Asombraron las recientes afirmaciones del excomandante del Ejército Nacional, Jorge Mora Rangel, quien fue representante plenipotenciario del Gobierno en la negociación de los acuerdos con las Farc, en un foro convocado por la Universidad Militar el pasado miércoles. Y sorprendieron porque siempre había defendido aquel proceso y los acuerdos suscritos con el grupo guerrillero.
Entre los cuestionamientos que formuló el general retirado están que en los anteriores acuerdos con grupos insurgentes -más de doce según su dicho-, no se negociaron las instituciones, en tanto que en La Habana sí, señalando que fue un “error mortal”; o que se favoreció en exceso a esta guerrilla al punto que las Farc hacen parte de casi todos los equipos donde se tienen que tomar decisiones a nivel gobierno, incluidas las reformas al sistema electoral, al sistema jurídico y al sistema político.
Según su dicho, las afirmaciones del general se pudieran resumir en dos puntos globales: el primero, en que el proceso de La Habana es causante de lo que hoy divide a los colombianos, división cuya raíz partió del rompimiento que se dio entre la negociación y el subsecuente plebiscito en el que triunfó el no a la aprobación de los acuerdos; y el segundo, en que la negociación adelantada no fue un proceso de paz, sino que solo supuso el fin de una confrontación bélica con una organización.
Por supuesto, las declaraciones del general Mora le agregan un nuevo elemento de recelo a una parte de la población que no se siente cómoda con los acuerdos finalmente adoptados, pero también alimenta la sensación de escepticismo entre ciudadanos que hacen parte de la gran mayoría que a la fecha sigue apoyando el proceso de paz, según recientes encuestas.
Y ese estado de sospecha sobre las resultas de los acuerdos a no dudarlo también se mantiene por los mensajes contradictorios que ha transmitido la dirigencia del partido Farc, pues no han sabido disipar las dudas causadas por declaraciones impertinentes que han herido la sensibilidad de colectivos de víctimas del conflicto, la no entrega de bienes y rutas del narcotráfico, la demora en las confesiones de crímenes, el retorno a las armas de antiguos dirigentes, entre otras circunstancias.
A pesar de que queda debiendo el general Mora la explicación del porqué no se levantó de la mesa de negociaciones y procuró enderezar lo que no compartía, o haber advertido al país de lo que hoy rechaza, no para hacer trizas los acuerdos que, como lo dijimos arriba, son aceptados por muchos colombianos, tanto él como quienes hoy nos dirigen están en el deber de abordar discusiones pausadas y públicas que permitan encontrar la forma de superar las grietas abiertas que no han podido cerrarse entre el triunfo del no en el plebiscito, la firma en el Teatro Colón y el decurso en la implementación de dichos acuerdos hasta la fecha.
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