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La mujer que encontró a sus hermanos después de 40 años

Tras más de cuatro décadas separada de su familia, Lilian Monterrosa pudo hallar a sus siete hermanos a través de las redes sociales.

En algún lugar de todo el Caribe colombiano podía estar Lilian Monterrosa Vitola. Desde aquel día en que se marchó de su casa, sin decir nada, con un enamorado desconocido, a los 14 años, los hermanos de la cartagenera no dejaron nunca de buscarla.

Fue una búsqueda larga, muy larga, de décadas, tediosa, que se extendió desde Tolú, de donde desapareció, hasta cualquier rincón, cualquier municipio, corregimiento, vereda o caserío donde decían haberla visto, pero donde el vestigio de su rastro no alcanzaba para ubicarla. “Sí, ella estuvo viviendo por aquí, pero ya se fue hace un tiempo”, le decían a sus hermanos.

Existía incluso el temor de que la misma guerra que se vivía en aquellos años la hubiera desplazado de un lugar a otro, como sucedió, o, en el peor de los casos, que hubiera sido víctima de ese mismo conflicto armado, afortunadamente no pasó así. ¿Dónde estará?, ¿a dónde se habrá ido?, ¿estará bien?, ¿tendrá salud?, se preguntaban entonces los siete hermanos de Lilian.

La familia Monterrosa Vitola es numerosa. Son de Cartagena, nacidos en el tradicional barrio Blas de Lezo. Cuando iban creciendo, los ocho hermanos Monterrosa Vitola: Rogelio, Plácida, Esperanza, Rita, José, Juan, Manuel y Lilian sufrieron un hecho inesperado que dejó sus vidas prácticamente a la deriva, fueron abandonados por su madre.

Entonces, el padre de la familia siguió encargándose de ellos, día tras día. Aunque quiso hacerlo, no podía cuidarlos a todos al tiempo y tomó la difícil decisión de enviar a una parte de sus hijos a su familia en Tolú (Sucre) y otra parte se quedó en Cartagena, con él, acompañándolo.

“Mi mamá desapareció, mi papá nos mandó para allá, para Tolú, porque trabajaba. Él era solo, mi mamá se fue para Venezuela a trabajar y nunca más tuvimos noticias de ella. Éramos ocho hermanos: seis en Tolú y en Cartagena quedaron dos. Quedamos allá más bien despatriados y ella -Lilian- desapareció”, relata Rogelio, uno de los hermanos Monterrosa.

“A nosotros nos decía la gente que estaba aquí o allá. Una vez fuimos a Varsovia (Sucre), comenzamos a buscarla, porque nos dijeron que estuvo por allá, pero cuando llegamos ya no estaba por ahí. ¿Qué va?, no pudimos seguir buscándola en ese entonces, porque en Varsovia las casas eran demasiado separadas una de la otra, con unas distancias enormes”, añade.

Sin embargo, aquella pesquisa no terminó ahí. Acudieron a conocidos en la Policía Nacional para que rastrearan el nombre de Lilian Monterrosa Vitola cuando sufragara en algunas elecciones gubernamentales, en algún puesto de votación de Sucre, Córdoba, Bolívar, hasta de Antioquia o cualquier zona cercana, donde la gente decía haberla visto. Pero no había resultados, en especial por una circunstancia de esas adversas, insospechadas, que los hermanos desconocían sobre los pasos de la desaparecida.

Cuando el auge del Internet y las redes sociales llegó, empezaron a contactar, una a una, a las personas apellido Monterrosa que encontraban en su camino virtual, preguntando por su hermana. “Nos metíamos, eso era una y otra vez, buscándola”, detalla Manuel, otro de los Monterrosa. El hecho de conocer que su hermana se había marchado por voluntad propia no amilanaba las ganas de hallarla y volver a abrazarla.

¿Lilian o Liliana?

“Yo me quedé andando pa’ arriba y pa’ abajo. Yo caminé (viajó) por todas partes, me quedé en Barranca (La Guajira). Caminé todo ese departamento. El papá de mis hijos me llevó por allá. Con él tuve cinco hijos. Después me metí con otro y tuve ocho, tengo trece hijos y tengo 21 nietos”, refiere Lilian, hoy, 40 años después.

Está vestida ahora con una bata floreada, es una mujer de pocas palabras pero que dice, a sus 54 años, no tener arrepentimientos en su vida. No estudió y dedicó su vida a ser ama de casa.

“La esposa de un hijo mío sí me decía: vamos a buscar a sus hermanos. Yo le respondía que sabía que ellos estaban bien, porque lo sentía así, pero ya (...) Antes no los busqué porque en ese entonces como no había teléfono, ni nada de eso”, añade.

A eso se sumaba aquel otro hecho fortuito, que los separaba aún más: “Yo me cambié el nombre allá, en La Guajira. Como yo no tenía Registro Civil, cuando iba a sacar la cédula alguien me dijo que me cambiara el nombre para que después no fuera a tener problemas. Me puse otro nombre, el de bautizo de agua de una tía, Liliana María Monterrosa Gómez, con los dos apellidos de mi papá. Entonces mis hermanas no creían que fuera yo porque no tenía el mismo nombre”, añade.

Mientras los hermanos de Lilian la buscaban con un nombre, ella ya tenía otro, nunca la encontrarían. Incluso, alguna vez en algunas de esas requisas se toparon con el nombre de Liliana Monterrosa Gómez, en algunos registros de votación, pero no la contactaron, “porque no podía ser ella”.

También su hermano Rogelio vivió por seis meses en Barranca, el mismo pueblo de La Guajira donde estaba radicada su hermana. Sin embargo, los azares del destino no hizo coincidir sus pasos en aquel entonces. “Pudimos incluso estar comprando en la misma tienda de Barranca, pero no nos encontramos”, detalla él. Estuvieron tan cerca pero lejos a la vez.

Unidos por la virtualidad

Fue en diciembre pasado, en plena pandemia, cuando, después de 40 años separados, la vida se encargó de volver a unir a los hermanos Monterrosa.

“Fue hasta que una nuera mía, Francesca, comenzó a buscar por Facebook a mis hermanos. Encontró a una hermana mía que vive en Bogotá. En todo este tiempo siempre quise encontrarlos, entonces mi hermana llamó por videollamada. Al principio no creía que era yo, porque me cambié el nombre pero ya cuando me vieron sí me reconocieron. Todos tenemos la misma cara. Nos parecemos mucho”, narra Lilian. Ese día, a comienzos de diciembre, hubo felicidad y, naturalmente, lágrimas. Y noticias inesperadas.

“Se me apagó una alegría en mí cuando en la llamada me enteré que, hace ocho años, nuestro papá había muerto. Sí sentí que me se me apagó una alegría”, recuerda Lilian. Su padre, también llamado Rogelio, siempre incitó al resto de sus hermanos a buscarla y murió con la esperanza de volver a ver algún día a su hija. La noticia del hallazgo conmocionó al resto de los hermanos Monterrosa Vitola, que ya han ido conociendo por Internet a los 13 nuevos sobrinos de la familia y a los 21 nietos que tiene Lilian.

Hace una semana, un bus procedente de La Guajira llegó a la Terminal de Transportes de Cartagena, en él venía Lilian, cuatro de sus hermanos la esperaban con emoción. Ya no era la joven esbelta y delgada que recordaban, aun así, la reconocieron de inmediato y volvieron a darse el abrazo que esperaron por cuatro décadas.

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