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En Pontezuela, Esmeralda espera a quién vender su arte en totumo

Desde hace 30 años, Esmeralda González trabaja el totumo. La pandemia la ha dejado sin clientes, pero no se desanima y sigue fabricando sus bellas piezas.

IVIS MARTÍNEZ PIMIENTA

30 de agosto de 2020 12:00 AM

Esmeralda González Ortega nació hace 56 años en Cartagena pero siempre ha vivido en Pontezuela, que ha sido llamado ‘destino artesanal’ del norte de Bolívar por la manera en que el arte se adueñó de sus totumos.

La experimentada artesana, de voz firme y amena, en medio de la preocupación que la embarga por no saber cuándo volverá a vender sus productos, destaca que ama hacer maracas, cofres, flores, centros de mesa, cucharas y cualquier objeto que le pongan, todo a base de este fruto.

Las creaciones de Esmeralda son coloridas, llenas de brillo. Un gajo de totumos de colores cuelga de una viga, sobre una mariquita roja que ha tomado forma al lado de una morrocoya a blanco y negro. Juegan con formas y diseños infinitos.

Un arduo trabajo

Un día de la semana, salen temprano al monte a buscar el material. Con 75 años, hasta doña Loida Ortega, la mamá de Esmeralda, se ‘encarama’ en los palos de totumo para tener los elementos suficientes con los que empezar a trabajar.

“Mija, si la vieras”, dice riendo Esmeralda al recordar la vitalidad con la que su madre sigue dedicándose a este oficio.

Juntan los totumos y los meten en sacos que después cargan hasta la carretera principal, esperando que pase alguna moto que los transporte. Pueden pasar desde la mañana hasta la tarde en recolección.

El proceso sigue con la preparación del fruto, al que le quitan los ‘picos’ y luego abren para extraer la pulpa. Después de dejarlos secando, empiezan con todo lo que es la operación creativa.

● La decoración es la parte preferida de los artistas, porque pueden tallarlo, pintarlo o adornarlo.

Más de 10 personas de la familia de Esmeralda trabajan desde hace años sus piezas con ahínco y dedicación, para lograr su subsistencia, pero algo tan impensable como la pandemia es una grave amenaza.

Ya antes de la pandemia el comercio de Pontezuela estaba en crisis y es que la mayoría vive de la artesanía. No se habla de esta vereda en los medios de comunicación, es una pequeña población tan olvidada que muchos de los que viven allí se han acostumbrado a estar invisibles ante los proyectos, programas o ayudas que se gestan en Cartagena y sus alrededores. Dicen que en Pontezuela solo hay policías los fines de semana, y no hay mucho que hacer.

Las casas son en su mayoría de ‘material’ y zinc en esta comunidad, pero las calles están destapadas y se nota que muchos allí piden a gritos que los recuerden, que les garanticen un trabajo digno. Algo que se destaca de Pontezuela es que sus habitantes no se dan por vencidos.

“Esto de la artesanía viene de generación en generación”, empieza Esmeralda. “Mi papá me enseñó a hacer maracas y toda la familia hace artesanías, mis hijas también. Eso sí, las cosas han cambiado; no es como antes, que les sacábamos el brillo a las maracas con trapo, ahora nos tecnificamos más y eso nos ha ayudado mucho.

“Me gusta hacer todo. Con el totumo hago lo que usted no se imagina, decoramos y hacemos lo que usted menos cree. Al día nos hacemos dos centros de mesa bien hechos, y maracas, hasta 2 docenas por día”.

Uno de los problemas que enfrentan, al menos en esta familia, es no tener una empresa debidamente conformada. “Muchos aquí no nos hemos registrado como artesanos. Hacemos artesanías pero realmente Pontezuela no aparece como pueblo de artesanos, aunque el producto se lo lleven de aquí”.

¿Cómo comercian estos artesanos?

Los productos que esta familia elabora son en extremo baratos y desde hace más de 20 años tienen un precio estable, nunca suben de valor. Fabrican para revendedores, muchos ambulantes, que los ofrecen a los turistas en las calles del Corralito de Piedra.

“Las totumas, por ejemplo, se las vendemos a revendedores, pero lo que son centros de mesa, o fruteros, podemos venderlos por encargo. Tenemos meses que no vendemos casi nada”.

Sin embargo, con los recursos que tiene, esta familia sigue trabajando y acumulando su mercancía, esperando en los próximos meses poder venderla.

El marido de doña Esmeralda es albañil y tampoco ha tenido mucho trabajo por estos días. “Pero, bueno, aquí estamos”, suspira la artesana. “Usted no sabe ni cómo hemos sobrevivido, gracias a Dios cuento con mis hijos. La Alcaldía de Cartagena nos ayudó con mercados dos veces en junio, y bueno, estamos a la espera de que se acuerden de nosotros de nuevo. En Artesanías de Colombia también nos apoyamos, pero el Gobierno no les ha dado las ayudas a los artesanos, es lo que nos han dicho”.

Con las nuevas generaciones

Esmeralda es una joya, como su nombre; es una mujer trabajadora que hace con amor todos sus productos y que a su vez enseña a quienes quieran aprender.

“Bueno, ahorita los jóvenes le están poniendo más amor y más sentimiento, y es que hemos avanzado también en el artesanía, ahora tallamos, labramos, y en la familia eso ha gustado”.

Desde ya, en Cartagena se está trabajando en el plan piloto para la reapertura de diversos sectores, entre ellos las playas, sin embargo, la subsistencia de personas como Esmeralda depende de los visitantes del país y del exterior, quienes son los más encantados con este tipo de souvenirs.

“Yo espero que con la reapertura, que no creo que sea tan pronto, se normalice el turismo, que es el que necesitamos para poder vender... Tenemos mercancía acumulada”, cuenta.

Para seguir trabajando, les llevan productos a uno que otro almacén que requiera sus artesanías y, por ejemplo, instituciones como el Colegio Británico, dice Esmeralda, les hacen pedidos en sus eventos especiales con tal de ayudarlos, gracias a la cercanía que tienen.

Esmeralda dice que en este tiempo ella ha perdido más de 3 millones de pesos pero no se desanima. Con el carisma que la caracteriza sigue pensando en nuevos motivos para adornar sus especiales totumos.

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