Desde que se iniciaron las restricciones en el Mercado de Bazurto para prevenir la propagación del COVID-19, los más afectados han sido los trabajadores tanto formales como informales que derivaban su sustento en este lugar.
Las medidas permiten solo a los mayoristas generar actividad comercial pero al por mayor y no al detal, por lo que sus ingresos se han visto afectados hasta en un 80 por ciento. Desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, el comercio en esta central de abastos es nulo.
(Cartagena llega a 2.220 casos y 106 muertes por coronavirus).
Los minoristas y tenderos de barrios deben llegar de madrugada y hacer todas sus compras hasta antes de las 8 a. m., al igual que algunos revendedores y carretilleros que se las ingenian para estar en la zona y luego salir a caminar las calles de la ciudad vendiendo toda clase de productos.
Sin embargo, ayer la situación fue caótica, ya que hasta a los propios mayoristas les tocó hacer largas y demoradas filas para ingresar, debido a la afluencia de personas y a que solo hay dos entradas habilitadas.
“Yo llegué a las 4 de la mañana y demoré casi dos horas esperando, entré después de 6 a. m., la fila era inmensa, no había distanciamiento social, estábamos apiñados”, señaló Arnold Cantillo, mayorista de víveres y abarrotes, explicando que esa aglomeración se debió al aislamiento total que hubo el domingo y el lunes festivo, el cual originó que ayer centenares de compradores y vendedores se desbocaran a Bazurto.
Cantillo aseguró que la semana anterior y ayer sus ventas fueron mínimas. “Solo le estamos vendiendo a los tenderos, y hoy (ayer) no los dejaron entrar porque muchos de ellos ni siquiera tienen un registro de Cámara y Comercio. Nosotros les estábamos expidiendo unas certificaciones que les sirvieron hasta el sábado, pero desde hoy los policías no se las aceptaron así que ellos no pudieron hacer las compras”, enfatizó.
Si por el lado de los mayoristas la situación es mala, por el lado de los minoristas es crítica. Y es que a ellos nadie les está comprando, pues las personas del común no pueden acceder al mercado. La señora Myriam Arrieta, con más de 16 años vendiendo pescados en la avenida del Lago, expresó con nostalgia que lleva varios días regresando a su casa sin un peso en el bolsillo. “Esto es una cadena, aquí el mayorista vive del minorista y el minorista vive del ciudadano común. Pero así como vamos ningún negocio sobrevivirá. Yo hoy llegué a las 4 de la madrugada y me tocó hacer una fila de más de dos horas. Entré a las 7:15 de la mañana. A esa hora a quién le iba a vender si a las 8 me tocaba guardar la mercancía. Lo único que alcancé a hacer fue comprar 5 mil pesos de hielo y echárselos a las cabas donde tengo los pescados que compré el sábado. La semana pasada fue igual, uno ya no vende nada. La Policía pasa a las 8 a. m. por todos los puestos diciéndole a la gente que es hora de cerrar”, expresó Myriam.
Respecto a la jornada de ayer, señaló que fue caótica porque hubo disturbios entre algunos vendedores y la Fuerza Pública, y hasta hubo gases lacrimógenos. “Fue terrible, catastrófico”, contó.
En esa línea de la avenida del Lago se ubican cerca de 70 vendedores de pescados, quienes, al igual que otros minoristas de Bazurto, le hacen una misma petición a la Alcaldía: que les permitan trabajar al menos hasta el mediodía, y principalmente que dejen entrar al ciudadano común con el pico y cédula, obviamente bajo un estricto control de bioseguridad.
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