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[Video] Camus: el influenciador que cambia vidas en la pandemia

Se llama Camilo García Caballero y usa el poder de las redes sociales para “impactar positivamente” en las vidas de quienes más lo necesitan.

LAURA ANAYA GARRIDO

04 de octubre de 2020 08:30 AM

Su nevera estaba tan llena como siempre, así que hubiera sido fácil para Camilo Augusto García Caballero simplemente quedarse en la casa a esperar que el coronavirus siguiera su paso pandémico por el mundo asfixiando gente: a unos en el sentido literal, a otros en el figurado. Pero no. Él decidió salir para dar de lo mucho que tiene en el corazón, ese que también está lleno.

Si se hubiera quedado en casa, obviamente no habría pasado el sustazo aquel que casi, casi, le paraliza el corazón. Lo amenazaron mientras pasaba un “clásico domingo de pueblo” en Sabanalarga, Atlántico, como tanto repite en una historia que colgaría en su Instagram para pedir perdón. ¿Cómo que pedir perdón, luego el amenazado no era él?

Estamos en el barrio Las Melisas, uno de los más pobres del pueblo, y Camus, como lo conocen sus más de 200.000 seguidores de Instagram, pide perdón porque en la noche anterior, al calor de los tragos y de los terribles nervios, salió corriendo para el CAI de la Policía luego que un hombre en moto llegara a intimidarlo. Se disculpa porque publicó historias diciendo cosas del pueblo, generalizaciones a partir de un altercado personal que jamás repetirá. Poco después borró las stories.

Ahora, tras pedir perdón, Camus se dispone a seguir la misión que empezó hace 22 días en este barrio. Llegó a vivir en la humilde casa de los Hernández, una familia de costureras que la estaba pasando bastante mal por culpa de la pandemia.

Podríamos decir que les está transformando la vida, pero Camus ahora prefiere ser modesto: “Quiero impactar sus vidas de forma positiva usando el poder de las redes sociales”, sentencia.

Con “impactar positivamente”, se refiere a remodelarles el baño y la cocina; a conseguirles muebles y electrodomésticos nuevos; a construirles un taller industrial de modistería y dotarlo; a capacitarlos para que fabriquen mejores pantalonetas de baño -en eso se especializan los Hernández- y a gestionarles un contrato por un año con una reconocidísima cadena de supermercados.

¿Cómo lo logrará? Al vivir unos días con los Hernández, Camus expone en su Instagram la calidad humana de la familia, pero también sus carencias. Las empresas las ven y aportan. “Lo que me podrían dar a mí por publicidad, yo pido que lo inviertan en la familia. Yo les digo a las grandes empresas: aquí tienen a su influencer, entonces lo que me hubieran dado a mí por un contrato de publicidad, pido que se lo den a ellos, que nos compren las pantalonetas, por ejemplo”, anota.

¿Pero cómo comenzaste en las redes sociales?

-Arranqué en este mundo de las redes sociales gracias a mi hermana, Marcela García, reina del Carnaval de Barranquilla en el 2016 -me dice, a pesar de su tapaboca, de sus gafas oscuras y del tremendo calor que lo abraza-. Después de ser reina, ella decidió emprender como influencer y me dijo: “Oye, Camus, quiero presentarte en un video a todos mis seguidores”, y puso un video en YouTube. Lo que pasó fue que me empezaron a seguir en las redes sociales... Camus, haz videos, nos gusta tu personalidad, tú eres un ‘pelao’ chévere. Yo dije: bueno, vamos a hacer unos videitos.

El formato que más le gusta son las historias y lleva dos años y medio creciendo en la plataforma.

“Lo social siempre me ha apasionado, ese ha sido el mensaje que me ha dado la familia. (...) Con la pandemia, muchas personas me estaban escribiendo que las ayudara, había mucha necesidad”, recuerda. Así que comenzó a publicar productos y contactos de vendedores a quienes les compraba en su día a día, antes del coronavirus.

“Se vieron unos resultados espectaculares, porque además mis amigos influencers y los medios me copiaron y también publicaron a los vendedores que conocían”... ¡Y nació la aplicación Merca Local!

Se trata de “un directorio telefónico de 40 vendedores del día a día en Barranquilla”, gracias a la cual algunos comerciantes, incluso, han vendido tres veces lo que antes de la pandemia.

Ahí llegó su primer paradero: Nanci. “Contacté a una vendedora del día a día y nos hicimos amigos, le dije: ‘Vieja Nanci, yo me voy a vivir a tu casa y de allá vamos a mostrar cómo se hacen los bollos de mazorca, para que la gente se enamore más de los productos, para que Merca Local tome aún más fuerza’”.

Palabras más, palabras menos: pasaron cosas maravillosas. “Mis amigos, los amigos de mi papá... No, Camus, veo que no tiene nevera la señora Nanci, yo te la mando; veo que no hay cielo raso, yo lo pongo... Me di cuenta de que tenía que armar un formato y proponérselo a las grandes empresas para que las ayudas no fueran solamente a la familia, sino a toda la cuadra”, anota emocionado.

Total, el caso de la señora Nanci fue un exitazo. Le quedó la casa remodelada, además Camus ayudó a conseguir trabajo y estudio para varios residentes de aquella cuadra de La Ciudadela, un barrio de Barranquilla que en ese momento lideraba las estadísticas del COVID-19.

Después vino Pital de Megua, el corregimiento de Baranoa donde hacen un festival del pastel cuya edición 2020 estaba en veremos por la pandemia. “Vamos a hacerlo virtual”, se dijo Camus y vaya que lo logró.

“Hablé con las matronas, 27 mujeres espectaculares que llevan toda la vida cocinando, toqué puertas en la Gobernación de Atlántico y arrancó ‘Sazón Atlántico’, una ruta de cinco festivales que hicimos en el departamento en medio de la pandemia: Festival de la Arepa de Huevo, Luruaco; del Bollo, en Ponedera; de la Guayaba, en Palmar de Varela; del Arroz de Butifarra y la Butifarra, en Soledad, y el de Pital de Megua”.

***

La presencia de Camus en Las Melisas no solo significa un cambio para los Hernández, sino para la cuadra con talleres infantiles, revisión de gas, “incluso 22 casas tienen ahora agua potable”, agrega.

Le pregunto a Camus cómo se ve en cinco o diez años y responde con absoluta certeza que quiere seguir impactando vidas. Le gustaría dar mucho más a su tierra, Atlántico, y después atravesar las fronteras.

-Bueno, ya sabes que Bolívar está ahí, al ladito -le digo-.

-¡Claro!, me han escrito de Bolívar y sé qué hay mucha necesidad -responde-. No soy Jesucristo, pero hago lo que puedo ¡y mi objetivo es que la familia se la goce!

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