Eduardo Márceles Daconte ha estado al pie del Carnaval de Barranquilla en los últimos años, y ha captado más de cuatro mil fotos de los instantes de esta expresión cultural ancestral del Caribe colombiano. De ese tesoro visual y testimonial monumental, ha seleccionado más de trescientas setenta imágenes para su extraordinario libro 16 danzas emblemáticas del Carnaval de Barranquilla (2022), publicado por Editorial Señal Gráfica, con el apoyo de Gerald Gassman, Cónsul Honorario de Colombia en Stuttgart. Se trata del primer libro en español e inglés que analiza las historias secretas de las danzas del Carnaval de Barranquilla, que merecieron la declaratoria de Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad en 2003 por la Unesco. El desafío de Márceles ha sido colosal, porque junto al riguroso quehacer de investigador que se sentó a conversar con los directores y miembros de estas danzas, emprendió la tarea de fotografiarlos y dirigir con diversas cámaras, durante muchos años, un documental que compendiara la compleja travesía de narrar y contar la historia del carnaval. Lea aquí: Lanzamiento de libro sobre el Carnaval de Barranquilla
Danza Farotas de Talaigua.//Foto cortesía Eduardo Márceles Daconte.
El libro de 246 páginas sobre la fiesta más intensa e imaginativa del Caribe, y una de las mejores del mundo, comienza por contarnos el cuento de cómo nacieron estas danzas: la Danza de Congos, Danza-Comparsa de Marimondas, Danza del Garabato, Danza-Comparsa de Monocucos, Danza del Paloteo, Danza de Coyongos, La Cumbiamba, Danza Son de Negro, Danza del Gallinazo, Danza Diablos Arlequines, Danza Farotas de Talaigua, Danza Imperio de las Aves, Danza Indios de Trenza, Danza del Caimán, Danza de Micos y Micas, Danza-Comparsa Negritas Puloy.
Así como el río Magdalena fue el espejo y el retrato de la existencia sigilosa y dramática de las aldeas y de sus viajeros, ese mismo río espejo de la nación y de los pueblos ribereños arrastró en sus entrañas las memorias de las danzas que desembocaron en el puerto y nutrirían, con matices y colores, a lo largo de dos centurias el espléndido mestizaje entre indígenas, africanos y europeos, y forjaría el espléndido sincretismo cultural del Carnaval de Barranquilla.
Al escuchar a Márceles Daconte en su presentación del libro en la Biblioteca Bartolomé Calvo del Banco de la República, nos recordaba que estas danzas han permeado todos los lenguajes en el Caribe, y lo volvemos a encontrar como un espejo que refleja los lados de un poliedro en la música, en la pintura, en la narrativa, en el teatro, en el cine, en la crónica, en la fotografía, en la investigación histórica, y en la imaginación cotidiana de los pueblos del Caribe.
La danza más antigua
La danza más antigua del Carnaval de Barranquilla es la del Congo Grande, fundada el 22 de diciembre de 1875 por Joaquín Brachi. Evoca los cabildos de negros de Cartagena de Indias y con ella “rememoraban deidades africanas como Oshun, Elegguá, Yemayá o Changó que, a raíz de la represión inquisitorial y el sincretismo religioso, fueron disfrazados con nombres de santos católicos”, precisa Márceles. El organizador de esta danza era Brachi, comerciante de ancestro italiano que vendía artesanías, quien había quedado impactado al vivir las Fiestas de la Candelaria en Cartagena.
La Danza del Garabato es otra de las más representativas, surgida entre familias pobres de Ciénaga que llegaron a Barranquilla por el barrio Rebolo, conocido como el Barrio Arriba. Se enriqueció esta danza en 1958 cuando Delia Zapata Olivella fue contratada por el Country Club para dirigir la danza. El garabato utilizado por los campesinos se convierte en el haz de la muerte que bailotea buscando ganar la batalla, pero en esta danza es la muerte la que acaba derrotada en la pista de baile. Todo carnaval es una burla contra la muerte y una recreación festiva y dionisíaca del ser ante la certeza de su muerte. Solo en el carnaval la vida vence a la muerte. Y al recordarlo, Márceles dice que en el Caribe las lunas del carnaval fecundan nuevos seres humanos, y crece la tribu en cada noviembre. Lea además: Después de dos años la Vía 40 vivió la Batalla de Flores
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