjares, para ellos se resume a pedazos chocolate, sí, chocolate o bueno, huevos de chocolate y algún acto de fuego.

“No es como acá, porque la gente acá es muy religiosa, en Alemania semanas antes de los días santos hay dulce, pero no como acá. Allá comemos chocolate, huevos de chocolate con una sorpresa”, refiere Patricia mientras sostiene un vaso lleno de leche cortada en su mano. Patricia vive en Frankfurt, Alemania, pero su familia es de Filipinas, lo cual explica sus rasgos asiáticos. A diferencia del resto, Patricia sí profesa una religión, sin embargo eso no hace mucha diferencia. “Vas a la iglesia y pasas el tiempo con tu familia solo si eres católico”, dice, y me explica que en Alemania no existe una tradición de procesiones, misas, vigilias o algo que se le parezca. El ‘Ostern’, como le llaman a la Pascua, solo tiene dos días libres para todos: el ‘Karfreitag’ (Viernes Santo) y el ‘Ostermontag’ (Lunes de Pascua).

Mientras Mábel les explica pausadamente que el dulce de ‘mongo-mongo’ se hace con mamey, guayaba, plátano y una decena de ingredientes más, Rebecca, que lleva diez años viviendo en la frontera de Bangladesh y Vietnam, busca algunos ingredientes para tener una imagen de ellos. “Son muchas frutas, allá ni siquiera existen, no sabemos ni cómo llamarlas, nosotros no hacemos dulces, tenemos el conejo de pascua”, alcanza a articular pausadamente con lo poco que ha aprendido de español mientras se ríe.

“Es muy dulce”, dicen Wout y Lianne cuando prueban el dulce de ñame, él es científico y ella productora. Aunque sus oficios son totalmente distintos coinciden al decir que en Holanda comen pan con huevos hervidos. “En pascua hacemos huevos hervidos y huevos pícaros, el pan muchas veces tiene una forma de conejo”. Al parecer, todo gira alrededor del conejo y sus huevos de chocolate pero, ¿por qué no hacen dulces? -pregunto-. “Pascua es invierno, no queremos dulce, queremos tomar”, dice Isabel riéndose. Mi dulce de guandul se acabó, pero Mábel sigue explicándoles cómo se prepara y con qué ingredientes. Este grupo disfrutará una semana más en la Heroica, así que quién quita que los extranjeros aprendan a hacerlos y cambien los huevos de pascua por una dulce bola de tamarindo.

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