Facetas


La vida que trajo a Ahmad Mohsen de Egipto a Colombia

Después de vivir el horror de la matanza de Rabaa, este egipcio emprendió la odisea de aprender español y llegó hasta Cartagena. Ahora traduce la obra poética caribeña a su idioma.

CRISTIAN AGÁMEZ PÁJARO

20 de septiembre de 2020 02:29 PM

Vio el cadáver de su mejor amigo entre un montón de cuerpos quemados. Al menos, cinco personas más muy cercanas a él, yacían muertas. Eran víctimas de la masacre de Rabaa, en El Cairo, Egipto (2013). Los siguientes cuatro meses serían quizá los más difíciles para la vida de Ahmad Mohsen.

Fue encarcelado en una celda de siete por cuatro metros, con 35 presos más, con un solo baño y sin camas, sin sábanas, solo un piso escueto y pelado. Tenía 18 años.

“Después- explica- de la revolución de 2011, hubo el Golpe de Estado en 2013, en Egipto. Me detuvieron porque hubo una huelga que duró mes y medio. El día 14 de agosto los militares decidieron acabar con la huelga, mataron a 800 personas y detuvieron a alrededor de 10.000 (...) Estaba esperando a una amiga periodista para documentar las matanzas y me metieron a la cárcel, con acusaciones inventadas”.

“Fue una experiencia dura. Mi mamá pasó cosas más horribles; yo estaba en la cárcel con mi sufrimiento, pero ella estaba en el mundo intentando sacarme de ahí (...) Escribí un solo poema, luego fui incapaz de escribir. Después del primer mes empecé a perder la esperanza de salir”.

Ahmad Mohsen está ahora frente a mí. En una banca del Parque Fernández de Madrid, en Cartagena. Viste pantalón azul, abarcas y una camisa verde ancha. Lleva afro y unos manuscritos árabes, algunos de 1920, que ha prometido traducir para Sacra Náder, directora de Unibac.

Es un muchacho a quien los rieles de la vida lo han llevado por destinos insospechados. Me cuenta que él mismo pudo morir con sus amigos y lo difícil de estar detenido, sin saber por qué.

¿Qué fue lo más duro de estar preso?

- Hay un recuerdo muy claro. Entré con mucha energía a la cárcel, era un chico de 18 años, revolucionario. En la cárcel, por primera vez en mi vida, me pegaron, me humillaron y no pude vengarme. Me pegó un hombre porque defendí a un chico al que este hombre insultó. Lloré mucho esa noche, por la injusticia, era injusticia dentro de la injusticia, eso me rompió.

Un rumbo hispánico

Ahmad Mohsen nació en El Cairo hace 24 años, habla perfecto español, incluso ‘costeñol’. Inglés también e italiano. En la secundaria, siempre era aventajado en su clase. Estaba entre los primeros, en física, en matemáticas. Y, en su ciudad, “los tipos brillantes o son médicos o son ingenieros”. Eso quería su madre, un ingeniero en la familia. Y él quiso cumplir ese deseo.

Sin embargo, en cierto momento había dejado las clases de química para ir a las de teatro. Y, en otro cierto momento, las notas no le alcanzaron. “No podía estudiar ingeniería, salvo que pagara, y no teníamos dinero. Recuerdo bien el día que me enteré de eso. Mi mamá lloró muchísimo porque Ahmad ya no iba a ser ingeniero, mis hermanas lloraron. Salí de mi casa melancólico, era uno de los días trágicos de mi vida, porque no iba a estudiar Ingeniería”, relata.

El menor de cuatro hermanos y único varón de la casa narra que en el colegio ya había ganado un concurso de cuentos que lo llevó a viajar a Siria, había escrito y declamaba poesía, sus maestros veían en su rostro el reflejo de un escritor talentoso.

“Desde siempre estaba dentro de mí -sigue contando bajo la sombra de un árbol- ese amor a las letras, a la poesía, pero no era consciente de eso”.

Igual seguía teniendo notas buenas y con ellas se inscribió en la Facultad de Letras, en el departamento de Letras de Literatura Hispánica de la Universidad de El Cairo. Ahmad ya no sería ingeniero, aprendería español y literatura en Egipto.

¿Por qué literatura? ¿Por qué en español? “Esta última es una pregunta que siempre me hacen”, dice y ríe.

“Quería estudiar árabe -continúa-, siempre he sido bueno en inglés y había estudiado italiano en la secundaria, pero terminé por estudiar español por recomendación de amigos (...) Incluso había leído Cien años de soledad, en árabe, sin nunca haber pensado que aquí, en el Caribe, iba a leerla de nuevo en español en una cuarentena”, comenta.

Justo antes de entrar a la universidad sucedería aquel fatídico hecho. La detención que ha marcado su vida. Y, luego de estar preso, por fin pudo estudiar.

¿Cómo ha sido para ti la literatura hispánica?

- Muy mágica. Teníamos una profesora nativa de España, Carolina Sanjuán. Estudiar era mi momento más feliz de la vida. Yo era el primero de mi promoción. En Egipto, el que se egresa siendo el primero trabaja directamente en la facultad, pero en ese tiempo asistimos a una charla sobre la beca Erasmus, no sabía que era posible algo así. Era una puerta que se te abría, un paraíso en la Tierra.

Ahmad aplicó a la beca, una y otra vez, aunque eso significaba tener que renunciar a trabajar en su facultad, hasta que recibió la noticia. “Estaba trabajando en la Feria del Libro de El Cairo cuando me informaron que había sido seleccionado en la Universidad de Salamanca (España). Fue ahí donde tuve mi primer contacto con la poesía española y fue ahí donde entendí la poesía española”, afirma.

Fue ahí donde conoció otro mundo más allá de Egipto. “A los 22 años, sin haber tenido muchas experiencias libres, porque en Egipto la sociedad es muy conservadora, empezaron las cosas a cambiar. Mi vida se marca por la cárcel y luego por el viaje. Nunca había besado a una chica en Egipto y en España lo hice a los dos días, nunca había tenido relaciones sexuales... Sentía que dentro de mí había algo que se perdía y otra cosa que llegaba. De hecho, volviendo a casa, una noche me encontré diciendo: ‘No me esperéis amigos, no me esperéis// me he perdido y ya no me veréis// ya se ha ido el que conocisteis// él ya se fue, a dónde no sé// cómo voy a saberlo’. Sentía que ese viaje me cambió, perdí muchas amistades porque no todo el mundo acepta que cambies. Hay algo en España que se acabó y algo en España que empezó”.

Otra vida en Colombia

Al volver de España a Egipto, Ahmad trabajó como traductor en Big Cola, en la agencia Efe, como profesor de español en un colegio americano, donde “sucedía algo muy cómico: cobraba tres veces lo que ganaban mis amigos egresados de Ingeniería”, comenta.

Finalmente se quedó traduciendo literatura hispana, comenzó con el libro de poesía ‘Siete maneras de decir manzana’ y, por la organización Aiased, encontró una oportunidad de trabajo en Colombia, dando clases en una universidad de Sincelejo.

Se sorprendió al llegar en 2019 y conocer esa ciudad tan distinta de El Cairo. Ahora conoce el Caribe, aquel del que leyó mucho antes en Cien años de soledad. Sigue conociendo a escritores como a John Jairo Junieles, a quien llegó a través del editor Esteban Hincapié, a quien a su vez conoció por medio del escritor Michael Benítez Ortiz, de quien supo tras encontrar un libro suyo en una librería de Barichara y tras traducir un poema, que luego publicó en las redes sociales.

Está en proceso de derechos de traducción al árabe para publicar una antología de Raúl Gómez Jattin con una reconocida editorial de su país. Recientemente hizo una entrevista al chileno Raúl Zurita, ganador del premio Reina Sofía. Lee a Meira Delmar y a otros poetas caribeños con ascendencia árabe. Escribe y traduce poemas. Una librería para él es un paraíso y ya tiene 25 kilos de libros, que llevará de regreso a El Cairo.

A Cartagena llegó justo el 1 de septiembre, cuando hubo una apertura tras la cuarentena de la pandemia. “Desde siempre me decían: Cartagena, pero no había podido venir. Desde marzo quería que se abriera esta vaina, para venir”, dice.

-¿Vaina?

- Sí. Cuando llegué aquí hablaba con acento español, ahora hablo totalmente costeño (risas).

Epílogo

Ahmad está agradecido ahora con el universo al poder contar esta historia, porque mientras él puede disfrutar de bañarse en el mar de caribeño, recuerda a amigos suyos muertos en aquella matanza y otros tantos que hoy permanecen detenidos sin razón.

También recuerda a su padre, a quien le heredó aquella facilidad para hablar durante horas con cualquier desconocido de cualquier lugar del mundo, como lo ha hecho hoy para esta entrevista, con un desconocido de cualquier lugar del mundo... como yo.

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