Los dos estaban en la cama por última vez: él moriría, y ambos sentían la fría certeza del final.
-Te amo, Ben –dijo ella.
-Yo también, babe.
Ese Ben es Ben Bradlee. Es, no era, porque aunque haya muerto el 21 de octubre de 2014, siempre habrá alguien en algún rincón del mundo que nombre al editor de The Washington Post que descubrió uno de los escándalos más grandes de la historia: el caso Watergate. El episodio que terminó obligando a Richard Nixon a olvidarse de la famosa Casa Blanca de los Estados Unidos, en 1974.
Y ella es Sally Quinn, su tercera y última esposa: la mujer de ojos azulísimos que ahora está frente a mí. Sally podría ser una norteamericana más de las miles que cada año llegan a Cartagena para aprender a hablar español o a bailar salsa, o a probar un arroz con coco, pero no cualquier turista podría decirme que Ben, uno de los periodistas más temerarios del mundo, sí tuvo miedo. Nadie más podría decírmelo, porque nadie más lo sabía, ni siquiera los dos reporteros que trabajaron tan de la mano de él: Carl Bernstein y Bob Woodward.
¿Y cómo no sentir miedo, si Nixon había amenazado con aplastarlos y cerrar el periódico utilizando todas sus armas, incluyendo la “justicia”? ¿Cómo no temer que un error de redacción o la más mínima imprecisión en un dato les costara la reputación, en los setenta, una década donde la palabra y el honor valían tanto como la vida misma? ¿Cómo estar tranquilo, si “mucha gente decía que Ben debía morir” y “todas las noches alguien llamaba a decir que quería matarlo”?
“Fue muy importante que los periodistas no supieran que Ben tenía miedo, porque él era el jefe. Solo yo lo sabía”, dice ahora Sally, tan dulce, pero tan categórica cuando afirma que “Ben no se arrepintió de nada”.
Ella conoció las dos facetas de Ben Bradlee: la del editor fascinado por la política, el mismo que una vez viajó con ella a Cuba para entrevistar a Fidel Castro en el cuarto de un hotel: “Fidel tenía su uniforme, Ben no tenía pantalones y yo tenía la cara llena de cremas. Cuando Fidel llegó, a medianoche, ya nos habíamos acostado”. También conoció a la persona, al ser humano que luchó durante los últimos años contra una demencia que lo convertía en otro hombre, que lo sacaba de sí y le eliminaba la dulzura que los mantuvo juntos por cuarenta y tres años.
“Ben está muerto, hace cuatro años y cuatro meses. Y mi libro ‘Finding magic’ es una memoria, hay unas cosas de mí y de él, cundo jóvenes, pero nuestra relación fue muy real, de verdad, algunas personas quedaron un poco impactadas porque yo digo todo sobre mis emociones y sus emociones. Fue muy difícil durante los últimos dos años, los últimos días, porque él tenía una demencia como Alzhéimer, ¿sabe usted?, pero él me reconoció todo el tiempo. Tuvimos un verdadero amor”, agrega.
Sally insiste en que Ben se ha convertido en una figura muy grande, porque incluso hay dos películas relacionadas con su vida (‘All the president’s men’ - 1976 y ‘The Post’ - 2017) pero, al final del día, él es para ella simplemente eso: su esposo.
“Ahora él es más grande que la vida, y para mí es mi esposo. Tenemos un hijo, de 36 años, él tiene una esposa. La razón por la que estoy aquí es que la esposa de mi hijo es de Bolivia, y ella habla inglés porque vive en los Estados Unidos desde que tenía tres años, pero algunos de sus familiares no hablan muy bien el inglés, y yo quiero cuando tengamos las fiestas, los cumpleaños, la Navidad o... you know, quiero hablar español para ellos”.
De los veinte países que tienen el español como lengua oficial, Sally escogió a Colombia para estudiarlo y me pregunto ¿por qué? ¿Por qué no a Bolivia, por ejemplo? Es más, ¿por qué Cartagena?
La respuesta es más sencilla de lo que pensé: algunos de sus amigos habían venido, le dijeron que la ciudad era histórica, mágica, romántica y bella, y que había comida fantástica, pero, sin duda, lo que más ha encantado a Sally es la gente. “Me gusta la actitud de la gente. Es feliz, no es tan importante estresarse, porque es mejor decir: ‘Ok, mañana es otro día’”, dice y ríe con sus labios y con sus ojos.
Ahora me cuenta que estudia en una escuela que se llama Nueva Lengua, “es muy, muy buena, me gusta mucho. Los profesores están fantásticos. Las clases tienen solamente seis o siete estudiantes, y tengo cuatro horas en la mañana y entonces almuerzo y después de almuerzo tengo una clase de salsa. Y después de eso tengo una profesora privada, y caminamos en el barrio de Getsemaní, es muy hermoso. Y cada día tengo un diferente café o bar o algo, bebo alguna cosa nueva, como una fruta nueva... salimos a chachariar. Ella quiere hacer los verbos pasado, futuro y condicional, y yo quiero chachariar”.
Tiene compañeros de todo el mundo: “Hay alguien de Australia, Brasil, Canadá, Suiza, Holanda... es muy interesante. En el almuerzo, deben hablar español, porque nadie habla lo mismo, so (entonces)... es perfecto para mí, porque es informal, divertido, fresco. Los estudiantes están muy jóvenes, y ellos han aprendido español en la escuela, y yo no, no he aprendido gramática y cosas como esa, entonces es solamente de oír. Pero yo he dicho que con un vaso de vino es más fácil, con dos es más fácil”... Y ríe otra vez.
***
Todos tenemos pena -dolor- en nuestra vida. Nadie escapa de eso. Y es importante que cada día descubramos algo de magic, ¿cómo se dice?
-Magia -respondo-.
-Es importante tener magia en nuestras vida, gratitud por todo, y lo más importante en el mundo es el amor. El amor de mi esposo, de mi hijo y su esposa, de mi familia, mis amigos, el amor es importante. Yo quiero encontrar otro Ben, porque es un poco lonely, alone... hay un poco de soledad sin alguien en mi vida, aunque tengo muchos amigos y me divierto mucho. Es importante trabajar y divertirse, tener un equilibrio en la vida. Nosotros tenemos solamente una vida, podemos estar tristes o podemos estar happy... Y yo quiero eso, estar feliz.
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