Revista viernes


Cuando la privacidad está expuesta en una pantalla

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

01 de junio de 2012 12:01 AM

Las redes sociales configuran un universo paralelo en el que los seres humanos de carne y hueso empezamos a jugar con nuestros alter egos, pero sin saber mucho de ello.  La manera como generalmente se accede a estas nuevas lógicas es por ensayo error, como explorando, abriendo deliberadamente puertas que no se sabe a dónde conducen.  De esta manera llegó facebook, twitter, BBm, Whats App e incluso el mismo correo electrónico.
Como las redes sociales son un universo complejo de encuentros y desencuentros, empezamos a estrenarnos allí compartiendo con unos otros paralelos sin rostro, con nombres auténticos, nickname, avatares o registros falsos.  Empezamos a relacionarnos  de maneras insospechadas, por un lado transformando nuestras propias realidades en realidades fantásticas, deseadas, que coinciden con imaginarios sobre el éxito y la felicidad.  Aparece un entusiasmo frenético por compartir nuestros aciertos, imágenes de celebraciones, familias felices, paseos, risas, cumpleaños, parejas enamoradas, combinadas con una estética de la imagen que incluso ha creado expresiones como “esta foto está para perfil de facebook”.
Todos demasiado felices, demasiado sonrientes.  Fotografías frente a los espejos del baño, como intentando, además, revelar cómo somos en la intimidad.  Pero una intimidad elaborada, estructurada.
Por otra parte, una realidad que también habla de los deseos y las expectativas del sujeto que digita en el teclado, el que carga las imágenes, sube los videos, y se transfigura detrás de un avatar.  No se esconde, se revela.
Al mismo tiempo, ese afán por ser parte del circo tecnológico, por participar, por manifestar la propia existencia, rompe los linderos entre lo íntimo y lo privado, y empieza a exponerse una línea del tiempo biográfica que da cuenta de la propia vida.  Datos relacionados con fechas, con la ubicación, con los nombres de los amigos y la familia, como el lugar del trabajo, las preferencias, los gustos, los lugares que frecuenta, las causas, soportados con imágenes, conforman un perfil completo que expone la vida entera.  Incluso el estado emocional se comparte en el estatus.
Las redes sociales, sin embargo, son un marco para la libertad, para establecer relaciones que no están mediadas por las restricciones del mundo real.  Entonces se construye un mundo con otras reglas, en la que la intimidad se permite vivir experiencias, construir amores, vidas paralelas, cercanías medidas por otras lógicas, confianzas que resultan riesgosas en un mundo en el que las violencias cruzan las líneas de las fronteras de lo digital, y se aprovecha la información expuesta.
Homicidios, secuestros, amenazas, extorsiones, redes de trata, de pornografía, todo tipo de mafias de la criminalidad utilizan los datos que circulan en la web, y por otra parte, la posibilidad de enfrentar conflictos cuando las dinámicas de la vida virtual no coincide con las expectativas de la vida real. 
Muchas parejas deciden cerrar su perfil de facebook, las nuevas tecnologías parecen ser la forma más frecuente de descubrir una infidelidad.  Los pensamientos más íntimos, los deseos ocultos, ahora parecen quedar registrados en direcciones IP, papeleras de reciclaje, rastros digitales de nuestra consciencia.

*Psicóloga
claudia.ayola@gmail.com

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