La señora Olivia Carmona Reyes, de 62 años, tiene una risa contagiosa, de esas que iluminan los espacios. No es muy alta, y camina con una tranquilidad ceremoniosa. Goza del don de los buenos maestros: dar lecciones difíciles de olvidar.
Como sanjacintera, su herencia ancestral, que está expresada en el tejido de la hamaca, viene de los indígenas zenúes, legado que fue pasando de generación en generación, hasta llegar a ella cuando apenas tenía 12 años. Eso la enorgullece.
Para la maestra, los indígenas que habitaron los Montes de María eran inteligentes, sabios y creativos y hay que decir que ella también tiene esas cualidades.
“Esto es tradición. Aprendí viendo a mi abuelita y a mi mamá. Se empieza haciendo cositas pequeñas, como fajas. Lo hice porque me gustó desde niña el tejido y todo lo que tenía que ver con la cultura”, empieza.
Con el tiempo, fue adquiriendo una mejor práctica y es por eso que sabe el secreto de una hamaca bien hecha.
“El secreto para una hamaca bien tejida es que no debe tener hilos sueltos, ni que se vean. También se deben dar paletazos firmes y las orillas no pueden verse ‘boquerosas’, como decimos (ríe), deben estar pegaditas, rectas. Es lo mismo con las mochilas: una mochila que se para solita no se compara a una mochila aguada, que uno la trata de parar y se cae. También en el tejido hay calidad”, dice.
Mientras la artesana habla, lanza pequeños datos importantes de este producto estrella del tejido. ¿Sabía usted que la hamaca tradicional sanjacintera es de rayas de color turquí, blanco y azul? Su tamaño estándar es de 2,40 metros por 1,52 metros de ancho.
No es casualidad que la señora Olivia haya sido nombrada por el Gobierno de Colombia como la primera maestra de tejeduría de hamaca en San Jacinto, llevando la bandera de un plan piloto que buscan implementar en toda Colombia.
El proyecto, en el país, tendrá maestros artesanos que les enseñarán a los más jóvenes de sus comunidades, con el fin de preservar su identidad.
El trinar de los pájaros sonoriza la entrevista, y una hamaca ‘guindada’ a un lado del quiosco de palma invita a descansar. Los devanadores de hilos de algodón de colores vivos están por todos lados, mientras que los hilos ya devanados reposan en bolsas en el suelo.
Olivia cuenta cómo llegó a ser parte de este nuevo sueño.
“No me acuerdo en qué mes llegó el presidente Iván Duque y, bueno, salieron unas propuestas de ahí. Una de ellas fue que se mirara al sector artesanal, porque aquí el folclor ya está bastante escueto. El Presidente dijo que él venía con un programa directo para ayudar a cada comunidad. La idea quedó clara y ahí mismo se vinculó el Ministerio de Cultura y después se organizó un proyecto con ayuda de la Escuela Taller Mompox”.
Para empezar este nuevo proyecto, llamado ‘Escuela taller museo vivo’, se postularon varias artesanas (tanto organizadas en cooperativas, como tejedoras independientes). Hubo siete personas.
“Fue un proceso muy hermoso, muy limpio. Después de la postulación donde uno mostró sus capacidades, se escogió a la ganadora. Todas, las siete, estábamos casi al mismo nivel, sabemos del tema, somos de San Jacinto, pero hubo puntuaciones y evaluaciones. Hubo entrevistas, referencias, muestras del trabajo y gracias a Dios obtuve el puntaje más alto”, cuenta.
Hoy, el proyecto se llama ‘Escuela taller museo vivo Olivia Carmona’.
“Me tienen ‘Carmona de Castellar’ en el letrero”, ríe la maestra, evocando a su esposo, Miguel Alberto Castellar Buelvas.
Una vez que terminó el proceso de escoger a la maestra, se empezó a adecuar el patio de la casa de Olivia, con la creación inicial de ocho telares, de los cuales finalmente se construyeron seis.
Telares pequeños y grandes posan inmóviles, preparados para que los coloridos hilos de las hamacas se enreden en ellos, para que se siga tejiendo la costumbre más representativa de San Jacinto.
“Las clases son teórico-prácticas. Se hablará de la cultura para que puedan empaparse, y con el tiempo habrá que aprender de mercadeo, de innovación del producto, etc”, explica Olivia.
Esta escuela taller irá desde febrero hasta noviembre de este año, pero por ahora buscan a jóvenes que quieran participar.
“Se deben tener en cuenta sus horarios, para que el taller se desarrolle como escuela y no interfiera con otras obligaciones. Sé que va a venir más gente de la que tenemos pensada, y estoy dispuesta a enseñarles lo poco que sé”, dice sonriente.
Si tienen éxito, este tipo de talleres estarán en distintas partes del pueblo, para que sea más fácil acceder a ellos.
“Son sueños que teníamos desde hace mucho tiempo porque se está perdiendo nuestra tradición. El tejido de hamaca ya está quedando en manos de nosotras, las personas mayores, y ya nos sentimos cansadas. Los jóvenes no se están interesando por la cultura de la tejeduría, sino que están buscando otras alternativas y eso es preocupante”.
Pero la señora Olivia tiene la herramienta más importante para sacar adelante su taller: amor por el tejido, por eso afirma estar agradecida, no solo con el Ministerio de Cultura, la Alcaldía de San Jacinto y la Presidencia de Colombia, sino con “la comunidad y con todos los interesados en la cultura”.
Por lo pronto, espera que el amor por la artesanía siga vivo en San Jacinto, un pueblo con una riqueza que vale la pena preservar.
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