Facetas


No morirás de desamor

LAURA ANAYA GARRIDO

13 de mayo de 2018 12:30 AM

Digo ‘tusa’ y podría referirme a lo que queda después de desgranar una mazorca. O a un pueblo italiano. O a una telenovela que dieron por Caracol en 2014. Pero seguro que cuando escribo esa palabra, tú piensas en despecho, desamor, guayabo moral, ruptura, separación, lágrimas, dolor, desengaños, más lágrimas, en fin, una tristeza tan berraca que parece infinita.

No he conocido al primero que le guste sentir esa tristeza, pero podría decir que a todos nos ha pasado alguna vez. Recuerdo cuando Mariana* me contaba que no podía describir lo que sintió cuando su novio de sopotocientos años le confesó lo que ella jamás sospechó: la engañó por meses con una chica del grupo de oración de la iglesia a la que los tres asistían. Y se lo dijo después de hacer el amor. ¡Hasta tenían plata ahorrada en un banco para comprar un apartamento! Habían hablado de casarse, de tener hijos, y de todos los pajaritos que la gente enamorada pinta en el aire, pero nada de eso le importó a él y ella estaba hecha añicos. Terminaron y ella tenía una ‘lagrimorragia’ crónica, no quería comer, dormía poco y amanecía atrapada en la misma pesadilla. Deseaba con todas sus fuerzas salir pronto de ese hueco, entonces se desesperaba y sentía que caía cada vez más bajo. Primer error: querer huir rápido del dolor, así, sin enfrentarlo.

La psicóloga clínica Albany Martínez define el desamor como “la mezcla de emociones que se experimenta tras una ruptura. Es la etapa que viene justo después de terminar la relación, cuando se está sintiendo la tristeza, la melancolía y hasta culpa, en algunos casos”. Para Mariana, y para todos los despechados del mundo, Albany tiene una nota mental: “Hay que dejar de escapar del desamor, porque mientras más lo evite, más se queda dentro de mí”. Esa nota mental es uno de los consejos diarios que la psicóloga venezolana, de 30 años y radicada en Bogotá, tiene para más de 38 mil seguidores en Instagram, muchos de los cuales le piden ayuda para resolver desde el estrés hasta las penas del corazón.

Pero volvamos a la palabra “escapar”. Me quedó sonando la nota mental porque eso de “escapar del despecho” parece un remedio, pero es tan peligroso que se convierte en un calvario emocional todavía mayor. Con ese cuento de huir del dolor, los despechados terminan aplicando todos los adagios tan populares pero tan dañinos que oímos desde tiempos inmemoriales: un clavo saca otro clavo, págale con la misma moneda, las penas se ahogan en el alcohol, ¡y nada de eso sirve! La salida más efectiva a un despecho es entender otro lugar común: ¡No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista! “Si estás pasando por ese momento, quiero que sepas que es eso, ‘un momento’ donde te sientes triste, sin ganas de nada, pensando en cómo volver a tu vida. Y eso está bien, es parte del proceso, de la recuperación, lo que veo es que muchos se quedan en esa ‘recuperación’ un año, tres años y se convierte en algo que no permite avanzar hacia otros procesos, mirar otras opciones de relación”, sostiene. “Cada quien tiene que vivir su proceso, no hay manera de recuperarte emocionalmente si no enfrentas lo que sientes. Tienes que llorar, hacer catarsis de manera asertiva (escribir en un diario emocional, por ejemplo), trabajar la terapia del perdón para no aferrarse al rencor”, recomienda la psicóloga.

Ojalá a mi amiga Camila* se le ocurra comprar el periódico hoy y leer esta página, y entienda lo que tanto le han dicho: meterse con otros tipos solo por amargarle la vida a su novio, que se la hizo hasta con la escoba y no le importó ni el hijo de ambos, trae más rabia, dolor y frustración. “Jamás funciona pagar con la misma moneda. La persona que hace eso realmente se une más al sufrimiento, no encuentra alivio, busca una manera de que el otro sienta lo mismo y muchas veces se aferra tanto a ese sentimiento de venganza que hasta le da un propósito. Pero imagínate una persona que solo piense en función de ‘vengarse’, estará amargada todo el tiempo, sintiendo ansiedad y realmente todo ese sentimiento de venganza se traduce en el desamor. Es una tristeza enmascarada en rabia”, explica Albany.

A Camila lo que le hace falta es vivir el desamor sin negarlo, sin tratar de anularlo y dejar de repetir la historia.

“Lo primero que debes hacer es perdonarte a ti mismo por permitir el daño. Muchas veces el daño emocional se repite porque el otro lo permite y eso a veces es muy duro de aceptar. Hay que entender que nada es casualidad. A veces toca vivir momentos duros, es una manera de decirnos lo que tenemos que aprender para que no se repita”, comenta la psicóloga.

También sin cuernos
Digamos que las rupturas abruptas por culpa de los populares y tan terribles cachos son más dolorosas porque golpean el ego, “fracturan la autoestima” -en palabras de Albany-, pero sin cuernos en la ecuación también puede haber despecho. Y lo digo por mi amigo José*, que construyó una relación larga y sólida con su novia, pasaron las duras y las maduras, pero, un día a ella simplemente se le acabó el amor. Ya no sentía mariposas en el estómago. Ya no lo extrañaba, ya no lo llamaba, ya no nada. Un buen pedazo del cielo se le cayó a él en la cabeza, no podía entender que ella no lo quisiera más y por eso intentó comprobar que había otro hombre en la vida de ella, pero nada. Duró meses amargado, resentido y llegó a odiarla. Grave.

El desamor deja de ser algo ‘normal’ y pasa a ser un problema “cuando se convierte en un duelo patológico. Un duelo es algo natural, por el que se atraviesa luego de la separación, el problema está cuando la persona se estanca en una de esas etapas del duelo y permanece allí por más de tres meses. En ese punto se convierte en una situación que puede afectar de manera clínica a la persona en todas sus áreas”. Cuando Albany habla de áreas se refiere al entorno laboral, familiar, académico, etc., y a José la vida se le había vuelto eso: un etcétera. Se volvió tomador e irresponsable, pasó de ser un alumno brillante a perder varias materias en el semestre.

Aquí es cuando la cosa se pone más fea, y cuando Albany recomienda ir a terapia.

Las fases
Para algunos autores, el desamor tiene cinco fases. Ana Sierra, psicóloga y terapeuta sexual y de pareja, explica qué pasa en cada fase. "Una primera fase sería la de negación, donde no aceptamos que la relación se haya terminado, y tenemos todavía esperanza de poder recuperar a esa persona. La segunda, sería la de enfado, rabia e ira, en la que se buscan las razones de lo ocurrido, tanto en ti (qué habré hecho mal) como en la otra persona. Después, vendría la fase de negociación, en la cual empiezas ya a buscar soluciones. La cuarta abarca un periodo donde se experimenta tristeza y el dolor en sí, y se quiere llorar ese dolor. Y por último, viene la de aceptación, en la cual se asume lo que ha pasado". Hay profesionales que agregan una sexta fase: la asimilación. En ella, todo está superado, y puedes hablar de ello sin sentirte mal.

Según Sierra, hay un tiempo de duelo que puede durar hasta dos años, pero realmente, ese tiempo es muy relativo y personal. El truco está en “adelantar ese proceso, manteniendo una actitud activa y no dejando que lo sucedido bloquee nuestras vidas". La clave es aceptar la situación, reconocer que la historia ha terminado y saber poner el punto final. El objetivo ya no debe ser recuperar, sino aceptar: "No supliques amor a la otra persona, no pidas amor a quien ya no quiere estar contigo" porque, "las parejas son para disfrutarse, no para sufrir", asegura.

Y para concluir, Albany tiene otra frase bastante manida, pero que siempre conviene repetir en estos casos: “Nadie dijo que superar un desamor es sencillo, pero nadie se ha muerto de ello”.

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Puedes encontrar a la psicóloga Albany Martínez en Instagram como @psicosalud_

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