Pa’lante chamos y chamas


Yamile busca a su hermano y quiere recuperar a sus sobrinos

Los dos hijos adoptivos que la vida le regaló le piden a gritos que regrese por ellos, Yamile no tiene cómo hacerlo. Ella vive el suplicio de sentirse ajena en su propia tierra.

El hermano de Yamile está desparecido. Dos años atrás le perdieron la pista. San Juan de Urabá, en Antioquia, o Montería, Córdoba, son los últimos lugares donde Antonio José Patiño Hoyos pudo haber estado.

Lo presumen por sus publicaciones en Facebook. La otra presunción, muy temida entre su familia, es que quizá no esté vivo.

Esa desaparición es solo un ápice de todo el viacrucis recorrido por Yamile Martínez. Su vida giró drásticamente y los últimos cinco años han sido tan complejos que, entres tantos padecimientos, ni siquiera ha podido buscar a Antonio José. (También te puede interesar: Migrantes quemaron ataúdes y se encadenaron como forma de protesta)

Una vida en otro país

Nacida en Cartagena, esta colombiana salió del país cuando era una niña de tres años. Su destino fue una entonces próspera Venezuela, donde hizo su vida. En la capital, Caracas, se estableció, estudió el colegio y la universidad. Se casó y tuvo cinco hijos.

“Ha sido bien duro. Muy fuerte. Me tocó hasta dormir dos noches en la calle, en el piso, en Maicao, porque no me alcanzó la plata para terminar de llegar a Cartagena”, refiere ahora Yamile, sobre su viaje de retorno a Colombia, el cual hizo cerca de 35 años después de vivir en el país vecino, cuando la economía decaída por hiperinflación, la obligó a regresar a la Heroica.

Su nueva realidad dista mucho de aquello que dejó atrás. De todo lo que abandonó. “A pesar de que la situación en Venezuela estaba fuerte, yo sentía que ese país me dio mucho, pude hacer todo lo que quise allá. Como colombiana pude estudiar y trabajar, me parecía como una traición salir corriendo porque el país estaba así. Además allá trabajaba como analista contable en una casa comercial de instrumentos quirúrgicos, mi jefe no quería que renunciara. Aquí, en Colombia, llevo cinco años y no he podido encontrar trabajo fijo”, cuenta.

“Mi esposo murió allá. Lo mataron para robarle una moto, hace diez años, y quizá también por eso me vine. Yo estaba sola, bastante achicopalada y, por eso, le hice a caso a mi mamá que me aconsejaba que viajara. Me convencieron, aproveché unas vacaciones en el trabajo y me vine con uno de mis hijos mayores”, añade.

Además de la falta de recursos, el viaje fue tormentoso por temor a que la Guardia Nacional de Venezuela retuviera a su hijo. “Fue bastante tedioso porque mi hijo estaba prestando el servicio militar, pero no quería seguir en el Ejército. A él la gente en la calle le decía, le reclamaba, que por qué como militar no hacía nada para cambiar al país, cuando él no tenía ni el rango ni la responsabilidad de hacer eso. Él aprovechó que tenía unos días de permiso y se vino conmigo”, detalla, sobre otras motivaciones para emprender el viaje.

Antonio José Patiño Hoyos, desaparecido.
Antonio José Patiño Hoyos, desaparecido.

El deseo latente de volver

Al dolor de migrar, de separarse de todo y de todos se le suma otro que se ha convertido en una zozobra monumental para Yamile. “Nos vinimos dejando a mi mamá, que ella es colombiana, es de Purísima, Córdoba, y dejando a mis dos sobrinitos, los tiene una institución ahorita en Venezuela que es como el Bienestar Familiar, porque mi mamá no tenía para darles de comer”, explica.

Los dos sobrinitos son ahora su mayor razón para querer volver a Venezuela, dice con firmeza. “A mis sobrinitos los estábamos cuidando entre mi mamá y yo, porque la mamá los abandonó. Él papá, que es mi hermano, desapareció, aquí en Colombia. Corrió una voz de que lo habían matado, pero no sabemos qué pasó con él”, narra.

“Aunque no tengo nada, estoy luchando, porque me quiero traer a mis sobrinos, que por lo menos tengan un hogar. Estuve buscando ayudas para ir porque solo me los entregan a mí, pero no ha sido posible”, recalca. (Lea también: Latinoamérica rechaza medidas coercitivas y promueve el derecho a migrar)

Un comienzo muy duro

En el corazón de Yamile late el eco de varios sentimientos. La incertidumbre de no saber sobre su hermano. La agonía de no poder conseguir los recursos para recuperar a sus sobrinos, pero también late la esperanza de que, algún día, su situación mejore.

“No tengo un empleo fijo. Siendo de aquí, tengo mi cédula de aquí, pensaba que iba a tener más oportunidades de trabajar en Colombia, pero no. Ningún trabajo deshonra, pero yo he tenido que hacer de todo. Me ha pasado de todo aquí”, afirma.

“Me vine de Venezuela porque estaba pasando hambre, ahora me han dado ganas de regresarme porque igual estoy pasando hambre aquí, por lo menos allá que es donde yo conozco y es donde puedo conseguir un empleo, pero allá, ya perdí mi casa”, agrega Yamile.

Hace un tiempo, Yamile logró traer a su madre a Colombia, pero la salud de la señora últimamente no ha sido buena y, por ello, ha tenido que ser hospitalizada por isquemias cerebrales que la dejaron inmóvil. Esta situación ha significado que la ansiedad también haga eco en el corazón de Yamile, quien, además de cuidarla, debe solventar los costos de parte de los tratamientos de su madre. Vive con ella en Torres del Bicentenario y con un hijo menor que está próximo a graduarse de la secundaria.

No pierde la esperanza

Hace un tiempo, Yamile se acercó al Centro Intégrate, un lugar para la integración de la población migrante y para colombianos retornados, que llegan ahí en busca de auxilio. “En principio la ayuda que yo quería era para retornar a Venezuela, por mis sobrinitos”, sostiene. Sin embargo, en ese lugar recibió asesoría, capacitaciones y ayuda para mejorar su situación. Por lo pronto, sigue empeñada en recuperar a esos dos hijos adoptivos que la vida le dio: “La trabajadora social de la entidad que los tiene me contactó y fue una alegría porque yo tenía mucho tiempo que no sabía nada de ellos. Ellos me llaman y me preguntan que cuándo los voy a buscar, quieren estar conmigo, soy lo único que tienen, soy como su mamá”.

Mientras va librando una y mil batallas, Yamile quiere cumplir ese sueño, y además no pierde de vista la posibilidad de que, algún día, su hermano aparezca.

Comenzará un emprendimiento

Yamile Martínez hace poco recibió un auxilio por parte de la Cancillería de Colombia, mediante del programa ‘Colombia nos une’, que brinda oportunidades de desarrollo para colombianos retornados. Dicha ayuda consistió en donaciones como insumos, un horno y una nevera con los que iniciará un emprendimiento de pastelería, oficio sobre el que tienen conocimientos. La entrega se realizó en el Centro Intégrate, ubicado en el barrio El Líbano (detrás de Tecnar), a donde pueden acudir colombianos retornados que requieran ayudas por parte del Gobierno.

Los dos hijos adoptivos que la vida le regaló le piden a gritos que regrese por ellos, Yamile no tiene cómo hacerlo. Ella vive el suplicio de sentirse ajena en su propia tierra y con el corazón lleno incertidumbre.

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