Facetas


De pandillero a escritor, arquitecto y tener una fundación

Esta es la historia de Henry Santiago, el joven de 28 años que salió de las drogas siguiendo el camino espiritual. Hoy pide fortalecer su centro de rehabilitación.

Henry Alonso Santiago Sánchez es escritor, Arquitecto y director de la fundación ‘En la Rueda del Alfarero’, en el barrio Ciudadela 2000. No lo hizo solo, atestigua que Dios lo ayudó.

Han pasado 10 años desde que sufrió una sobredosis y su vida cambió: con oración dejó las drogas, el robo, las pandillas y muchas otras cosas que lo atormentaban. Hoy cuenta su testimonio para inspirar a quienes quieran rehacer su vida. Lea también: El bolivarense que fue arrastrado por las drogas hasta en Ecuador

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Henry, de 28 años, nació en Santa Marta, donde vivía con sus padres y hermanos. Su papá, un comerciante santandereano, era extorsionado por grupos armados, por lo que vendió todo y, con su familia, emigraron a Cartagena.

Henry tenía 7 años cuando llegó al barrio Nelson Mandela, donde su padre compró una casa y empezó de cero pensando que tendrían una mejor calidad vida, pero ocurrió todo lo contrario.

A sus 13 años empezó a consumir drogas. En ese tiempo un grupo de limpieza social emprendió una ola de asesinatos con las llamadas listas negras. Casualmente un primo de su papá lideraba esa banda de limpieza: “Mataban al que tuviese areticos, a los rateros, prostitutas, incluso a las de la Torre del Reloj Público”, dijo Henry.

Un día su papá se encontraba con aquel primo en, lo que Henry llama, el lugar equivocado. Precisamente la Sijín estaba en labores de inteligencia, entraron a la casa para hacer un allanamiento y su papá cae preso. Pagó tres años de cárcel hasta que se dieron cuenta que él era inocente.

Cuando su papá quedó en libertad intentó ayudar a Henry, quien ya tenía 17 años, con terapias psicológicas pero fue fallido, incluso, su conducta empeoró con la separación de sus padres.

“Estando mi papá preso empecé a frecuentar con malas amistades en Nelson Mandela y después me junté con ‘Los poquiticos’, una pandilla del barrio Ciudadela 2000”, dijo, y agregó: “Cuando visitaba a mi papá en la cárcel de Ternera me afectaba mucho verlo entre tanta gente mala. Entonces yo comencé a comportarme mal en el colegio, era agresivo, puyaba con los lápices a mis compañeros y siempre me mandaban al psicólogo, hasta que un día me expulsaron y empecé a juntarme con los de Ciudadela 2000 para drogarme y robar”, contó el joven.

Fueron tantas las malas acciones de esta banda de delincuentes que, hasta el extinto locutor Campo Elías Teherán, anunció en el Noticiero Popular la vez que ‘Los Poquiticos’ lanzaron una granada en el barrio San Fernando, justo donde unos señores esperaban la ruta de su trabajo y resultaron heridos.

Como yo no gustaba de mi madrastra la apuñalé: fui a la cocina, cogí el cuchillo y la agredí en la barriga”

Henry Santiago.

“Yo era alias ‘Alonso Rula’, uno de los que sembró terror en Ciudadela 2000, que parecía un cementerio y casi nadie quería entrar allá por tanta delincuencia”, confesó Henry, y recordó que también ponían a pagar impuesto al carro de la leche, al de la Coca Cola y les quitaban las pertenencias a los que cruzaran por ahí.

Pasó el tiempo y su imagen se transformó: cabello largo, argollas y el cuerpo tatuado.

Cuando su papá quedó en libertad intentó ayudar a Henry, quien ya tenía 17 años, con terapias psicológicas pero fue fallido, incluso, su conducta empeoró con la separación de sus padres.

“Mi papá se enamoró de otra mujer y ella se fue a vivir con nosotros en Nelson Mandela. Un día llegué drogado a almorzar y vi que le estaba pegando muy feo a mi hermano menor. Eso me dolió mucho y como yo no gustaba de ella la apuñalé: fui a la cocina, cogí el cuchillo y la agredí en la barriga”, rememora.

Tras su conducta, su familia se mudó, dejando a Henry solo en aquella casa. Empezó a vender drogas y a drogarse. Los vecinos estaban aburridos y le decían que estaba dañando a los jóvenes. Hasta que un día tuvo una sobredosis por su adicción a la cocaína.

“Mi papá es católico, pero nunca me llevaron a una iglesia. Ese día tuve una sobredosis, empecé a botar sangre por la nariz, no podía respirar ni levantarme de la cama. ¡Me estaba ahogando! Cuando uno está al borde de la muerte clama a Dios, y le dije: Dios mío, ayúdame, si es verdad que tú existes has un milagro. De repente sentí una presencia de alguien que me abrazaba para consolarme, y yo lloraba y lloraba y al día siguiente, cuando me levanté, empecé a meditar y dije: Dios es real. Me hizo un milagro”, asegura.

Tenemos a una persona que era habitante de calle en Bazurto rehabilitado... y hasta se casó en diciembre”

Henry Alonso Santiago.

En Ciudadela 2000 su pandilla solía reunirse en una bonga a parchar y consumir droga. Ese lugar comenzó a estorbarle y prefirió regresar a su casa para pedirle a Dios que lo ayudara a salir de esa vida. “Terminaba llorando pero sentía una paz”, recuerda.

A los pocos días ocurrió un enfrentamiento entre pandillas a muerte. Ver a varios de sus amigos, especialmente a su mejor amigo, Fleider Peña, encerrado en un cajón, lo hizo recapacitar. Sin embargo, los compañeros de la pandilla a la que pertenecía lo vengaron matando a un joven de la banda ‘Los cerveceros’, del barrio Villa Fanny.

Desvalijaron las casas de ‘Los poquiticos’, en Ciudadela 2000, menos la de Henry porque él vivía en Nelson Mandela, y con miedo se encerró.

Una vez pasó por una iglesia llamada Misión Boston, y al entrar el pastor predicaba lo que él estaba viviendo. Se preguntaba por qué ese hombre sabía su vida, se sintió tocado y empezó a llorar.

Henry Alonso Santiago es autor del libro En las manos del Alfarero. // Foto: Zenia Valdelamar.
Henry Alonso Santiago es autor del libro En las manos del Alfarero. // Foto: Zenia Valdelamar.

“Al terminar le dije al pastor que me iban a matar, que tenía miedo de dormir en mi casa y le pedí dormir en la iglesia, me dijo que sí. Los hermanos me dieron comida, ropa, una hermana me ayudó a terminar el bachillerato, después ella me matriculó en el Mayor de Bolívar donde estudié Arquitectura. Luego pude comprar una moto y más tarde mi papá ganó la demanda por daños y perjuicios cuando estaba preso y salí beneficiado”, narró.

Su vida empezó a llenarse de muchas bendiciones. Como estudiaba Arquitectura, su papá le dio 60 millones de pesos para que construyera su casa, que antes era de madera en Nelson Mandela y hoy, dice, es la más bonita de la calle. Construyó tres apartamentos, uno para él y otros dos para sus hermanos.

Al regresar a Ciudadela 2000, encontró que Ecopetrol hizo una infraestructura grande para la comunidad donde hacían cursos del Sena, pero a causa de la delincuencia ese lugar quedó abandonado y sin dueño.

Como en ese tiempo no había Junta de Acción Comunal (JAC), lo administraba la Arquidiócesis de Cartagena. Henry gestionó para hacer un proyecto ayudando a habitantes de la calle y a las personas en pandillas, y le dieron el permiso. De ahí nació su libro ‘En las manos del alfarero’.

Hoy día ese Centro de Rehabilitación se divide en dos frentes: uno a la entrada de la unidad donde están los jóvenes en riesgo, y la otra unidad de niños que atiende su esposa, que es docente.

Henry, a través de su fundación, recibe donaciones de ropa, alimentos y demás. Los que ingresan de forma voluntaria disponen de habitaciones, baños, capacitaciones con cursos del Sena, gestiones para conseguir empleo... y hubo tres matrimonios.

“Contamos con psicólogos y brindamos educación de bachillerato por ciclos”, dijo Henry, quien les brinda orientación espiritual a esa comunidad, sembrándoles una esperanza para continuar.

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