Mientras que un niño de 11 años hace la siesta y se divierte con juguetes o amigos -como es apenas normal-, Roiner Raúl prefiere aprovechar ese tiempo para ir a la biblioteca de su barrio, Ciudad de Bicentenario, con tal de leer libros de historia. Su meta es aprender más de sus raíces afro y de otras culturas.
Roiner siempre quiere ser el primero de la clase. Nunca se conforma con puestos secundarios, tanto así que hasta se irrita al punto de derramar lágrimas si alguien lo supera.
“En el colegio siempre quiero aprender cosas nuevas, y cuando me las sé mi meta es seguir explotándolas para convertirme en un experto en ese tema (...) Me gusta obtener los primeros lugares para sentir que todo mi esfuerzo valió la pena”, dice el niño. Lea aquí: Estos fueron los premios del Concurso de Historia de Cartagena
Hace pocas semanas, Roiner Raúl Rodríguez Venecia, quien representó al colegio La Salle, sede Ciudad de Bicentenario, fue el ganador del Concurso de Historia de Cartagena, organizado por la Sociedad de Mejoras Públicas, tras responder una serie de preguntas, sin equivocarse, sobre la historia de nuestra ciudad. Dice su mamá, Jenifer Venecia, que antes de que terminaran de preguntar ya él sabía la respuesta correcta. Fue así como se destacó entre los 14 niños que participaron de distintas instituciones públicas y privadas, evidenciando su elevado conocimiento.
En el concurso quedó de segundo lugar el niño William Dávila Castro, y de tercero Mario Bernal Flórez, ambos del Colegio Británico de Cartagena, que es bilingüe y está ubicado en el sector Anillo Vial, zona norte.
Rico en conocimiento
En una familia de bajos recursos vive Roiner Raúl. Su mamá es ama de casa y está al cuidado de él y su hermanita de 3 años. Su papá trabaja en la sucursal de un supermercado del centro de la ciudad, y en medio de las dificultades lograron salir adelante.
Hace algunos años esta familia resultó beneficiada del programa Vivienda Gratuita del Gobierno, tras ser víctimas del conflicto armado en Mahates (Bolívar), de donde es el padre y sus abuelos. Jenifer, mamá de Roiner, sonríe tímidamente y nos recibe en su apartamento, en Torres de Bicentenario, de donde, reconoce, “se ve de todo: vandalismo, drogadicción... de todo”.
Roiner abraza a su madre, Jenifer Venecia.//Foto: Aroldo Mestre - El Universal.
“Hace cuatro años nos marcó un episodio muy duro. Mi hijo Lían David falleció por una bacteria de neumonía. Roiner estaba triste, pero yo le decía que teníamos que seguir adelante y le comenté a las profesoras la situación para que lo ayudaran, a veces iba y bajaba la cabeza en clases, pero ya él está más fuerte. Lo entendió”.
Ahora, el pequeño genio se sienta en un estrecho rincón de su balcón, ve pasar a sus vecinos y, al voltear la mirada, dice: “Cuando crezca quiero ser pediatra, historiador, tener una esposa, hijos, muchos autos, una perra, una casa bien grande y tener una familia hermosa”.
Y nos cuenta que la asignatura de Historia no siempre fue su favorita, todo lo contrario, le parecía “aburrida”. En su afán de superarse, leyó cada libro que le permitiera conocer más de la cultura y le funcionó tanto que hasta se animó a escribir y ya es autor de cuatro cuentos infantiles. Lea además: Ruta por la Historia: ¿cómo aportó la sabiduría popular al Patrimonio?
¿A qué se debe su intelecto?
“Yo tuve a Roiner a los 17 años. En ese entonces estaba estudiando Pedagogía Infantil, pero me tocó dejarlo para cuidarlo a él”.
Al nacer, su mamá lo registró en Mahates, pero tiempo después regresó a la ciudad para cursar Técnica en Primera Infancia en el Sena, y Roiner, prácticamente, era un estudiante más. “Siempre me lo llevaba a las clases, yo digo que por eso salió tan inteligente y la sabiduría viene de Dios”, dice Jenifer. A los 3 años, el pequeño genio ingresó a un Centro de Desarrollo Infantil (CDI) del Instituto del Bienestar Familiar (ICBF) donde, cuenta su madre, se desempeñó en todas las áreas, principalmente en el deporte y el arte.
Toda esta pasión de Roiner por la historia fue creciendo por una curiosa incertidumbre: investigar sobre su raza afro, pues también tiene ascendencia palenquera, y siente la necesidad de saber qué pasó con sus ancestros a través de los años.
Es evidente el gran amor de Jenifer hacia su hijo Roiner: se besan en la mejilla, se dicen “te quiero” e intercambian abrazos. Y es que el instinto de una mamá siempre es sacar adelante a sus hijos.
“Yo le digo, Roiner, qué lindo es salir en el periódico por algo positivo y no por hacer cosas malas”, asegura la madre con la convicción de que su primer retoño llegará muy lejos.
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