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“No podemos seguir esta estela de desgracia”: Leyner Palacios

El comisionado Leyner Palacios dirigió el octavo encuentro por la verdad, un reconocimiento público a las comunidades negras víctimas del conflicto.

CRISTIAN AGÁMEZ PÁJARO

13 de diciembre de 2020 07:14 AM

Es cruda y compleja la realidad que aún afronta el país y miles de víctimas de la violencia en especial de la población negra, afrocolombiana, palenquera y raizal. (Lea aquí: Mañana se realizará el octavo encuentro por la verdad en Cartagena)

Eso lo sabe bien Leyner Palacios, el nuevo Comisionado de la Verdad, cargo al que llegó hace menos de tres meses. Él mismo sufrió la hostilidad de la guerra, al menos 28 familiares suyos murieron en la masacre de Bojayá (Chocó- 2002), uno de los hechos más cruentos que ha sufrido Colombia. Desde entonces él lucha por otras víctimas, para que encuentren la verdad, la reconciliación, que sean visibilizadas, que perdonen, aunque su lucha ya le ha costado amenazas de muerte. Lucha también por los líderes sociales y hace poco ganó el Premio Nacional de Derechos Humanos. En entrevista con El Universal relata parte de esa realidad que vive muy de cerca.

¿Cómo han sido estos dos meses como Comisionado de la Verdad?

- De mucha intensidad, el desafío de la Comisión es precisamente profundizar sobre el conflicto armado. Nos hemos encontrado con dificultades profundas en lo que implica construir verdad con un enfoque étnico en el país. El conflicto armado se profundiza en estos momentos, mayoritariamente en los territorios étnicos, y para la Comisión llegar a esos territorios es muy difícil, sobre todo para no ponerlos en riesgo. Todos los días nos ponemos a pensar cómo escuchar a las víctimas sin ponerlas en riesgo, son situaciones de orden público muy difíciles. A uno realmente le preocupa mucho que no estamos hablando de un conflicto que terminó, sino que se profundiza y continúa con unas condiciones aun peores en muchas regiones.

Como víctima, ¿cómo ha vivido la experiencia de ser Comisionado?

- Ha sido una experiencia muy bonita desde mi interior, porque he entrado en una dinámica de la escucha plural, desde la escucha a los victimarios me ha tocado recibir testimonios de paramilitares, por ejemplo. Y no es fácil para uno siendo víctima encontrarse con esos testimonios. Uno comprende más profundamente el drama, eso ha sido muy pedagógico para mí. Escucharle a un paramilitar o un guerrillero decir: estoy arrepentido de lo que hice es sorprendente. Para mí ha sido muy esperanzador también esa parte de la humanidad, aunque tengo que decir que a uno también el corazón se le mueve.

¿Por qué son tan importantes los actos de verdad y perdón?

- Es muy importante que la sociedad reconozca el dolor de las víctimas, pero también que los victimarios reconozcan y pidan perdón porque yo siempre pienso que, en el desarrollo del conflicto, lo que peor se ha pisoteado es la dignidad de las personas, cuando asesinaron, desplazaron, cuando masacraron, cuando violaron, seguramente estuvo mediado por una justificación: por algo lo mataron, por algo le pasó esto, y a veces también la sociedad ha tenido posturas discriminatorias. Esto es una oportunidad de elevar el nivel de dignidad y de respeto a las personas que vivimos y sufrimos ese karma. Eso es como una deuda y desde la experiencia que he tenido con los actos de reconocimiento yo los percibo como una oportunidad para sanarme interiormente. Algunos colombianos ven los actos de reconocimiento como un favor que se le hace al victimario, no, yo, en mi caso en particular, lo veo como un favor que me hago yo para estar tranquilo.

¿Cómo ha mantenido la fortaleza en todos estos años, a pesar de haber sido víctima, continuó de alguna forma siendo víctima, ahora de amenazas?

- Cuando uno escucha a las personas que sufrieron la violencia sexual que cuentan su historia pero luego dicen: queremos que esto no se repita, y tienen una capacidad de decir: yo los perdono. Cuando uno escucha a personas que vivieron los asesinatos de seres queridos, por ejemplo, un Heiler Martínez, en Bojayá, una persona a la que le mataron a la mujer y cinco hijas (y dos bebé en gestación), y él dice: yo los quiero perdonar, uno ve que hay una disposición muy grande de las víctimas, son capaces de dar muchísimo, a cambio de que no se repitan estas cosas que están pasando. Pero también vengo de un pasado... en la masacre de Bojayá, ahí perdimos a 48 niños, ¡Colombia se está dando el lujo de perder a su generación!, llevamos 70 masacres solo este año y cuando se va a mirar las edades - de las víctimas- la mayoría son jovencitos. Entonces Colombia está matando su futuro. Entonces me motiva decir: hombre, es que no podemos seguir en esta estela de desgracia. Los negros y las negras tenemos una característica, que estamos sufriendo pero hay una manifestación de alegría todos los días, yo me pregunto... ¿Por qué no puedo yo seguir luchando?

¿Cómo fue su infancia en Bojayá?

- Nací en un pueblito que se llama Pogué, en ese entonces las casas eran sin puertas, sin ventanas, jugamos en la arena, en el barro. Mi casa era grande y ahí llegaba todo el mundo. Existía una canchita de barro, no teníamos un balón, pero nos las ingeniábamos con las chuspas de arroz y las llenábamos y hacíamos un balón y con eso hacíamos un partido de fútbol y luego nos tirábamos al río: la vida era muy bonita. Nos empezó a cambiar a partir de la década de los 90, en términos generales, era una vida de producción agropecuaria. Aunque el Estado no estuvo presente con salud y educación, nosotros resolvíamos los problema.

¿Cómo es la vida para los niños que crecen hoy en Bojayá?

- Ya no se puede ir a los campos a jugar, ya no se puede ir por los caminos que recorríamos, porque muchos de ellos están con minas antipersonas. El entorno se ha reducido a los cascos urbanos y la tensión es por la presencia de grupos armados que han recrecido exponencialmente, presencia del Eln, de los paramilitares. El nivel de reclutamiento de los grupos ilegales en el Pacífico colombiano es tremendamente alarmante, necesitan crecer sus filas y están reclutando fuertemente a poblaciones indígenas. Es una tristeza, pero también la vida en estos territorios sigue siendo sin salud, sin educación.

Hoy, nada más en Bojayá, estamos enterrando al señor Octaviano Palacios (una de las víctimas de la masacre), que -recientemente- sufrió una lesión y duró diez días hospitalizado en Quibdó y no hubo forma de trasladarlo a Medellín. En el Pacífico, en estos momentos: ¿cuánta gente se muere esperando una respuesta en salud?

La mayoría de nuestros jóvenes vive en territorios sin energía, con esto del COVID, están prácticamente sin hacer nada en los pueblos (no puede estudiar) y eso es una tentación más para los grupos armados, entonces, digamos que la vida no está siendo fácil.

Ese mismo abandono lo comparten las poblaciones afro del país...

- Sí, es importante que el país se entere de la verdad de lo que aconteció al pueblo afro. Tenemos que comprender que la violencia estuvo asentada en esos territorios de manera desproporcionada y en la vida de las personas y nosotros, como ciudadanos, a veces ni cuenta nos dimos, y eso nos tiene que desafiar. Yo miro con tristeza el bajo Atrato, Mampuján, San Andrés, si bien hay una especie de despojo, es muy doloroso que los repertorios de la violencia sin duda continúan arreciándose en estas regiones, y el Estado sigue haciéndose el de la vista gorda y, en algunos casos, ha contribuido a profundizar los niveles de inequidad.

¿Por qué cree que ha sido así?

- La violencia, en ese sentido, se ha dado porque ha habido en Colombia una actitud de racismo, cuando uno mira los mayores asesinatos, las mayores masacres, los desplazamientos, se dan en territorios afrodescendientes, cuando uno mira los niveles de denuncia y el Estado no actúa, yo digo que la única explicación es porque somos negros y negras los que estamos allí. Cuando uno mira cómo los grupos armados se ensañaron en el nivel de degradación, los niveles de humillación, ahí hay una fuerte dinámica de racismo, pero también hay otro elemento y es que en esos territorios hay unos intereses económicos. Hay una actitud de ver nuestros territorios con una orientación más hacia el saqueo. Los otros territorios del país no se ven así, esto no pasa en otros territorios del país.

¿Cómo ve, por ejemplo, a Mampuján?

- Pude recorrer este territorio, realmente para mí fue doloroso escuchar a las víctimas sobre lo que les pasó, sobre cómo se les impusieron cosas, hubo hasta violaciones de mujeres, cómo se marcaban a las personas como en la era de la esclavitud, pero fue más doloso para mí saber que estas personas han llegado a un nivel de pérdida del territorio, ellos ya no son dueños de sus tierras, sino trabajadores de otros en las tierras que les pertenecían. Eso es doloroso, pero también encontré a una región con muchos deseos de seguir viviendo. Los testimonios de las mujeres son reveladores, muy esperanzadores, ver esa tenacidad de las mujeres, sobre todo.

Las mujeres ha sufrido mucho más en algunos casos, pero también quieren salir adelante...

- Los testimonios más dolorosos están alrededor de las mujeres pero el grupo poblacional en el que encuentro mayor empuje son las mujeres, y sobre todo de esa capacidad de resiliencia, de perdonar para esa recomposición de la comunidad y la construcción de tejido social. Las mujeres sí que sufrieron la guerra desproporcionada y están dispuestas a salir adelante.

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