En los años más recientes, son muchas las personas que se afanan por lograr la felicidad, ese estado emocional que al parecer escapa en medio de los múltiples compromisos, el trabajo y en todo lo que enmarca la cotidianidad.
La tarea no ha sido fácil, pese a tratarse de algo que puede estar tan cerca como se desee, siempre que se logre la armonía entre el sentir, pensar y hacer, como lo advierte la doctora Carmen Escallón, terapeuta familiar.
En ese orden de ideas, la terapeuta indica que ésta época es propicia para mirar cuál es nuestro papel frente a la vida, es decir, somos observadores del universo, o somos parte del universo, involucrarnos más en el proceso que nos agobia y nos acaba como planeta.
En esa búsqueda de la felicidad, Carmen Escallón se detiene para hablar del ser, de la decadencia del mismo y del odio, un sentimiento que produce enfermedad; también de la salud, que no es más que la capacidad de almacenar bienestar. La expectativa surge entonces cuándo nos cuestionamos sobre la esperanza que se puede tener en medio de tantas crisis que afectan a la humanidad.
El término resiliencia surge también en este proceso, que es renacer en medio de la adversidad, saber que los problemas suelen ser individuales y mínimos y lo más importante, que la felicidad es estar bien consigo mismo, ser coherente entre lo que se siente, se piensa y se hace.
Los seres felices producen a su alrededor felicidad, siendo jefe, compañero de trabajo, madre, padre o cualquier otro rol, pero siempre girando sobre ese eje coherente, advierte la doctora Escallón. Una persona no puede dar un discurso sobre paz si en su vida diaria es capaz de violentar a quienes la rodean, no hay coherencia y tampoco puede tener felicidad.
Un mundo triste
Como profesional de salud mental, Carmen Escallón se atreve a afirmar que la gente cada vez está más triste, un causante de esto es que el planeta está enfermo y muchas de sus enfermedades son producidas por los mismos seres que lo habitan, sea por acción o por indiferencia, ya que ésta última también acaba, siguiéndose en lo afirmado por Gandhi, “no es la maldad de pocos, es la indiferencia de muchos”.
Los niveles de pobreza han aumentado, la corrupción está en todos los niveles y el calentamiento global es palpable, entre otros muchos problemas, de allí que la desesperanza surge y la sensación de tristeza y malestar es evidente, sumado a que la gente ha dejado de soñar y creer en lo poco para hacerlo grande, todo esto sin llegar a extremos utópicos.
Carmen Escallón indica que la individualidad produce tristeza, el no saber quiénes son los vecinos, si el compañero más cercano tiene un problema, cuando sólo preocupa el yo, la pérdida del colectivo lleva inevitablemente a la tristeza.
La crianza del “tener” es otro obstáculo para alcanzar la felicidad, el “ser” se acabó y lo que se tiene ofrece un valor etéreo que no garantiza alcanzar la felicidad.
La vida se vive “siendo”, no teniendo, que el “tener” sea parte de ese viaje, pero sin deteriorar el “ser”, indica la profesional.
La discriminación es una barrera del “yo”, entre menos ego se tenga, más feliz se logra ser, porque hay más autoestima y algo muy importante, se debe mantener la capacidad de asombro, para que cada día traiga algo novedoso y llamativo.
En conclusión y luego de leer muchos filósofos que han escrito sobre el tema, indica que para ser feliz se requiere visitar siete puertos diariamente que son, el amor, el pasatiempo preferido, la familia, el trabajo, lo intelectual, la espiritualidad y lo erótico.
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