Facetas


Michael y nosotros

RICARDO CHICA GELIS

28 de junio de 2009 12:01 AM

Van a leer un texto inexacto, apresurado e injusto. Lo advierto, porque no es un texto sobre “El rey del pop”, Michael Jackson, sino sobre la relación que establecimos con él. Es decir, no voy hablar tanto de los sujetos (los protagonistas de la historia o los personajes) ni voy hablar de los objetos (como las canciones de Michael, ni los bailes, ni las modas que suscitó su propuesta estética). Voy hablar de los procesos. En otras palabras, voy a tratar de responder qué significó el mundo fantástico de Michael Jackson para nosotros, en especial, para cartageneros de entre 35 a 50 años más o menos. Cuando hablo del mundo fantástico de Michael Jackson no sólo me refiero a su obra discográfica, sino a la época y al contexto en que la produjo. ¿Qué estaba pasando en ese entonces en el mundo? Diré algo muy extraño, pero, a pesar de que no existían las telecomunicaciones super avanzadas de hoy, la gente se acompañaba más. La gente no se sentía tan sola como ahora. En todo, la vida cotidiana de entonces, era muy colectiva: ir al cine, por ejemplo, significaba no sólo ver la película, sino ver el comportamiento del público: los llantos, la risa, las burlas, los insultos a la pantalla. Así era con casi todo. Los intercambios ocurrían de una manera muy vital y muy barrial y no de manera tan fría e impersonal como hoy. Otro ejemplo: parte de la música popular entraba a Cartagena gracias a la vida de puerto de la que, además, participaba buena parte de la ciudad. En el barrio de Manga, sector Las Colonias, era fácil ver y vivir la dinámica de intercambio con marinos de casi todas partes del mundo con los locales. Una dinámica donde no sólo se intercambiaban mercancías y capitales, sino también ideas, las cuales se manifestaban en su dimensión estética, donde la música era central. Eso explica en parte, porqué muchos artistas y exponentes musicales llegaban primero al público y después a la radio. La vida de muelle de los setenta y parte de los ochenta, pues, es el ámbito por donde entra Michael y su maravilloso mundo. De ahí, que los temas más importantes de “The Jackson five” suenen primero en los picós que en las emisoras. Claro, lo anterior sin negar la importancia de canales de mercadeo de la industria discográfica. Otro aspecto contextual clave, es que el mundo era bipolar. Existían dos grandes núcleos ideológicos: Washington y Moscú. Y cuando señalo la ideología, me refiero a sus manifestaciones concretas en los medios de comunicación. De manera que, los países de “La cortina de hierro”, no eran más que el planeta del mal y, por tanto, del aburrimiento. Y Occidente era el mundo de la libertad. Y más que eso, para el grueso del público en el mundo entero, la libertad era diversión. De forma que Michael estaba del lado correcto (ojo, que aquí estoy tratando ser irónico y fársico, pues, la cosa no es tan simple obviamente). Finalmente, el maravilloso mundo de Michael se constituyó en una oferta de identidad para los niños y adolescentes de Cartagena en esa época. Sin importar el estrato social, dicha oferta identitaria narraba qué significaba ser joven, ser de avanzada y, por sobre todas las cosas, ser “solle”. Y es que antes de que Michael incursionara en el devenir de nuestra generación, había llegado “El tabaco rojo” (en realidad es la canción “El camino del tabaco” –“Tobacco road”). Apuesto que se trata de una canción iniciadora y anticipadora que lo que sería la identidad “solle”. Aquí vale la pena aclarar que la palabra “solle” es una contracción de la palabra “sollado”, loco o arrebatado. Y es que, a principios de los setenta, cuando “El Tabaco…;” sonaba, nos implicaba como rebeldes. Entonces nos sollabamos. Era una manera de expresar nuestra inconformidad con el estado parroquial y provinciano de todos los asuntos en Cartagena. Un eje clave de este gran proceso de intercambio, sin duda lo constituyó, la emisora Victoria Internacional. No existía la banda FM y la televisión era en blanco y negro. De manera que la programación musical de Victoria nos brindaba un buen puñado de pistas, que nos ayudaba a imaginar cómo era y qué estaba pasando en el resto del mundo. Yo creo que el “solle” comenzó a romper prejuicios y la mentalidad que emergió estaba llena de iniciativas, no sólo estéticas y culturales, sino también empresariales y profesionales. De repente, todo el mundo quería aprender inglés y quería transformar la ciudad en otra cosa. Y Michael ahí. El maravilloso mundo de Michael era la música de fondo de la gran película de nuestras vidas. De manera que actuábamos la identidad en la forma de peinarnos, de bailar, de posar para las fotos, de probar la comida rápida (antes no se sabía qué era un perro caliente) de vestirnos, de enamorarnos, de establecer nuevas relaciones entre nosotros. Pero, quizás, lo más importante de esa identidad era el optimismo generalizado, como enfoque para mirar todas las cosas, en especial el futuro. Imaginábamos el lejanísimo año 2000 vestidos con brillantes y colores eléctricos como Michael Jackson. Los “solles” eran la emergencia de un nuevo modo de ser cartageneros, éramos neo-cartageneros. Para mí, Michael no falleció el jueves pasado en L. A. Michael murió en Cartagena cuando, de manera insospechada e inexplicable, desapareció Victoria Internacional Estéreo un día cualquiera a mediados de los ochenta. Nos la arrancaron y Cartagena se acabó también. Soy categórico y exagerado, lo sé, y pido disculpas. Mientras El rey del pop agonizaba aquella tarde, me encontraba desarrollando una investigación cultural para la Universidad de Cartagena, sobre la memoria radial “solle”. Estaba entrevistando al empresario Ángel “El Friky” Thorrens, una de las voces que nos acompañó en aquella lejana adolescencia. Ángel enmudeció y se puso ambas manos sobre el pecho. “Lo único que nos queda es la nostalgia”, dijo. Y sí. No nos fabricamos una alternativa y perdimos el impulso. Nos volvimos un montón de nostálgicos de los tiempos que se fueron, mientras gozamos de una fiesta ochentera que no pasa del esnobismo. Y es que el ser “solle” era más que una moda. Era conectarse con la energía de otros jóvenes ubicados en otras latitudes del planeta, porque el pop y el rock eran y siguen siendo el planeta. Paz en la tumba de Michael y a todo lo que se fue con él.

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