Según Abraham Cowley, poeta inglés, “Dios hizo el primer jardín; Caín, la primera ciudad” y, tratándose de Cartagena de Indias, no cabe duda: desde su fundación (1 de junio de 1533), conservarse vivo y sano es una lotería.
Al dengue, viruela, tifo, tuberculosis, leptospirosis, lepra, cólera, sífilis, hidrofobia... se les temía más que a la nefasta Inquisición, a legiones de piratas o a negros cimarrones.
Lo grave es que casi todas estas pestes medievales, retornaron, con afinada puntería y virulencia, bautizadas ahora como ‘Enfermedades emergentes’ que, cabalgando sobre el brioso corcel de la corrupción y su cabestro clientelista, hacen su agosto todo el año bajo la carpa de la dejadez e incompetencia administrativa, y la ceguera selectiva de los organismos de control.
En la minúscula Cartagena de antaño como en ‘La Fantástica’, de Carlos Vives, centenares de seres humanos apenas respiran, sumidos en barriales de prostitución, droga, tugurios infernales, violencia desenfrenada, estómagos vacíos y niños en los pretiles, como en los tiempos del cólera y la esclavitud.
Y mientras concejales y alcalde se hacen mofa manoteándose, queda tiempo para ir de rumba, disfrutar vacaciones frente a una ciudad que se derrumba hiriendo con sorna el alma de los padres de Génesis, Luis Mateus, Kiara Paola, Sergio, Katerin y siete más, asesinados por el dengue.
Pensando en mis nietos no pude contener las lágrimas: en primera plana las caritas sonrientes de humildes niños cartageneros, víctimas de enfermedad endémica, ABSOLUTAMENTE PREVENIBLE, configurándose el presunto delito de homicidio, que a través del Colegio Profesional de Abogados de Colombia, presidido por el jurista Alcides Arrieta Meza, pedirá justicia, reparación y no repetición a quienes ostentan el poder en esta ciudad, campeona en número de infectados y fallecidos por dengue en todo el país, sin precedente en la historia. ¡Bellacos!
Ligado a la pobreza y la miseria, a este virus, conocido desde tiempos inmemoriales, la ciencia médica le identificó cuatro serotipos que el Aedes aegypti inocula, indiscriminadamente, a los humanos; sin embargo, numerosas ciudades, en Colombia y el mundo, lograron controlarlo utilizando biotecnología y rigurosas estrategias educativas. ¿Qué ocurrió en Cartagena? , ¿quiénes deben responder? y, lo más importante, ¿qué estrategias evitarán convertirnos en perpetuo cementerio de Ángeles y sonrisas? Sin duda las ciudades honorables no rinden pleitesía solo al dios de los negocios. En la Cartagena que exigimos y merecemos, no hay espacio para que nuevos Herodes Antipas continúen la ‘matanza de inocentes’.
Comentarios ()