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Relato del capitán: De Pompano Beach a casi Cartagena

Wolfram Ripoll, capitán del velero que quedó a la deriva por 48 horas en el mar Caribe, a 67 millas de Bocas de Ceniza, relata todos los detalles de la emergencia.

Todos los años, el Club de Pesca de Cartagena durante los meses de enero a mayo celebra sus Regatas Sabatinas. Para los veleristas es una fiesta cada fin de semana con los amigos, anécdotas, paseos, competencia, camaradería comidas y buen ron. Cuando anunciaron el calendario mi entusiasmo creció al punto de decidir llevar mi velero desde Pompano Beach, Florida, para gozarlas al máximo.

El velero de nombre Attitude Adjustment es un Beneteau Cyclades de 50 pies de eslora y 30,000 libras de desplazamiento, muy cómodo. Después de haber cruzado el Atlántico en junio del año pasado hasta Portugal, este viaje me parecía mucho más fácil. Lea aquí: Rescatan a 6 tripulantes de velero que quedó a la deriva en el mar Caribe

La idea inicial era salir el 15 de enero, sin embargo, planeando la ruta a través de una aplicación que con los datos de la velocidad del bote va calculando, con los pronósticos del tiempo, los ángulos apropiados para ese recorrido y ventajas o desventajas de una fecha u otra, le hicimos caso a la que se supone es la mejor recomendación, por lo que escogimos salir dos días antes, el viernes 13.

A las siete y media de la noche nos encaminamos por la vía Intracoastal para salir por el Hillsborough Inlet, a unas 5 millas al norte de Fort Lauderdale.

La tripulación se componía de: Alonso Franco, marino de la Escuela Naval con quien he cruzado el Caribe en varias direcciones; Roy Bozzi, amigo de infancia y capitán del velero Celtic Wind, quien también ha hecho travesías desde el Golfo de México a Cartagena; Rafael Tono, dueño del velero Pascal; Amaury Benedetti, capitán del velero Breakaway, y mi primo Rafael Maldonado, completamos un grupo de 6, ideal para los turnos nocturnos de 3 horas, que lo hacían dos personas por seguridad.

El primer día hubo brisas de unos 20 nudos que el velero parecía abrazar con sus velas, la corriente del golfo que costea la Florida contra una brisa de 20 nudos creaba olas altas de las que el velero parecía reírse. Un cielo estrellado invitaba a recordar poesías, y pensar en nuestras queridas esposas que estarían esperándonos para los abrazos que producen ausencias de varios días.

Rafael Maldonado, a quien cariñosamente llamamos “Cochole”, se lució con una cena e iniciamos los turnos a las 9 de la noche de tres horas cada pareja. Rafael y yo tomamos el turno de 3 a. m. a 6 a. m. y esperamos el sol de la madrugada para llenarnos de toda su energía.

Nos dirigíamos al canal entre ese azul aguamarina que se ve en los mapas vivos al sur de las Bahamas, y muy cerca a la costa de esa isla llena de ritmos pegajosos, y anécdotas políticas que es Cuba. Raciones pequeñas bien medidas de muy buenos rones escogidos por Amaury, y música cubana, vistieron las horas; y con anécdotas y chistes recorrimos una distancia que nunca esperamos fuera tan larga.

Relato del capitán: De Pompano Beach a casi Cartagena

El martes 17, tres días y medio después estábamos cruzando la punta de Cuba y la brisa se escondió. Motoveleamos en busca de los alisios que nos asegurarían vientos del este y así poder terminar nuestra travesía con viento y ola hasta Cartagena.

Finalmente, el miércoles 18 nos recibieron los alisios con vientos no esperados de 25-27 nudos. Nadie ha podido dilucidar la razón de por qué los vientos siempre contradicen a los meteorólogos. La bolsa que recoge la vela en la botavara y la mantiene en forma cuando se baja para que no caiga a cubierta, se rompió. La brisa empezó a tener ráfagas cerca de 30-32 nudos y decidimos bajar la mayor, la cual cayó sobre cubierta y por fortuna y con una dificultad enorme me dispuse a amarrarla a la botavara. Amaury, muy hábilmente desde el cockpit y con la ayuda de un bichero me pasaba cuerdas para el difícil amarre con ese viento, pero Alonso se aventuró conmigo en cubierta y haciendo lo que mejor pudimos la aseguramos.

Relato del capitán: De Pompano Beach a casi Cartagena

El jueves, los vientos se burlaron de nuevo de los pronósticos de 20-22 nudos que decían los meteorólogos, y nos abofetearon con 35-38 nudos. Decidimos enrollar el foque un poco más para disminuir su área. Pero un mal enrolle formó un corbatín en la parte superior del foque que empezó a destruirse en las puntas, lo mismo que una bandera al ondear. En esa condición no se podía abrir ni enrollar. Lea además: Emergencia: Armada escolta velero que partió de Estados Unidos a Cartagena

Aquí sucedió el nefasto suceso de la ruptura del timón. El eje del timón va normalmente soportado en dos puntos, el casco del bote a través de un buje de teflón reforzado en fibra de vidrio, y una plataforma entre este buje y la cubierta; pues esa plataforma va adherida ambos costados del casco y esa unión se rompió. La plataforma era una lámina de tríplex recubierta de una capa muy delgada de fibra de vidrio y al romperse, el eje quedó oscilando solo sobre el buje del casco. Y en esas condiciones, Eolo (dios de los vientos) remató con vientos de 40 nudos y olas de 3-4 metros, pero de vez en cuando llegaba una de 6 metros exigiendo más respeto.

Pusimos nuestra alarma pidiendo ayuda, la Armada envió la fragata Almirante Padilla y un remolcador, pero el timón no se orientaba con el rumbo y el cabo de remolque se rompió 2 veces, por lo que su capitán se negó a seguirlo haciendo, pidiendo que abandonáramos el bote.

Con gran dificultad, pues la diferencia de nivel entre el puente del bote y el de rescate variaba en segundos y había que saltar en el momento preciso, logramos abordar el rescate con la pérdida de casi todas las pertenencias y documentos que llevábamos. Todo funcionaba en el bote: motor, generador, radio VHF, etc., excepto lo que en la vida es más importante... un timón que nos guiara.

Para nuestra sorpresa, una vez se perdió por completo el timón, el bote, como aborreciendo su rumbo SO, giró 180 grados y empezó solito a navegar Noroeste sin titubear. Ni las olas ni el viento de través vencían a la quilla (la dirección del viento) hacia el oeste.

Al llegar a tierra encontramos cinco embarcaciones entre veleros y lanchas listos a ir por nuestra ayuda, lo cual fue una caricia en mi alma, con la mala suerte que se habían prohibido los zarpes de todas las embarcaciones menores en toda la costa Norte colombiana. Agotados pudimos descansar unas horas y temprano al amanecer empecé a buscar su posición en el mapa por su señal AIS (Automartic Information System), pero, entre muchos amigos que también lo hicieron, no encontramos señal.

Sobrevolamos en el helicóptero de la Armada un gran área al sur del punto de abandono, contraté una avioneta que siguiendo el rumbo nordeste que habíamos visto, voló una 100 millas e hizo el mismo recorrido más al sur, y tampoco se vio nada.

Parece que hubiésemos agotado todas sus posibles rutas, se reportó a todas las capitanías de puerto y guardacostas de países vecinos la búsqueda, pero nadie ha podido encontrarlo en el Caribe.

Pero es que en ocasiones pensamos con nuestros deseos de encontrarlo y no con la realidad de que, un timón así oscilando sobre un solo punto en el casco haya fatigado y roto el casco llevando el velero al fondo del océano a solo unas 28 millas de la costa de Cartagena.

Muy real pero no deseado por nadie.

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