Facetas


Los ángeles nos aguardan y no lo sabemos

JOHANA CORRALES

17 de febrero de 2013 12:01 AM

Cuando tenía cinco años, Ana Mercedes Rueda mostraba ciertos comportamientos extraños para una niña de su edad.
Se despertaba en medio de la noche y, aún con sus ojos cerrados, se ponía a escribir en un cuaderno frases que nadie podía descifrar.
La única palabra que logró entender su madre, quien preocupada por la situación decidió husmear en aquella libreta, era Dios.
Llegó a la adolescencia y, para ese momento escuchaba suaves voces, que le decían frases alusivas al perdón, la sanación, el amor,  la fe y la hacían sentir en paz.
Durante su juventud esas voces dulces la acompañaron, pero fueron 10 años en los que se contuvo de hablar sobre lo que le estaba pasando.
Optó entonces por estudiar una carrera “normal”, con la que ella y su familia se sintieran cómodas. Fue así como ingresó a la universidad a estudiar Comunicación Social.
Consiguió  trabajo en el campo organizacional en varias empresas. La última de ellas fue una ONG, que le exigía ser una mujer muy práctica. 
Sin embargo, sabía que tenía una función en la vida, pero no encontraba el modo de cumplirla. Tomar una decisión en aquel momento le podía causar un disgusto con sus familiares, más aún cuando era tan exitosa en su trabajo.  
“No fue fácil pasar de lo corporativo a lo espiritual y que la gente se adaptara a verme en este cuento. Fue un golpe muy fuerte cuando las personas me vieron vestida de blanco y hablando de ángeles, después de ser directora de comunicaciones en varias organizaciones”, explica.
Para ese entonces, sabía que aquellas voces correspondían a ángeles que  tenían, según ella, un objetivo por cumplir en su vida y en la de muchos otros.  
Fue así como renunció a su trabajo y se dedicó plenamente a formarse con los ángeles. Ya van 25 años de entrenamiento en los cuales esas “Chispitas de luz”, como ella los conoce, se le han manifestado a través de su voz y de visiones.
Para entender un poco más sobre su trabajo, Ana Mercedes me sugirió que tomara una de sus consultas. Acepté y nos encontramos en un hotel boutique del Centro Histórico de Cartagena.
Ahí me esperaba ella vestida de blanco. Imaginé que la cita la haríamos en un cuarto oscuro, lleno de imágenes de ángeles y hasta una bola de cristal.
Pero las condiciones fueron diferentes: nos sentamos en un área al aire libre de ese hotel y conversamos algunos aspectos de mi vida personal.
Traté de no asentir ni negar nada de lo que me decía. Quería saber si en verdad atinaría sobre algunos aspectos y, de hecho, fue así.
La dinámica era preguntar por cosas que me inquietaban y ella se tomaba varios segundos para analizar las energías y responder con base en lo que supuestamente los ángeles le decían.
Algunas veces los ángeles hablaban a través de ella; otras veces, los mensajes eran a través de visiones que ellos mismos le permitían ver.
Mientras respira profundo, comienza hablar consigo misma pidiéndole a alguien que le deje escuchar ese mensaje. Se nota que es algo rutinario para ella, lo hace con facilidad. 
Dice que cuando entra en contacto con sus clientes, es como si pudiera ver en fotogramas la película de la vida de esa persona.
“Esas imágenes son muy abstractas —explica—. Es como una película de diferentes escenas, al tiempo que van apareciendo símbolos que ya yo entiendo. Es una mezcla de muchas cosas. Lo que uno llama canales de comunicación”.
Cuenta que los ángeles se le han manifestado como energía y los llama curiosamente “Chispitas de Dios”. Ellos, cuenta, tienen la función de guiar a las personas y encaminarlas por el mejor camino.
“Los ángeles son seres creados por Dios para que nos ayuden en el proceso de crecimiento aquí en la tierra. Ellos nos recuerdan el poder de Dios y buscan que nos acerquemos a él”.
Se considera una mujer muy bendecida. Su mamá, pese a ser católica, la apoya en su trabajo. Su papá, no cree, pero respeta el oficio de su hija; y su esposo, no comparte nada de lo que ella dice, pero la ama tanto que viaja con ella a todas partes, con tal de verla feliz.
Ha intentado dejar su trabajo, pero siempre regresa a las consultas, en gran parte porque de esta forma siente que alimenta su espíritu.
“Yo me nutro mucho a través de lo que hago porque lo amo, es mi pasión. Ese amor que siento por Dios, por los angelitos, me hace sentir completa. Saber que lo poquito que yo diga puede sembrar un granito de arena para hacer sentir a la gente mejor. me hace feliz”.
Vive en Estados Unidos, pero está dedicada de tiempo completo a este trabajo que, según cuenta, llegó  a su vida sin que lo pidiera.
“No me gusta cuando me llaman angeóloga, pues esto llegó a mí sin pedirlo. Esto es una misión de vida para mí”.
Cuando viene a Colombia, que lo hace dos veces al año, tiene tantas consultas en el día que sólo le quedan 4 horas para dormir. Sin embargo, el número de clientes está directamente relacionado con su estado de ánimo.
“Amo esto. Entre con más gente hable, más me siento feliz. Me siento mal  cuando no tengo este contacto con mi trabajo”.
Intenta ser coherente en sus acciones. Si llega a sentir enojo, rabia o cualquier otro sentimiento que le haga perder la paz, tiene que buscar los medios inmediatos para dejar de sentirse de ese modo.
Dice que las personas tienen, mínimo, dos ángeles, pero ese número puede variar. Hay quienes, desde el mismo momento de la concepción,  tienen hasta cinco ángeles.
Asegura que cuando la persona muere, los ángeles cumplen con la función de seguir guiando el alma en ese proceso de transición.
La experta en ángeles antes de terminar esta entrevista, me pide que enfatice en el hecho que todos tenemos ángeles que están ahí, esperando a que les pidamos.
“Es importante que la gente sepa que  tiene angelitos y que si tiene el deseo y la voluntad, puede empezar a sentir esa ayuda, que es muy simple pedir. Así como uno habla con Dios y le dice: ‘Ay, Dios mío, ayúdame’, así igualito es con ellos”, concluye.

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