Facetas


Porque yo también hice una torta en cuarentena

Días que parecen repetirse, dormir en la mañana... estar despiertos en la noche. Todo lo que podamos experimentar es válido para escapar de un mundo en confinamiento.

Los días pasan rápido, como correteados por el reloj. Pero son los mismos, me refiero a que es como si cada día se repitiera, con minúsculos cambios. Al menos es así para quienes vivimos la mayor parte del tiempo solos o bien, en pareja.

De esta rutina -que se intensificará debido al aumento de casos en Cartagena- hay quienes huimos siendo ‘toderas’.

1. “Oye, ¿necesitas a alguien te corte el pelo?, ¿alguien que te tinture?”

No sería la primera vez que me pintaba el cabello sola - gracias a Dios- así que decidí hacerme iluminaciones. Caminé hacia la droguería, saludando a mis vecinos, que no escucharon bien por mi tapabocas. Cuánta gente hay en la calle – pensé, y luego recordé que yo también hacía parte de esa gente callejera. ¿Será que también van por un tinte? Mi vanidad me hizo sentir un poco mal.

Vi a los mototaxis de la esquina, que ahora usan mascarillas. “Amor, ¿qué? moto”, gritaron dos de ellos. Cuántos recuerdos.

Llegué a la farmacia con un sol tremendo pegándome en el cuello. Siempre he creído que tengo buena espalda, así que un minuto después de esperar, siendo la única, miré hacia atrás y noté a cinco clientes más. Oh,peligro – reaccioné. Conversaba conmigo mientras una señora, con el tapabocas debajo de la nariz, se acercaba porque era quien le seguía a mi turno. “Bueno... y ella viene para encima. ¡Señora, son dos metros de distancia please!”. Pero mi boca no se abrió para nada. Mis piernas fueron las que reaccionaron, así que se movieron para alejarse, buscando que captara el mensaje. Pero debo decírselo, si no, sería una mala persona, ¿cierto? -Disculpe, su tapabocas debe taparle la boca y la nariz- Ella sonríe; yo creo que quedé como la sapa de la fila.

-Me da un tinte rubio ceniza, por favor. De cualquier marca- Desde adentro, la chica me señala los que hay en el amplio estante. - Ah, y también un gorro para sacar rayitos, un tarrito de oxigenta de 20 vol y una papeleta de blondor- , terminé. Llegué a mi casa con el corazón acelerado. No sé si les pasa, pero antes del cambio, se produce una especie de ansiedad.

Según mi conocimiento en estilismo, puse en práctica de manera correcta todos los pasos para preparar los químicos que desteñirían mi cabello y, por supuesto, accedí a YouTube pensando que mis mechas podrían quedarme igual o mejor que a mis maestras online.

Dos horas después me dolía el brazo derecho de tanto sacarme cabellos por los diminutos agujeros que señalaba el gorro. Los cabellos posteriores, bueno, esos no los pude sacar muy bien a falta de ojos en mi espalda.

El resultado: unas mechas no tan bellas pero no tan feas; y la mitad de mi pelo más rubio que del otro lado. ¡Pero nada que no se arregle con un buen peinado!

2. ¿Quién quiere que le

ayude con las tareas?

No tengo hijos, pero siento un amor maternal por mis primos más pequeños. No estamos cerca, no los puedo ver y solo Dios sabrá cuándo volveremos a estar de nuevo en familia, pero si existe una prueba de amor en época de confinamiento es la disposición a ayudar a los niños con las tareas online.

Las madres se van a las redes sociales a pedir ayuda, un auxilio en este nuevo mundo de tareas dirigidas desde un computador o en el peor de los casos, desde solo un celular de procesador lento.

5 ejercicios de matemáticas, un taller de inglés... estoy aquí. La familia está aquí, no hay por qué desesperar.

- Estoy desesperada, dice mi tía. Del otro lado la escucho con voz distorsionada, cansada quizás del ajetreo del hogar y obligaciones académicas. En el pueblo donde vive, la conexión del wifi camina a paso de caracol.

- Tengo tiempo-, pienso. Ahora tengo todo el tiempo del mundo para esperar a que se normalice la conexión.

3. Hoy haré un pudín

de banano en sartén

En este punto la soledad me consumía. “¿Cómo es que nunca antes en mi vida se me había ocurrido intentar hacer una torta de banano en un sartén?”, pensé.

La búsqueda en YouTube tiene su ciencia, y es porque, solo mirando los comentarios puedes saber si tendrás éxito o no. Si la mayoría de los espectadores lo intentaron con buenos resultados, ¡eureka!, tienes más posibilidades de sumarte al combo.

T o r t a d e b a n a n o s i n h o r n o :

Resultados: “Cómo hacer una torta de banano sin horno, deliciosa” ; “Pastel de banano”; “Torta de banano en sartén”, “Torta de banano sin horno, en cuarentena”. Leí los ingredientes. No tenía ni uno. Es hora de ir a la tienda.

Eso de llegar a una tienda a comprar la harina, los huevos, los guineos y el polvo para hornear me dio un aire de chica emprendedora. Noté a las presentes: una fumaba (en plena cuarentena); otra estaba recostada sin tapabocas en el mostrador, esperando una carne. - No tenemos polvo para hornear- dijo la tendera. En alguna parte leí que el bicarbonato también servía para estos pudines. ¿Y bicarbonato? Bueno me da dos bolsitas.

Toda mi cara me picaba cuando me entregaron el vuelto, y yo sin poder rascarme. Debo ser fuerte.

Después de lavar todo con agua y jabón emprendí mi primer desafío como repostera. Y debo ser sincera, casi todos los ingredientes los eché al ojo, porque siempre me ha dado flojera medir las cosas; ni mi ropa al comprarla me la mido.

La masa va tomando forma. -Oh, me va quedando como a la señora del video- suspiro. Ahora, al sartén... ¡Grande YouTube!

Después de 50 minutos en la llama más baja de mi cocineta, mis expectativas están en la llama más alta. Se esponjó, como lo suponía. Es una linda torta.

Cuando se acabe la cuarentena, y el mundo vuelva a su aparente normalidad, espero poder recordar la receta de la soledad.

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