Facetas


El Teatrino: Una bodega convertida en arte

Lo primero que hay por decir sobre esta historia es que la dedicación y el esfuerzo convierten sueños en realidades. Por más pequeños, por más lejanos, por más grandes o por muy difíciles que sean. Kizzis Ramírez Delgado nos muestra un ejemplo de ello: el Teatrino del barrio Los Almendros.

Ahí, en la manzana E, al suroccidente de Cartagena, solía haber una bodega de pisos rústicos y paredes de bloques grises desnudos. Pero, poco a poco y paso a paso, se transformó. Ahora, se erige una pequeña pero bien dotada sala donde se puede entrar a un mundo mágico, al gigante mundo de las artes escénicas.

Kizzis, una cartagenera criada en la calle San Antonio del barrio Olaya Herrera, está sentada ahora en una mecedora sobre ese escenario, se mueve entre el vaivén de las balanzas, el fondo negro resalta su tez blanca, iluminada por una luz amarilla vertical. No está actuando, como ama hacerlo. Ahora relata la historia de ese pequeño lugar y del proyecto que emprendió en diciembre de 2010, junto a tres amigas.

“Este espacio era una bodega, piso de cemento y paredes en block, entonces lo pintamos con anilina gris, compramos unas estibas (para la tarima) compramos unas telas de satín (para el telón) que eran muy económicas, y armamos la sala. Empezamos a trabajarle a los títeres y los niños empezaron a llegar. Fue muy fluido y esa fluidez permitió que nosotros siguiéramos creyendo en el proyecto y dedicarle no 8, sino las 24 horas”, comenta.

Desde que terminó el bachillerato, Kizzis siempre se dedicó a las artes escénicas. Estudió becada en la Escuela de Bellas Artes de Cartagena y se profesionalizó gracias a un programa del Ministerio de Cultura, en la Universidad del Atlántico. “Estuve en varios grupos de teatro de la ciudad, pero decía que quería hacer algo diferente. Entonces es cuando decido buscar una línea de trabajo, individual, independiente, con el teatro siempre había como tropezones, entonces se presentan el títere y otras personas que también estaban ansiosas de montar otras cosas”, recuerda. Ahí nació la sala de teatro de Los Almendros.

-¿Recuerdas la primera presentación?
-No teníamos títeres (risas), eran las manos y dos bolitas de ping pong en cada mano y un perrito que era un peluche de mi hija. Había que hacer algo, ya la gente sabía que íbamos a hacer una función. Entonces armamos en una semana un espectáculo que se llama Operación Regalo, todavía lo presentamos, con tubos y una tela decorada armamos el teatrino. De ahí en adelante empezó esta tarea creativa desde la dramaturgia.
En sus primeros tres años el grupo, llamado la Tropa de Trapo, presentó seis obras, dos por año, cada sábado y domingo, para dar alegría a los niños. “Y al cuarto año empezamos a mirar los audivisuales. El afán de nosotros es mostrar que el títere sirve para todo y empezamos a utilizarlo bajo un concepto de youtubers, nosotros los llamamos titiritubers, pequeños cortos audiovisuales de unos seis minutos. Entonces ahora trabajamos esas dos líneas, la virtual y presencial”, agrega Kizzis.

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¿Cómo llegó ese pequeño y rústico espacio a transformarse en la sala espléndida de hoy?, con telones antiincendios, juego de reflectores especiales y piso en linóleo para bailarines; baños y cómodos sillones. Los primeros tres años hicieron algunas adecuaciones de la infraestructura, pero el grupo, conformado por Kati López, Ruby Garrido y Alfredo Arteaga, en 2015 ganó una convocatoria del Ministerio de Cultura para mejorar y dotar la sala.
“Los requisitos eran bastante complicados, como tener mínimo 40 presentaciones anuales. Eso fue en 2015 y en 2016 empieza la remodelación que termina en diciembre, este año nos entregaron la sala que no solo nos beneficia a nosotros como artistas sino también al público cuando llega a la sala. En la región Caribe somos los primeros y los únicos que hemos ganado esa convocatoria aunque van a abrirla nuevamente este año. Hay gente que dice esto es otro mundo aquí adentro”, confiesa Kizzis.

Y es que si ser artista escénico en Cartagena es difícil, tener un lugar como este lo es más aún. “Actualmente existen tres salas, tres espacios que presentan programación permanente. Uno queda en El Socorro, de un grupo que se llama Mamarrachos Parlanchines, y el espacio se llama El Patiecito; y está la Reculá del Ovejo, que es en el Centro, que tiene 15 años aproximadamente. Cuando uno se compara con Bogotá o Medellín, que sobrepasan las 40 o 50 salas, nosotros estamos en pañales teniendo aquí tres salas solamente, estamos en desventaja grandísima porque de todas formas el desarrollo artístico también se ve por los espacios que uno pueda tener para desarrollarse”, precisa la artista escénica.

Museo único
Al entrar al teatrino sorprende el escenario, las luces y también la colección de títeres. Y es que además el lugar es un museo, con aproximadamente 60 piezas en exhibición permanente, visitado por estudiantes de colegio. “Decidimos darle la importancia a todos estos titiriteros que tienen muchos años de estar trabajando eso y decidimos crear un concepto muy innovador, en la región Caribe, que era el Museo del Títere. Con una colección nuestra, donde se muestran las etnias, algunos mitos y leyendas, y actores festivos de la región Caribe, como la marimonda y el capuchón, y con piezas de otros titiriteros”.
“También tenemos otro proyecto que se llama El Festín, miramos que no estaban llegando ofertas culturales a las islas de Cartagena y corregimientos cercanos a las playas, entonces hemos llegado con talleres y funciones. Este año se va a cumplir la tercera versión, esperamos poder cubrir desde La Boquilla a Marlinda, Punta Canoa, Galerazamba, todos los que están cercanos al mar. Esa es la meta de este año”.

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Domingo 4 de junio. El Teatrino Móvil, otro proyecto de la Tropa de Trapo, llega por sorpresa al barrio Los Calamares. Unos 60 niños emocionados lo rodean y se divierten con el espectáculo. “Este año tenemos ese proyecto de Teatrino Móvil. Va jalado por una bicicleta y llega en comparsa a los barrios. La comparsa son dos payasos de circo que hacen el anuncio para que se acerquen los niños con sus sillas. Sin distinción de estrato, llegaremos a todos los barrios que podamos llegar, ya sea Bocagrande, Castillogrande o El Pozón, porque el arte no tiene estrato”, específica Kizzis

Epílogo
Entrar a El Teatrino sorprende, es entrar a otro mundo, en medio de la urbanidad de un barrio que pareciera no tener nada que ver con arte escénico pero que tiene en su corazón un espacio donde se promueven el teatro y la cultura.

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