A sus 88 años murió el caricaturista colombiano Ernesto Franco, quien le dio vida al personaje ‘Copetín’ la tira cómica que se publicó por primera vez en abril de 1962 en el diario El Tiempo.
Don Ernesto nació con el siglo y creció al lado de sus “otros hermanos”, como él les llamaba: el Ford Modelo T, Mickey Mouse y el cine sonoro. Era un abuelo de bigotes y cabello blanco, de mirada tierna, de hablar pausado y humor fino, de sonrisa generosa y manos arrugadas.
Llegó a sus 88 años con un extenso legado intelectual que lo hace referente obligado para las nuevas generaciones de artistas y formadores de opinión: pionero de la caricatura nacional con su obra maestra ‘Copetín’; productor de la primera película latinoamericana de cine animado; creador de cientos de personajes publicitarios y, por si fuera poco, estuvo 55 años ininterrumpidos realizando día a día el jeroglífico para el periódico El Tiempo.
Y es que la historia de don Ernesto Franco Quiñónez fue tan apasionante como desconocida. Bogotano de pura cepa (nació el 28 de septiembre de 1928), fue el típico cachaco de antaño: elegante, bien hablado, de finos modales, de sabia formación. Bachiller del Colegio Agustiniano, estudió dibujo publicitario por correspondencia en una academia americana que tenía sede en La Habana (Cuba). Obviamente, eso fue antes de la revolución.
Cuando se graduó, el nuevo régimen de los Castro tuvo a bien enviarle el diploma a su casa, también por correspondencia certificada.
Luego estudió producción de televisión en Estados Unidos, pero antes tuvo que aprender inglés con discos de acetato. Sin duda, eran otras épocas.
Cartón en mano y con el ímpetu de la juventud, regresó al país para dedicarse de lleno a su gran pasión: el dibujo publicitario.
Así le dio rienda suelta a su primera creación: ‘Made in USA’. Fue una película hecha a solicitud de una empresa colombiana dedicada a la importación y venta de gallinas y huevos del país del norte. Como el decía: “Tenía escenas muy buenas: era un gallo echando un discurso en un gallinero, y de uno de los huevos nació un pollito, por eso se llamaba ‘Made in USA’”.
Sin embargo, no fue fácil terminarla. Tuvo que hacer dibujo por dibujo, retocarlos a color y después filmar cuadro por cuadro. Pero cuando estaba casi lista, ¡oh sorpresa!: la manija de la cámara se enredó, la película se veló y el trabajo se perdió.
“Me tocó repetirla, pero al final salió bien. Esa película la hice por mi cuenta para tener qué vender, me sirvió como muestra para llevarla a las empresas y decirles que ese era mi trabajo”, cuenta don Ernesto con lujo de detalles.
Corría el año 1962, y don Ernesto dio un paso determinante para su futuro inmediato: se volvió productor de cine animado.
“Me conseguí una cámara de madera, vieja, muy vieja, de las primeras que fabricaron en el mundo. Se la compré con tres rollos de película a un amigo por $150. Con esa cámara filmé la primera película de dibujos animados que se hizo en Latinoamérica: un corto comercial de ocho minutos que hice para Bavaria. Se llamaba ‘El sediento refinado’: era de un tipo que iba caminando por el desierto, muriéndose de la sed; entonces se le apareció un oasis, pero cuando miró para el otro lado vio a una muchacha en bikini con una toalla en una mano y una cerveza en la otra. Y claro, él prefirió la cerveza que el agua. Por ese primer dibujo me pagaron como $200”, aseguró don Ernesto en una entrevista.
Esta película le abrió las puertas a la fama. Por encargo de distintas empresas hizo más de 200 trabajados publicitarios con dibujos animados para cine y televisión. Fue entonces cuando su creación e ingenio llegaron a manos de la jefa de la Televisión Educativa del entonces Inravisión.
PRODUCTOR E INVENTOR
Después vinieron más personajes publicitarios, entre ellos ‘Las aventuras del profesor Yarumo’, un personaje que originalmente no es suyo pero que gracias a su imaginación se convirtió en tira cómica.
La Compañía Colombiana de Seguros le encargó varios trabajos con personajes animados hasta que un español, amigo suyo, llevó sus dibujos a la empresa Estudio Filme, especializada en la producción de dibujos animados.
“Quedaron fascinados por la calidad de los dibujos. No creían que se pudiera filmar con una cámara tan vieja como la mía. Es que yo mismo le inventé un sistema para que la cámara estuviera siempre enfocada, aún en movimiento, eso me ayudó muchísimo en mi trabajo”.
También inventó un sistema artesanal de proyección de películas sobre un vidrio esmerilado. Así era más rápido calcar un mismo dibujo y hacerle ajustes que crear uno nuevo.
Sin embargo, la producción de cómics dejaba más satisfacciones que ingresos, por eso montó un restaurante en la esquina de la calle 17 con carrera 10. Pero el restaurante quebró, pues en apenas cuatro meses se bebió el negocio con sus amigos.
…Y NACIÓ COPETÍN
Entonces llevó a El Tiempo una muestra de una tira cómica inédita. Ese mismo día lo llamaron a trabajar en la Televisión Educativa de Inravisión y en El Tiempo.
Pero cuando iba en el ascensor se acordó que el personaje no tenía nombre, entonces se devolvió y le dijo a la secretaria: ‘Dígale a don Hernando que la tira esa se llama Copetín’. Ese nombre se le ocurrió en ese momento por el copetico de pelo del muñequito. Eso fue el lunes 16 de abril de 1962.
Ese día nació oficialmente Copetín, un personaje inspirado en un niño indigente que iba a pedir sobras en el restaurante de don Ernesto: “Era de unos diez años, coloradito, boyacense, muy simpático”.
Al lado de Copetín fueron apareciendo nuevos personajes: todos de gran aceptación: ‘Carecaucho’, el amigo de Copetín; ‘Querubina’; ‘Miss Universo’, “que era el más feo de todos, calvo, vestido de negro con un saco largo casi hasta el suelo, fue el que más gustó”.
Luego aparecieron ‘Don Aniseto’, que aunque refinado vivía borracho todo el tiempo, y hasta ‘La Calavera’ que identificaba el humor negro.
En una época Copetín salió en formato grande en la edición dominical y a color, y luego hasta se hicieron dos ediciones en revista, patrocinadas por Colseguros y la Federación Nacional de Cafeteros.
La tira cómica colombiana más famosa de la historia, a la que incluso en Brasil le compusieron una samba, no salió más por decisión de las directivas de El Tiempo. Con todo, Copetín fue publicada todos los días entre abril de 1962 y diciembre de 1979, casi tres décadas ininterrumpidas, reflejando la idiosincrasia bogotana.
A la par de la tira cómica Copetín, don Ernesto Franco Quiñónez lleva 52 años no solo al servicio de la Casa Editorial El Tiempo sino también haciendo el jeroglífico.
UN MERECIDO RECONOCIMIENTO
En mayo de este año, el ministro de las Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones, David Luna, le otorgó al caricaturista Ernesto Franco Quiñones la condecoración ‘Manuel Murillo Toro’ en el grado Oro, por sus significativos aportes al periodismo nacional y a las comunicaciones, al igual que por sus indiscutibles dotes como artista plástico.
“Es apenas justo reconocer con gratitud y respeto, toda una vida dedicada a concientizarnos a todos de las luchas diarias de los más necesitados, e incrementando con sus maravillosos jeroglíficos la capacidad intelectual de grandes y pequeños”, dice la misiva que le envió Luna a Franco.
ANÉCDOTAS DE COPETÍN
En casi tres décadas de publicación diaria, son muchas las anécdotas que vivió don Ernesto Franco Quiñónez, creador de Copetín, el niño gamincito.
Por ejemplo, en alguna ocasión comentó que una le censuraron una tira: “Iba avenir el Papa. Yo saqué esta tira: ‘Oiga, Copetín, que va a venir el Papa, qué cosa tan buena, pero si se cae el avión se matan todos’. Y Copetín dice: ‘Todos, menos el Papa, él queda vuelto puré de papa’”.
Otra vez, una lectora envió una carta a El Tiempo, quejándose de “esos personajes, harapientos, con un vocabulario soez”. Don Ernesto le contestó con otra tira cómica sarcástica: “Puse a dos niñitos vestidos con traje de etiqueta y frac, hablando refinado: ‘Oye, ¿te has leído ‘La retirada de los 100 mil de Jenofonte’?. El otro le dice: ‘Sí, ya la leí en griego’”.
En otra oportunidad, Copetín apareció con mamá –originalmente es un niño sin padres ni hermanos- “Alguien le pregunta: ‘Oye, Copetín, esa es tu mamá?’, y él responde: ‘Ese bojote no es mi mamá’. Esa vez recibío muchas críticas.
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