Una novela 502 páginas sobre la Cartagena bajo la esclavitud en el siglo XVIII. Esperé terminarla de leer para buscar a su autor y conversar con él sobre esta novedad literaria que enriquece el panorama narrativo de Colombia y amplía la perspectiva de novelas históricas que tienen como escenario a Cartagena. Estamos ante un autor que redescubre y recrea los intersticios de la historia, logrando dar voz a personajes históricos en diálogo con personajes de ficción para narrar el más trágico de los episodios vividos en la ciudad: la esclavización de africanos durante más de tres siglos. Al empezar, le dije a Marco T. Robayo que la sola historia de Paula de Eguiluz, Gonzalo de Ulloa y la de las mujeres que integran esta novela son de por sí ficciones de una realidad fascinante y documentada.
¿En qué momento se interesa por investigar la historia de Cartagena del siglo XVIII bajo la esclavitud?
-Ningún otro siglo en la época virreinal tuvo tanta vistosidad colonial como el XVIII. El desarrollo arquitectónico y la desigualdad de la riqueza entre los cartageneros, documentados en el empadronamiento realizado en 1777, constituyen un material único que testifica con riqueza de detalles el ámbito social en la ciudad. Estos elementos resultan no solo interesantes, sino también atractivos a la hora de investigar sobre nuestro pasado y aportan un gran conocimiento para entender la historia. Ese fue uno de los motivos que me llevó a indagar sobre este período trascendental de la colonia en donde la esclavitud fue uno de sus protagonistas.
¿Qué imágenes documentales, libros y autores estimularon la escritura de esta novela histórica?
-El censo de la época y la compilación que hicieron de su visita a Cartagena los viajeros Antonio de Ulloa y Jorge Juan Sanacilia en 1735 fueron algunos de los documentos que sirvieron como referencia para hilar esta historia de la época colonial. Por otro lado, me apoyé en los compendios que sobre la época tienen el Archivo General de Indias en Sevilla, España, y el Archivo General de la Nación en Bogotá.
¿De qué manera la ficción es una herramienta para explorar e interpretar la historia?
-Al ser una novela histórica, Piel de ébano me dio la posibilidad de utilizar ciertos recursos literarios que permiten llenar los vacíos de la historia con la fantasía y la imaginación. Esto, por supuesto, da un sin fin de alternativas que solo buscan quitar la rigurosidad histórica sin perder su objetividad, haciéndola persuasiva y emocionante.
¿Cómo delineó los personajes y recreó las voces de los esclavizados y los esclavistas?
-Para investigar y desarrollar la novela, trabajé con una historiadora cartagenera especializada en gestión del patrimonio y con un filólogo y costumbrista colombiano radicado en Miami. Además de la historia, me interesaba que la novela no cayera en anacronismos y que se soportara a lo largo de su desarrollo, manteniendo la idiosincrasia de la época. Para ello fue necesario crear el perfil psicológico de los personajes con sus arcos y vincularlos a la obra con un rol definido. La apuesta inicial era encontrar un ritmo que no ralentizara la narración por sus diálogos y creo que se logró al individualizarlos de manera dinámica.
¿Por qué prefirió que su novela fluyera en un presente, cuyas escenas y diálogos ocurren en el ahora, y no en un lejano tiempo gramatical?
-Dinamismo. Creo que es una forma ágil de narrar llegando incluso a intensificar las acciones. Narrar desde el presente crea una sensación de proximidad entre el lector y la obra al imaginar que todo está sucediendo ahora y que el final no está escrito aún.
¿Qué documentos o novelas avivaron en usted esa extraordinaria recreación de África, desde el puerto de embarque de esclavizados a América?
-La novela Raíces, del escritor norteamericano Alex Haley, es, sin duda, un referente para toda historia que abarque el tema de la esclavitud entre los siglos XVI y XIX. Haley recrea de manera fehaciente cómo los nativos eran capturados por los soberanos africanos y vendidos a los esclavistas europeos, quienes se encargaban de su embarque. A partir de la documentación que hay en el Archivo General de Indias en Sevilla, creé un escenario en el que el campo ficcional jugó un papel importante. Predominó la intención de mantener la realidad que existió alrededor del tráfico humano y la forma como los prisioneros de guerra, los imputados por delitos o aquellos que cayeron en desgracia, pasaron a formar parte de esta red brutal que azotó a un sector vulnerable de la humanidad.
Usted revela conflictos entre los mismos esclavizados, dramas amorosos y existenciales, estudios psicológicos de sus personajes. ¿Cuánto tiempo tardó en esta investigación y cuánto tiempo en escribirlo?
-La investigación se tomó cerca de seis meses. La escritura se llevó alrededor de ocho. A medida que avanzaba en el desarrollo de la escaleta de la novela, encontraba elementos de juicio que debían ser considerados y que además de robustecer la historia requerían de más información. Esto, por supuesto, redundó en que no quedaran tópicos importantes, de la sociedad cartagenera de la época, sin exponer en la obra.
¿Cómo fue el día en que escribió el punto final de su novela? ¿Contempló otros finales?
-El escribir el punto final de cada una de mis novelas ha encerrado siempre un sentimiento. Es el final de mi tiempo como escritor y el inicio del tiempo para el lector. Se siente alegría de ver finalizado un proyecto y tristeza de ya no caminar más tomado de la mano de los personajes.
¿Otro final? No. Antes de escribir la primera línea de una novela, ya tengo escrita la escaleta. De hecho, esbozo cada capítulo y tengo claridad con respecto al número de páginas que tendrá la obra. Por supuesto, durante su desarrollo, aparecen cambios de giro que son vinculados a la narración y en ocasiones son necesarias algunas modificaciones, después de la segunda o tercera revisión, pero la esencia y la trama de la novela se mantiene.
El epígrafe de Makota Valdina reivindica la visión y la vida de los africanos en esta novela, que nos atrapa la respiración y nos sumerge en el espíritu del siglo XVIII como si ocurriera en tiempo presente: “No soy descendiente de esclavos. Desciendo de seres humanos que fueron esclavizados”. Marco T. Robayo prepara nuevas sorpresas literarias basadas en la historia de Cartagena. Es autor además de novelas: Una vida para Steven, El gran genocidio. ¿Descubrimiento o exterminio?; Transmigración, El quinto sepulcro, El laberinto blanco, Scarlett... la esencia divina del deseo, etc.
Al otro lado de la línea, siento la voz pausada, serena, memoriosa, de un escritor capaz de encantarnos con el ritmo de su prosa y con el prodigio de reconstruir, con gracia y rigor, los pasos perdidos de nuestra historia.
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