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José Saramago, 100 años de un escritor al que todos deberíamos leer

José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, primer escritor portugués en obtenerlo. Este año se celebran sus cien años de natalicio y se conmemoran doce de su partida.

GUSTAVO TATIS GUERRA

23 de enero de 2022 10:00 AM

Espero volver a leer en este 2022 la gran novela ‘El Evangelio según Jesucristo’ (1991), de José Saramago: este año, el mundo celebra los cien años de su natalicio y conmemora los doce de su partida. Recuerde aquí: Homenaje a José Saramago en su décimo aniversario de fallecimiento.

José Saramago (1922 - 2010), Premio Nobel de Literatura en el año 1998, fue el primer autor portugués en ganar esa distinción. El jurado dijo que Saramago lograba en sus libros “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”. Saramago nos deslumbró como escritor, pero también como ser humano. Tuvimos el privilegio de conocerlo en 2007, cuando vino a Cartagena.

Su ‘Ensayo sobre la ceguera’ (1995) es considerada una de sus novelas más impactantes. Podría ser la metáfora de esta pandemia que hemos vivido. Es la repentina y brutal ceguera de un hombre que está esperando cruzar la calle mientras el semáforo está en rojo.

El escritor recuerda que hay que cerrar los ojos para ir más allá de las evidencias.

Es el caso terrible, devastador y contagioso de una ceguera blanca que va minando a toda la población. Todo el mundo se va quedando ciego y en cuarentena, y se ve obligado a aprender como en las madrugadas en las cavernas lo más elemental de la vida en la naturaleza y sobrellevar la adversidad para sobrevivir contra los peores designios de la humanidad. En instantes en que el lector avanza en la lectura, el escritor recuerda que hay que cerrar los ojos para ir más allá de las evidencias. El terror de la ceguera llega sin avisar y condena a los más viejos a vagar aferrados a la cruel adivinanza de la luz que embiste en la sombra profunda de sus párpados, como quien camina a tientas en el laberinto de la más despiadada de las soledades. La lección de este texto deslumbrante es “ver la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”.

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Al leer su novela ‘La caverna’ (2000), Saramago confesó que escribió este libro cuestionando la sociedad de consumo. Se conmovió cuando supo que una señora, que presentía ya su muerte, decidió que sus cenizas fueran arrojadas a un centro comercial. Los deudos extrañados se preguntaban por qué, y su explicación fue que los centros comerciales, en las sociedades modernas, se convirtieron en lugares de encuentros y arrasaron con aquellos ámbitos cotidianos y sencillos de los tertuliaderos de los cafés y las tiendas. Lo personal pasó a ser algo impersonal. Los avisos funerarios que se pegaban en los muros de las plazas desaparecieron en el amanecer del nuevo siglo, y solo se hacían visibles en las funerarias. Y la señora pensó que el mejor lugar para esparcir las cenizas era el centro comercial. Le puede interesar: Cenizas de Mercedes Barcha en el Claustro de la Merced.

Me impactó leer en su libro ‘Las pequeñas memorias’ (2006), el recuerdo de sus abuelos que tenían un criadero de cerdos. Y cuando se enfermaban, lo sacaban del chiquero del patio, lo bañaban y dormían con el cerdito resfriado. Esa escena la vio Saramago siendo niño al entrar a la habitación de sus abuelos. Vio a sus abuelos arropados, junto al cerdito resfriado. ¡Qué maravilla de escena! Esos abuelos que jamás aprendieron a leer ni escribir eran unas criaturas amorosas y sensibles. El abuelo sembrador de árboles, cuando presintió el llamado inexorable de la muerte, se abrazó a cada uno de ellos, y al final, se acostó y se murió.

“Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio”

José Saramago.

La novela ‘El Evangelio según Jesucristo’ me fascinó porque es una recreación de la vida de Jesús. Cuando el libro salió, los católicos portugueses se rebelaron contra la novela: les pareció una blasfemia, y prohibieron la obra. Aquello catapultó la lectura masiva de ese libro, porque además de hacer guiños a la poesía del Cantar de los Cantares y algunos pasajes bíblicos, nos muestra a ese Jesús en la otra batalla carnal del desierto en sus cuarenta días contra el fantasma patético del demonio. El rechazo de los católicos a Saramago lo llevó a dejar Portugal e irse a vivir en la isla canaria de Lanzarote. Saramago se declaró ateo, pero escribió esa bella novela sobre Jesús. Alguna vez dijo Saramago: “Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio”.​ ¡Celebremos los cien años de este inmenso escritor y grandísimo ser humano!

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