Buscando preparación profesional en Estados Unidos, Carlos Coronado encontró el amor en Nue-va Orleans, una ciudad costera con mucha histo-ria, esa misma de la que hoy él hace parte. Carlos es abogado y mientras hacía su maestría en Derecho comercial y marítimo, conoció a Jill Loving, una joven estu-diante de primer año de Derecho. Para él Nueva Orleans se convirtió en el destino ideal, toda vez que si re-gresó a Colombia, fue por pequeñas temporadas mientras ubicaba su carre-ra. En todo este tiempo programaron el matrimo-nio, pero Jill decidió que resultaba muy apresurado, ya que no los acompaña-rían sus familiares, enton-ces la boda quedó para el 28 de agosto de 2004. Regresaron a Bogotá para que Carlos cumpliera con su trabajo, Jill mien-tras había postergado sus estudios, los cuales reanu-dó un año más tarde, justo cuando se aprestaba a lle-gar el huracán Katrina, el ciclón más destructor que ha tocado esa tierra. Jill comenta que en principio no existía miedo, toda vez que es muy co-mún que en Nueva Or-leans ocurra este tipo de fenómenos naturales y que luego pasen a ser un sim-ple recuerdo. Antes de que se inten-sificara la alarma, Jill deci-dió ir a visitar a su familia con poca ropa en la maleta, pues pensaba que pronto regresaría a sus clases. Esto no fue así y la ciudad pasó por la peor inunda-ción, acabando con una vasta zona, mientras ella se estableció en San Louis, en casa de sus padres. Carlos, viendo las noti-cias desde Colombia, no dudó un instante en ir tras ella, pero ese tiempo debió vivir en casa de sus sue-gros, ya que aún no se po-día regresar por los efec-tos devastadores del Ka-trina. En enero de 2006 re-gresaron prácticamente obligados, Jill comenta que sus pertenencias estaban entre Nueva Orleans y Bogotá, lo que hizo de ese tiempo más difícil. Aún así, la convivencia entre ellos no se tornó du-ra, por el contrario, el amor estuvo por encima de todo, saliendo a flote, con-tra viento y marea. En esta época, Jill que-dó embarazada, allí la cosa se complicó un poco más por la falta de asistencia médica en la ciudad, que para entonces lucía deso-lada, con un panorama que la mostraba retrocediendo en el tiempo. La pequeña Sofía llegó al poco tiempo, nació en San Louis, buscando la compañía de los padres de Jill, quien alcanzó a culmi-nar sus estudios y gra-duarse de abogada. Jill es muy indepen-diente, como dice, es la tí-pica gringa, mientras que Carlos es muy apegado a la familia, por eso decidieron regresar a Colombia a es-tablecerse precisamente en Cartagena. Con una empresa de asesorías legales y traduc-ciones, se abren camino, pero también Jill se de-sempeña como profesora de inglés y traductora de un prestigioso colegio, ra-zones de peso para que-darse en la ciudad. Se han mudado tanto, indica Jill, que por fin han encontrado adaptación al ambiente, de otra parte, quieren que Sofía y la bebé que nacerá en enero en-cuentren en Cartagena el mejor sitio para crecer.
Revista viernes
Contra viento y marea
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