Facetas


Vanesa Gómez, el mar tranquilo de sus palabras

MELISSA MENDOZA TURIZO

04 de diciembre de 2016 12:00 AM

Cuando persigue un sueño, nada la detiene.
Cuando algo sale mal se repone fácil
Su alma positiva siempre gana guerras, aunque a veces pierda batallas...
Veinticuatro años.
Vanesa Gómez Herrera no para. Hace veinte cosas a la vez y poco se le oye decir que está cansada.

***

El sueño: ser periodista; la herramienta: el marco de un espejo viejo y desgastado de paja que su abuela había botado. Vanesa lo sacó de la basura.

Tras el marco, ella como presentadora y sus amigas, las espectadoras.

Su amor por la palabra empezó desde que era una ‘pulga’ de cinco años.

Recuerda su deseo de que pavimentaran la calle donde vivía para poder montar bicicleta y por eso todas las presentaciones que hacía, estaban dirigidas a esa petición:
Les informamos que pese a las constantes quejas de los vecinos de Canapote, la calle 62 del barrio continúa destapada; las autoridades aún no se pronuncian frente al problema de la comunidad…

Sorprendía mientras hablaba por su fluidez y coherencia. ¿De dónde sacaba una niña tantas palabras? Era inquieta, solía tener un micrófono inventado para informar de cualquier hecho, nunca soltaba una grabadora que le dio el tío Harold en la que hacía programas de radio.

Su inquietud por descubrir más, la llevó al concurso regional de oratoria a los doce años; no ganó en esa edición pero compitió al año siguiente y ganó durante tres concursos consecutivos.

La oratoria la llevó a la que hoy es su otra casa, el Canal Cartagena, ahí se empezó a cumplir aquel sueño forrado de esperanza y construido con alma y cuerpo: a los catorce años presentó el programa infantil Control Kids, durante tres años.

Seguía en el canal pero no le impedía representar al Caribe en el concurso nacional de oratoria; por primera vez el certamen lo ganó alguien de la Costa, Vanesa.

Llegó a la competencia mundial en 2011 y puso el nombre de Colombia en lo más alto.

Mientras tanto, en el Canal nutría su sueño, la escogieron como presentadora del noticiero principal, que desde entonces se hace en vivo porque a voz de los directivos del Canal “Vanesa es oradora”. Alternaba sus labores con las clases de comunicación social en la Universidad Tecnológica de Bolívar de la que se graduó hace dos años.

La soñadora no se estanca, indomable, con más de diez años de experiencia como oradora creó junto a la Escuela de Gobierno “Tomamos la palabra”, un concurso para enseñar a hablar bien a niños de los colegios de Cartagena; se presentaron más de cien, de los que se eligieron cuarenta. La misma Vanesa les enseñó el arte de la oratoria, cómo hablar en público, consejos para ser un buen orador, cómo escribir discursos y más.

Los Herrera…A pulso y sudor

La niñita de rodillas sucias y pelo liso enredado creció ahí, en Canapote, en aquella callejuela destapada de tierra amarilla, en una casona de antes, con las baldosas de dos colores y entre abuelos, tíos y tías que se la peleaban para amarla y consentirla.

Los chocoritos, la tierra, la bicicleta, sus amigas y las bolitas de uñita la despertaban por esta época de brisa y brillo para que saliera a jugar.

No creció con lujos, su familia emergió de la pobreza.

El abuelo, Astolfo Herrera, un heroico típico: moreno, de nariz chata, pelo engajado, alto, enérgico, cándido y generoso que ya no existe, dejó un fino legado de lucha y ‘perrenque’ que heredó toda su casa y más, aquella niñita de rodillas curtidas.

Era vendedor de fruta, plátano y carne en el mercado de Bazurto y no hay nada que otorgue más orgullo a su familia, porque con cada plátano, fruta y carne sacó adelante cinco hijos, todos profesionales.

Repleto de orgullo, les decía a sus amigos en el mercado: “Yo tengo una hija médica”, y nadie le creía. Y cuando Vanesa presentaba el noticiero, con ese mismo orgullo, gritaba en la calle 62 de Canapote: “Ya salió mi nieta, ya están dando el noticiero”.

“Cuando yo nací mi familia era muy humilde y todos han salido adelante; siento una gran responsabilidad de continuar ese legado de tenacidad porque soy la mayor de mis primos; a nosotros no nos paran las dificultades ni económicas, ni de ningún tipo. Nosotros somos los Herrera”, asegura Vanesa.

Su madre, Claudia, admira la humildad de Vane, lo echada para delante, aunque muchas veces ha tenido que regañarla por su terquedad.

Epílogo
Si tuvieras que elegir un protagonista en tu vida, ¿quién sería? –pregunto–.

“Mi abuelo, Astolfo Herrera, que ni cuando sus hijos se graduaron, abandonó la venta. Es el ejemplo más firme de perseverancia que he tenido en mi vida. Nunca le oí decir que se sentía cansado; es más, cuando terminaba de vender en el mercado, lo que quedaba lo vendía en Canapote. Hasta tenía una tienda a la que él mismo bautizó ‘Astoliway, donde nada hay’, porque la gente iba y casi nunca encontraba lo que buscaba”  –contesta entre risas-.

Esta mañana de domingo en la que nos recibe en casa de su tía Mónica, tienen un banquete de arepas, empanadas, chicharrón, yuca y jugo de naranja.

A esta entrevista con Vanesa ha llegado toda su familia a desayunar.

Nos sentamos a dialogar y es como si ya yo fuese parte de su casa.

La primera, la nieta, la sobrina, la hija mayor, es el ejemplo para los que vienen en su casa... Y de esos niños que aprendieron a amar las palabras gracias a su talento.

Dicen que las palabras dichas con sabiduría son como un mar tranquilo, fácil de navegar. Algo así pasa entre los que escuchan hablar a Vanesa

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