Facetas


En diálogo conflictivo con Dios

JOHANA CORRALES

02 de noviembre de 2014 12:02 AM

El programa se llama Pase la tarde con Jesús de Nazareth. Empieza a las 5:00 de la tarde, pero, al parecer, es mi día de suerte: Jimmy lo adelantó una hora. Lleva desde el mediodía desocupado y está que se habla.

Saca de prisa el atril y pone sobre él una pesada biblia, que está subrayada por todos lados. Se ve que la usa bastante. Ojea muy superficialmente el capítulo que explicará. Prende la amplificación, prueba el micrófono y se suelta un clásico de alabanza que pone a corear y a aplaudir a los diez asistentes repartidos en tres bancas de la Plaza de los Coches. Quien no esté en disposición para alabar a Dios en plena plaza pública, es mejor que se retire. Ninguno que se avergüence de ser hijo del Todopoderoso, debe estar allí.

Después de aplaudir, aplaudir y aplaudir, hasta que ardan las manos, viene el momento más importante: la predica, que para esta ocasión es tomada del libro de Isaías, capítulo 30, versículo 15. Lo repite tantas veces que es muy fácil aprenderse la cita.

Se trata de tener esperanza, no importa lo que se esté viviendo. Es como si sus palabras fueran el aliciente que necesita escuchar esta gente. Todos, en especial un señor que se hace a mi lado y no deja de repetir: “Así es, hermano Jimmy. Amén, amén y amén”.

Jimmy tiene un sabor único para predicar. No importa si lo que está diciendo es verdad o no, es delicioso escucharlo, y verlo. Lleva un traje muy elegante. Zapatos impecables, corte de pelo bajo y sonrisa blanca. Cada versículo de la biblia, va acompañado de una anécdota personal. Es increíblemente divertido.

Cuando acaba la predica dice que quien desee puede donar lo que le nazca. Pero ninguno echa alguna moneda u ofrenda en la urna que tiene visiblemente ubicada sobre la amplificación. Al percatarse, una sonrisa fingida se asoma en su rostro, respira y continúa con una oración de acción de gracias y posteriormente le da play a varias alabanzas.

Lleva 20 años en ese son. No tiene otro trabajo. Me dice al oído que Dios le reveló en sueños que a él nunca le iba a faltar nada, sólo tenía que predicar su palabra. Y debe ser así, porque está recién casado y vive en un apartamento en el barrio Zaragocilla.

Para probarme que el Espíritu Santo está en medio de nosotros, me pide que no deje de mirar su piel.

“Espíritu Santo, demuéstrale a Johana que tú estás aquí, en el nombre de Jesús”, exclama.

Justo en ese momento la piel de Jimmy se le pone de gallina. Sus poros están completamente abiertos. No sé cómo lo hace, pero es la forma que usa para probar que el espíritu de Dios se manifiesta.

Como Dios le habla en sueños, procura acostarse lo más temprano posible. A eso de las 3:00 de la madrugada ya el señor le ha hablado, y a esa hora se levanta a orar por las nuevas enfermedades que aparecen en el mundo, por los secuestrados que son torturados, por los hermanos que no conocen de Dios. En fin... Luego de esa hora de meditación y oración, escoge cuidadosamente el atuendo que lucirá durante la jornada para hablar en nombre de Dios.

La primera cita la tiene en la Plaza Benkos Biohó, frente a la Registraduría. Llama a sus sermones, programas. Este comienza de 7:00 a 7:30 de la mañana. Luego va hasta una iglesia que se llama La Central, donde, por caridad, lo dejan cargar la amplificación. Llega a las 11:30 de la mañana a la Plaza de Bolívar, desde allí transmite su programa favorito, que decidió llamar Bienvenido Espíritu Santo, y que arranca al mediodía.

Se queda el resto de la tarde en el Centro, esperando que se hagan las 5:00 de la tarde para hacer el último programa del día: Pase la tarde con Jesús. Cuando acaba, lleva el equipo nuevamente a la iglesia Central, barrio Getsemaní, Calle de la Magdalena, y se va para su casa con el anhelo de que el sueño lo coja rápido. Y es comprensible, no a todos nos habla el redentor del mundo mientras dormimos.
 
***
Las religiones son como los remedios: existen en cantidad.  Y todos curan un mal. Exigen un valor económico. Y una vez los consumes, te sientes mejor.

Se comporta como la medicina de muchos que encuentran en ella, quizás, paz, una mano en la cual sostenerse, el sentido de su existencia, un bien económico o sencillamente someter a los demás.

Rómulo Bustos Aguirre, profesor de Literatura, y doctor en Ciencias de las Religiones, de la Universidad Complutense de Madrid, explica que el único animal que posee conciencia es el ser humano, y esa conciencia lo ubica en un lugar particular que lo hace mirarse en sus debilidades, en su precariedad, en sus fragilidades.

Los demás animales están en su morada, que es la naturaleza, pero el hombre está fuera de la morada y necesita construir una y la religión representa la morada más potente al proporcionarle ciertas líneas que le permiten orientarse en un mundo en el que se siente de entrada desorientado y erizado de preguntas.

¿Qué hago aquí? ¿Cuál es el sentido del sufrimiento? ¿Cuál es el sentido del mal? La religión se encarga de responder estos y otros interrogantes que le dan sentido a la existencia del hombre.

“La religión por eso siempre va a existir: por el hambre de trascendencia del hombre. Ser algo más que un animal condenado a la desaparición. Eso, por supuesto, no prueba que Dios exista. Lo único que prueba es que el hombre necesita construir su sueño de eternidad”, aclara.

Según el profesor, la sensación de paz infinita que produce estar dentro de una religión tiene que ver con haber resuelto dichos interrogantes.

“El ser humano siente que descansa. Todas las preguntas tienen respuestas. Una mano me sostiene. Esa mano me creó para esto, yo debo hacer aquello y como respuesta tendré esto: una eternidad. Al tu cuerpo asumir eso, te relajas absolutamente, vas a descansar en Dios”.

Y no está mal. Esa sensación de paz muchas veces transforma vidas. ¿Quién no ha conocido a alguien que haya tocado fondo y sólo después de entrar a una religión logró superarse? El problema aparece cuando quienes la practican se obsesionan tanto con defender su postura que se transforma en una patología, en un tema de guerras y odios.

“La mayor espiritualidad puede desencadenar la mayor animalidad. Cada religión se proclama ser portadora de la verdadera revelación y ahí curiosamente es donde se revela que en el trasfondo hay una transmutación de lo puramente espiritual en animal”.
 
“Vemos más al diablo que a Dios”
 
Esa expresión poco le gustó al sacerdote Rafael Castillo. Dijo que la afirmación le pareció atrevida y ligera.

“No creo eso. Lo que pasa es que el mal es más bullicioso. El diablo es la presencia del mal en la historia y la historia de la humanidad está llena de actos positivos y negativos. Tenemos un Hitler, pero también una madre Teresa de Calcuta, un Mahatma Gandhi, un Juan Pablo II, entre otros. Es decir, hay gente muy buena que ha dado su vida por causas nobles. No podemos quedarnos en los que cometen atrocidades”, expresa airadamente.

En contra parte, Bustos Aguirre asegura que Dios necesita al diablo para existir. En términos teológicos, la clave del cristianismo es la redención, la salvación y para que ésta ocurra se necesita que alguien haya pecado.

“Dentro de la estructura conceptual del cristianismo, se necesita a alguien que haya pecado, que sea culpable, sino ¿cómo lo van a salvar? ¿Qué sentido tendría toda la teología de la salvación?”.
 
Es un invento del hombre
 
A la pregunta, ¿por qué hay tantas religiones y cuál es la verdadera? El pastor de la iglesia Árbol de Vida, Luis Ricardo Sánchez, responde que si bien Dios existe, las religiones son una invención humana.

“Cuando uno estudia la biblia y la historia de Jesucristo en la tierra, se da cuenta que él no vino a fundar ninguna religión. Es más, cuando él vino ya existían varias, de modo que esto me hace pensar seriamente que la religión es un invento del hombre, abusan del hombre, confunde al hombre, manipula al hombre, pero sobre todo los dirigentes de las religiones explotan económicamente al hombre”.

Uno no espera esa respuesta de un pastor, quien, por cierto, después exponer su punto de vista, agradece que le haya hecho ese interrogante. Y agrega: “Las iglesias que pertenecen a una religión son riquísimas a costa de la economía del ser humano. Lo que Jesucristo enseñó fue sobre el reino de Dios y lo que el hombre necesita es estar en el reino de Dios. Para entrar a ese reino tienes que nacer de nuevo y arrepentirte. La salvación es personal”.
 
***
 
Más allá de ser santos o del mundo, como tildan a quienes están lejos del proyecto de salvación, podríamos pensar en formas más sanas de vivir la religión. Si todos coincidimos en que Dios existe, es indecible, bueno, bondadoso y somos sus hijos, lo normal sería comportarse de forma ecuánime.

Estar en la capacidad de aceptar una lógica sana en la que Dios se ha revelado de diferentes formas, a diferentes pueblos y que por consiguiente habría diversas maneras de llegar a él. Incluso, los llamados agnósticos tendrían una oportunidad, porque, de alguna manera, Dios a ellos todavía no les ha hablado. Pero no, cada religión se cree portadora de una única revelación y, en nombre de Dios, se han declarado hasta guerras y sembrado odios.

Dios, Jehová, Jesucristo, Alá, Buda, la naturaleza, la energía o como quieran llamarlo, no puede ser por siempre motivo de división. No es coherente que la religión así como salva, también condena. 

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