Columna


Debate sobre la paz

EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ

22 de mayo de 2012 12:00 AM

EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ

22 de mayo de 2012 12:00 AM

El debate sobre el “marco para la paz” salió del ámbito del Congreso y se está dando de cara a la opinión pública. Y está bien que así sea porque si hay un tema que debe discutirse en forma amplia es el de la paz, en cuanto su principal destinatario es el pueblo
Suele decirse que no se debe legislar a espaldas del país, pero en la misma instrumentación de propuestas de paz no aparecen iniciativas de participación democrática directa para conocer la voluntad popular, cuando existen mecanismos constitucionales que autorizan tenerla en cuenta por vía del referendo, del plebiscito o de la consulta, en cuanto a decisiones de carácter trascendental.
En la práctica se está enviando un mensaje de que –pese a la institucionalización de esos mecanismos de participación directa de la ciudadanía– preferimos practicar sólo el modelo de democracia electiva para darle forma a la llamada democracia representativa.
Pero nos referíamos a la importancia de que la discusión hubiera trascendido más allá del ámbito del Congreso. Nuestros columnistas de prensa lo han tratado en forma abierta. Por ejemplo, uno de los mejores comentaristas de El Espectador, Rodolfo Arango, lo trató con especial vehemencia. Par él, cualquier modelo de justicia transicional es un “Frankenstein”. Postura extrema, que deslegitimaría, de contera, los procesos de paz que se han dado en el mundo bajo esa égida.
Para Arango, “sin la eliminación de la desigualdad extrema y de la pobreza, generadoras de odio y resentimientos humanos, toda paz, con amnistías abiertas o disfrazadas, será efímera e inestable”. Así le asista la razón a este respetable columnista, pensamos, que el pacto de paz deberá tener, precisamente, un contenido que permita realizar esos propósitos; pero, en el entretanto, resulta imperativo adoptar un acuerdo de convivencia que le ponga punto final a un conflicto interno de 50 años, y para ello será indispensable abrirles espacios de interlocución a los alzados en armas y garantizarles a las víctimas la reparación, y a toda la nación el conocimiento de la verdad.
El escenario de la justicia transicional, dentro de esa perspectiva, resulta apropiado para poder obtener tales objetivos.
Entre los aspectos políticos del marco para la paz, el de la vocería de la guerrilla, no puede soslayarse. No le vemos ningún futuro a un acuerdo que no la contemple. Que sea en “cabeza de terceros”, es decir, en personas distintas a los comandantes guerrilleros involucrados en crímenes de lesa humanidad, me parece totalmente procedente. Porque lo importante es la vocería política, que no necesariamente debe ejercerse por quienes tienen abiertos procesos por esa clase de crímenes. Ello provocaría en verdad repugnancia moral.
Con todo, para los responsables de delitos de esa jaez –dentro de en un proceso de paz– pueden pactarse condiciones en cuanto a la suspensión de penas que les sean impuestas por los operadores de la justicia.
Pensamos que el “marco para la paz” debe contemplar la consulta o la refrendación popular para darle estabilidad, y para poderlo presentar con mejores títulos ante la comunidad internacional.
Con la venia de mis lectores, insisto en el tema, pues lo he tratado en anteriores columnas.
 
*Ex congresista, ex ministro, ex embajador.
 
edmundoloepzg@hotmail.com

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