Quien controla el miedo de la gente se convierte en el amo de sus almas”, escribió Nicolás Maquiavelo en El príncipe, quizás el libro que fenómenos mediáticos como Nayib Bukele tienen en su mesa de noche. Allí el filósofo político de origen florentino hace un decálogo de control estatal y de autoridad férrea entre los vericuetos de las democracias.
Unos temen a roedores e insectos que otros se comen. Hay personas a quienes les aterra la oscuridad, mientras que para algunos es una aliada para el goce de los instintos. Para gustos, colores. En el mundo hay de todo. No obstante, uno de los miedos que más cohesiona al mundo es el temor a la muerte, una dimensión propiciada por la inseguridad que impera en las calles del subdesarrollo, como diría Blades. Lea: Bukele asegura que El Salvador es el país “más seguro de América Latina”
Bajo esta lógica y por sus logros en la materia se entiende el aura mesiánica que desde hace años ilumina a Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Según InSight Crime, su ofensiva directa contra las maras, pandillas que se convirtieron en símbolos culturales en su país, en Guatemala y en Honduras, causó una drástica reducción en las tasas de homicidios.
En 2022, las tasas de homicidios y extorsiones cayeron, indicó InSight Crime, cuando la Policía registró solo 495 homicidios, en comparación con los 1.147 del 2021. Esto es el resultado de los decretos de emergencia que Bukele promulgó y que permitieron que las autoridades les quitaran la humanidad a los pandilleros, y así los operativos serían golpes a cosas. Martillar a nada más que piezas del tándem criminal que hizo que El Salvador fuese el país más violento del hemisferio occidental por muchos años.
De esta manera, Bukele desangró de muerte a las pandillas maras MS13 y Barrio 18, encerrando a unas 60.000 personas, casi el 2 por ciento de la población adulta, informó InSight. Los negocios ahora respiran sin el yugo de la vacuna, como la llamamos en Colombia, y las migajas pandilleras tras la avanzada estatal ahora están en madrigueras sin poder barrial.
Para el escritor mexicano Federico Guzmán Rubio, el modelo Bukele se basa en un profundo desprecio a la vida. “La baja en los homicidios es evidente, pero en esos datos no entran los supuestos pandilleros ejecutados ni los inocentes asesinados en prisión: no se les considera gente. Sobra decir que son pobres, o sea, sospechosos”.
El cáliz de Bukele
Si en el cuadro de Da Vinci, Jesucristo usó la copa para el vino, el cáliz de Bukele en La Última Cena, que adelantó contra el crimen en su país, tendría mucha sangre sin cobrar. El Faro, un laureado periódico digital que se opone a la omnipotencia del presidente, ha precisado en diversos reportajes que la escalada de seguridad se dio presuntamente a costa de violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Lea: El Salvador cumple dos semanas bajo régimen de excepción tras ola criminal
En las calles y los barrios siguen sonando las botas militares. Algunas voces han ido más allá y ya teorizan que el crimen no murió sino que cambió de dueño, uno con uniforme camuflado y con un ansia de poder que enciende las alarmas dictatoriales alrededor de Bukele o, un escenario más caótico: que la ambición castrense sea más grande que el ego de su comandante en jefe y vuelvan las épocas de los golpes de estado.
Expertos consultados por InSight Crime se suscriben a la máxima de que el orden genialmente publicitado en redes sociales, que muchos celebran en distintos países, es insostenible y una bomba de tiempo. “Si no hay un trabajo social que transforme las dinámicas que dieron origen al pandillismo y se resuelvan los problemas judiciales y carcelarios, el rígido control será imposible de mantener”, expresaron y con recelo se refirieron a una posible carta en el bolsillo interno del traje de Bukele: la guerra no es contra las pandillas sino contra los cimientos de la democracia.


Óscar Martínez, periodista.
José Miguel Cruz, profesor de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), quien ha pasado los últimos 20 años analizando las pandillas de El Salvador, le comentó a InSight Crime que: “El propósito fundamental no es el tema de la seguridad. El propósito fundamental es ganar y mantenerse en el poder. Bukele sabrá explotar de manera muy habilidosa la guerra contra las pandillas para las próximas elecciones presidenciales”.
Por su parte, citada por InSight, Sonja Wolf, profesora de ciencias políticas en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), de México, y autora de Mano dura, un libro que explora políticas anteriores de mano dura en El Salvador, Bukele tendría a la democracia en una posición ideal para un nocaut. “Puede que a la gente no le guste lo que ha hecho en términos de represión, pero todos sabemos que la gente en El Salvador lleva tiempo esperando con ansias el fin de la violencia de pandillas y que no les importa necesariamente los medios para lograr ese fin”.
Una bomba de tiempo
Óscar Martínez, jefe de redacción de El Faro, en una entrevista con la BBC en el marco del reciente Hay Festival Cartagena, documentó varios atropellos al periodismo en su país que serían naturales en un régimen dictatorial. Espionaje estatal, acusaciones falsas de la Fiscalía y seguimientos constantes de la Policía a los reporteros. Un aparato orwelliano “intentando aplastar, disponiendo el marco legal para ejecutar todo lo que tiene que ejecutar cuando se siente incómodo”, denunció Martínez.
Las incubadoras de autoritarismos se alimentan con el odio popular contra algo. Judíos, tibetanos, gitanos o acholis, en un pasado; ahora: periodistas. “La población adora a Bukele. Por eso la gran mayoría en las calles de El Salvador nos detesta y es muy doloroso percibir ese sentimiento por parte de la población hacia la que uno escribe como periodista”, expresó Martínez a la BBC.
Y disparó: “Lo que más me duele es que cuando la población deje de detestarnos y crea las cosas que hemos publicado en El Faro, y eso va a ocurrir, ya va a ser muy tarde. Bukele ya se habrá reelegido”.
Varios reportajes e investigaciones han documentado los pactos entre Bukele y las pandillas, grupos que, cuando bajaron las armas al sentirse en tregua, lo último que vieron fue un fusilazo de un soldado. En esa acera, el escritor Federico Guzmán se resigna: “Por supuesto, Bukele aprovechará su victoria para anular a los otros poderes, reelegirse y convertirse en un pequeño dictador. Qué más da que vulnere la legalidad si cuenta con el apoyo de la población y si logró lo que ningún líder latinoamericano: terminar con la delincuencia”.
Comentarios ()