Oculta entre un denso bosque tropical se erige la joya renacentista de los Estados Unidos. Una excelsa obra arquitectónica que roza los límites de la ficción sí recuerdo que fue hecha en 1916, y no en el siglo XVIII como aparenta.
Enclavada en la Bahía Biscayne en el condado de Miami Dade (Florida), Vizcaya fue construida para apaciguar el capricho del industrial norteamericano James Deering, quien anhelaba una antigua villa italiana para pasar el invierno.
Son diez acres de pura ostentación y lujo que se convierten en una apología al arte en toda su expresión, logrando amalgamar piezas únicas construidas sobre medidas con reliquias históricas en una sincronía perfecta.
Sus creadores, el arquitecto estadounidense Francis Burrar Hoffman y el paisajista colombiano Diego Suárez, junto con el artista Paul Chalfin, no sólo fusionaron cada elemento de manera impecable sino que se amoldaron a las condiciones del terreno y a los afanes del clima, en una muestra de astucia que les permitió ir más allá de los límites del diseño.
El sueño de James Deering
Un camino entre los árboles conducen desde el portón hasta la entrada, que luego se transforma en una calle de honor a través de fuentecillas y termina en una glorieta cubierta de gravilla frente a la puerta principal.
La fachada tiene líneas simples y austeras inspiradas en el estilo neoclásico de la Villa Rezzonico, una casa de campo veneciana construida a principios de XVIII en Bassano del Grappa, pensada desde la geometría y la armonía con la naturaleza .
La casa diseñada por Burrar Hoffman, tiene dos torres laterales en cuyo centro se hallan tres arcos iguales por donde se ingresa al recibidor. En sus extremos se encuentran dos portales, el de la izquierda lleva hacia un jardín secreto y el otro hacia el jardín principal.
Una vez adentro se puede apreciar el patio interior a cielo descubierto, el corazón de la mansión, desde el cual se desprende todo lo demás.
La biblioteca, el comedor y el salón de baile, se disponen a los lados cada uno con un sello único, de aspecto recargado y sombrío, imitando el estilo barroco. La segunda planta alberga las habitaciones de su dueño y los dormitorios de invitados, así como una sala de desayunos y la cocina.
Su decoración traída en su mayoría de Europa, incluye un trípode de mármol romano de hace 2 mil años y una pintura del siglo XVII que armoniza con el órgano del salón de música, así como vajillas hechas a mano de acuerdo a la ocasión o los muebles de la época napoleónica.
Piezas extraídas de la extensa colección de arte de Deering, para capitalizar su sueño de crear un lugar histórico con tintes aristócratas, sin prescindir de las ventajas de la tecnología moderna como la ventilación, los ascensores, un sistema de limpieza central y una lavandería automatizada muy adelantada a su tiempo.
El esplendor de Vizcaya
Pero la verdadera razón para visitar Vizcaya está en el exterior.
No hay paraje que no sea digno de quedar clavado en tu retina de manera fija o de ser retratado una infinidad de veces en ángulos diversos. De día o de noche. Bajo las luces vibrantes del amanecer, o los cálidos colores del ocaso.
Es afuera donde la magia fue tallada en coral y piedras, frente a la terraza alta con vista a la Bahía Biscayne, en cuyas aguas reposa la majestuosa escultura acuática de 158 metros de largo que funciona como rompeolas, calmando las aguas en alta mar llamada La Barcaza (The Large).
Creada por Paul Chalfin junto al escultor Alexander Stirling Calder, la estructura fue hecha en una mezcla de piedras propias de la Florida y servía para recibir a los invitados que llegaban por mar a través de botes de remo que se acercaban a pequeñas islas que se conectaban con ambos lados de la terraza.
La parte trasera de la casa es la imagen más icónica del lugar a pesar de su inevitable deterioro, en especial por el Gran Huracán de Miami en 1926. Fingiendo ser una fachada inversa para quienes vienen en bote.
En el lado norte se tiene acceso a la piscina construida desde el interior de la casa. Sobresale de esta una especie de gruta fabricada con rocas de coral. En ese mismo espacio se encuentra el recién construido Orquidario David A. Klein ( David A. Klein Orchidarium) y la Tienda Café.
Los jardines de Diego Suárez
En el lado sur se desprende el jardín principal diseñado por el bogotano Diego Suárez, con reminiscencias a los intrincados paisajes del siglo XVII y XVIII de Italia y Francia, pero con adaptaciones a los menesteres de la Florida.
Ingeniosamente rediseñó todo el jardín formal y añadió una colina artificial llamada el Garden Mound, que protege la casa de los rayos del sol en el lago adyacente creando perspectivas en sus lados. La cascada elaborada en piedra es el punto focal del jardín de la estructura.
El centro del jardín está adornado con setos bajos que juegan con la geometría formando laberintos que imprimen drama, así como las esculturas y piezas arquitectónicas que se integran de forma natural al paisaje.
De ahí se ramifican jardines secretos que conducen a islas flotantes que se conectan por puentes, en una sinfonía llena de detalles y bifurcaciones por todo el espacio.
Un trabajo sublime de Suárez que sólo pudo ser reconocido en la década de 1950, gracias a intervención de F. Burrall Hoffman, quien confirmó su trabajo como artífice de uno de los jardines más importantes de los Estados Unidos.
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