Revista viernes


Magia de luz y color en las manos de Luis Carlos Bonells

HEIDI LLANES

19 de octubre de 2018 12:00 AM

Maneja con total pericia el esmeril, sus manos tienen rastros de la dureza que le deja el material con el cual trabaja, aun cuando el mismo llega a un resultado que se presenta frágil a los ojos de quienes desconocen todo el procedimiento, sin embargo no impide que sea visto como un arte con aires de perfección.

Luis Carlos Bonells es un cucuteño amante del mar, llegó a Cartagena para quedarse envuelto en su encanto, por eso no duda en afirmar que aquí se quedaron su corazón y sus maletas; y hoy, después de muchos años, va y viene plasmando bellezas en vitrales que se mantienen irradiando ese hechizo luz en diferentes puntos de la ciudad.

Este arte llegó de manera fortuita a Luis Carlos, pues su misión tras salir de la Armada y del Cuerpo de Guardacostas era capacitarse en Nueva Orleans para crear a su regreso una agencia de aduanas, sin embargo, la curiosidad ante este trabajo minucioso lo llevó a nuevos cursos que forjaron su experticia.

El arte de Luis Carlos ha traspasado fronteras. Sus vitrales, además de Cartagena y Colombia, están en México, Panamá, Venezuela, Costa Rica, Las Antillas Holandesas, entre otras naciones y con orgullo llega hasta donde requieran una reparación, pues sabe que esas obras se pueden mantener en el tiempo.

El encanto de un vitral

Cuando se empezaron a elaborar vitrales en la Edad Media, el arte religioso fue uno de los más apegados a esta técnica que visualiza las imágenes a través de la luz que necesariamente se proyectan en un espacio y a esto tampoco ha sido ajeno Luis Carlos Bonells, quien se atreve a llamarlos los primeros “videos”, pues allí se recrean episodios de la historia sagrada.

Indica que lo más importante al momento de elaborar un vitral, es el diseño, pues además de plasmar la idea, requiere de unos parámetros para adaptarlo a los posibles cortes del vidrio y en es allí donde queda en evidencia la destreza de un diseñador de vitrales. En la técnica Tiffani, que es la usada por este artista, cada color es una porción de vidrio, que a su vez va ensamblada con una especie de soldadura producto de la mezcla de cobre, estaño y plomo.

La complejidad de un vitral exigen muchas veces la intervención de un equipo, obviamente guiado por el experto, que es quien maneja la responsabilidad del trabajo final. Generalmente los vitrales se hacen por encargo para espacios que ya existen.

De otra parte, es de aclarar que un metro cuadrado de vitral se puede hacer en tres días, en tres semanas o en tres meses, nunca habrá un tiempo estipulado, pero con un buen equipo se logran obras de gran formato. Luis Carlos utiliza mucho los cristales biselados, que por sus prismas, se descompone la luz en todos los tonos, dependiendo de cómo reciba el sol.

Al ser un arte hecho a mano, es poco probable que se encuentre un vitral igual a otro, se puede repetir el diseño, pero no se garantiza la exactitud, indica Bonells, quien advierte que muchos de sus trabajos tienen identidad, como el cilíndrico que realza la fachada del Edificio Corinche, pues va a lo largo de los cerca de catorce pisos.

Otro que le llena de satisfacción, es el rosetón de la fachada de la Escuela de Bellas Artes, porque ese y los pequeños que le acompañan, fueron elaborados con la inigualable colaboración de un grupo de Infantes de Marina heridos en combate.

Recientemente un trabajo que ha captado todo su tiempo es el realizado en la Capilla Stella Maris de la Escuela Naval, pues allí de alguna manera plasma muchos aspectos de su vida, empezando por su etapa de navegante y en sus noches solía apreciar la limpieza del cielo y las constelaciones.

Dos rosetones de gran formato integran esta obra que exhibe casi la totalidad de las constelaciones. En uno va el plato de estrellas del hemisferio norte y en el otro el del hemisferio sur, que son la guía de los navegantes en altamar.

Estas constelaciones están hechas pieza por pieza en cristal biselado en punta de diamante y llevan además el círculo de la línea ecuatorial y la elíptica del sol, que es el recorrido que éste hace a través de cada plato de estrellas. En un rosetón va Jesús en una embarcación y en el otro viene María con las corrientes a favor, una escenificación del buen viento y buena mar que se le desea a los marinos.

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