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Hipocondría…; ¡Miedos que parecen enfermedades!

NATALIA ECHEVERRI VARGAS

03 de agosto de 2013 09:45 PM

Es cierto que desde que corremos a buscar en internet información sobre una enfermedad, todos podríamos clasificar en la escala de los preocupados por enfermedades inexistentes. Porque el miedo a perder la vida es tan humano, como lo es temer a estar enfermos de verdad.

Para nadie es un secreto que, a menudo, factores como el estrés, una economía difícil, discusiones con la pareja, o en general, un sentimiento de insatisfacción, pueden traducirse en manifestaciones orgánicas como dolores de cabeza, dificultades para respirar e incluso desmayos.
Por otro lado, no es menos común que algunas personas, desde la infancia, muestren su disposición a “hacerse los enfermos” para recibir ciertos beneficios, eludir responsabilidades o, sin ir tan lejos, llamar la atención de sus padres. Y si lo pensamos bien, todos en menor o mayor grado podemos clasificar en alguno de los casos citados. Pero los hipocondriacos diagnosticados, realmente padecen un trastorno de ansiedad que va mucho más allá.
Ellos muestran una capacidad sorprendente para percibir acciones naturales del cuerpo como raros indicios de una enfermedad terminal. Y paciencia para tejerlos en una red de padecimientos tentativos, sin concentrarse tanto en estos, pues muchas veces les gana el temor de confirmar estar enfermos de muerte.
Y aunque la idea con la que generalmente los asociamos es la de una persona que visita a todos los especialistas y se hace todos los exámenes, lo cierto es que algunos incluso llegan a automedicarse para eliminar los ‘síntomas’, sin contárselo a nadie.

¿LAS CAUSAS? MUCHAS…
Es variada la fuente de razones que pueden desencadenar hipocondría, pero se cree que contextos familiares o sociales muy focalizados en el tema de la salud son una causa frecuente. Desde haber tenido unos padres reiterativos con frases como “‘¿estás enfermo?, te veo pálido”, hasta personas que hayan tenido contacto directo con enfermedades graves o raras, pueden tener predisposición.
No se le pueden alegar causas hereditarias. Hace algún tiempo, los especialistas buscan indicios de ello en diferentes trastornos sicológicos, pero los resultados hasta ahora no han arrojado nada concreto. Sin embargo, otra razón podría ser el diagnóstico erróneo de alguna enfermedad grave.
Aún así, es claro que deriva generalmente de temores profundos o de conflictos frente a un hecho que la persona no puede aceptar. “Por ejemplo, temor frente alguna culpa, frente a la sexualidad; la persona puede trasformar esas culpas en enfermedades y por lo tanto, ser castigado por la muerte”, precisa el doctor Ernesto Martín Padilla, sicólogo magíster en Sicología Clínica y de la Familia.
Las posibilidades cuando de miedos o culpas se habla son infinitas, así que para la sicología clínica no existe una clasificación que defina diversos perfiles de hipocondriacos; el diagnostico es unánime y se basará en una característica central. “El rasgo es ese temor a padecer una enfermedad, ese es el criterio general. Lo importante del hipocondriaco no es tanto la preocupación por los síntomas, sino lo que estos significan, el temor a morir”, agrega el doctor Martín.
Algunos estudios encontraron que las personas afectadas con este trastorno pueden compartir una creatividad emocional complementaria a su gran imaginación; predilección por controlar cada cosa en su vida y predisposición a obsesionarse fácilmente. Lo anterior, combinado con el miedo a la muerte, los lleva a evitar cualquier riesgo, limitando su rango de actividades e interacción social.
A pesar de no poderse establecer muy bien todas las causas, la hipocondría es un padecimiento conocido hace tiempo. Así que las voces que postulan a internet como una posible causa, no son más que rumores infundados… a lo máximo, facilita mayor cantidad de información.

DEPRESIÓN, UNA DE SUS COMPAÑÍAS
Como es de imaginarse, una persona con temor a morir va perdiendo, con el tiempo, buena parte de su contacto social. Las críticas que ya conoce de la mayoría de sus allegados harán en muchos casos que oculte sus dolores, deje de hablar de estos y se encierre en monólogos mentales sobre los posibles desenlaces.
Obviamente, esto por sí solo ya es un motivo suficiente para dejarse coquetear por la depresión y el aislamiento. Pero también es común que se sientan incomprendidos  y se entreguen al pensamiento catastrófico. De hecho, es probable que se dejen influenciar por cierto comportamiento paranoico.
“La hipocondría o trastorno de la ansiedad puede ser una cosa mayor; puede acompañarse de depresión, de cierta ansiedad paranoide, pero esta también tiene otro tipo de elementos no manifiestos”, asegura el experto.
Como decíamos antes, es muy frecuente que la persona evite ir al médico o rechace un examen. En algunos casos se da la automedicación, aunque no es tan común como se creería. En cambio, es más frecuente en aquellos que tienden a somatizar sus problemas, ellos son adeptos a los médicos y sus rutinas.
“Los pacientes que somatizan son quienes se automedican. En el caso del hipocondriaco, lo principal es el temor a lo que esos síntomas representan. Por lo tanto no es tan frecuente que se automediquen, pues están pensando que tienen una enfermedad grave, y obviamente frente a ella no hay medicación.
Cuando se da el caso - continúa el doctor Martín-, lo hacen buscando la disminución de los síntomas, para aliviar la preocupación de tener una enfermedad grave. Ellos creen que si pueden controlar el síntoma, no tienen esa enfermedad. Pero lo más habitual es que acudan al médico solo cuando les gana la incertidumbre”.

UN VIAJE A SU INTERIOR
Al parecer, un proceso de abstracción selectiva de las sensaciones internas (las que se elevan a síntomas) es el comienzo del círculo vicioso. Es tanta su focalización, que un simple ruido intestinal  puede ser interpretado bajo esa percepción catastrófica como un síntoma, el inicio de todo.
Con esta supuesta señal de que algo anda mal, la persona les da rienda suelta a los posibles diagnósticos; incluso considera las posibilidades de morir, logrando generarse un malestar físico real. Por eso, uno de los ejes centrales del tratamiento es reducir el temor a la enfermedad y a la muerte.
“Lo importante es que el paciente encuentre la causa real de sus temores. El temor a enfermarse o morir proviene de algo que está evadiendo o reprimiendo, y la conducta de pretender manejar una hipotética enfermedad es, de alguna manera, la forma de desviar esa causa real.
Esta puede ser de índole personal, conyugal o familiar. O por creencias de que algo terrible va a pasar. Incluso el hecho de que le vaya bien en la vida, lo angustia; porque según sus creencias, las cosas no deberían ser así”.
El doctor Martín considera que los hipocondriacos tienen una tendencia a controlarlo todo, a no salirse de sus creencias… y la enfermedad es un terreno en el que nadie puede tener el dominio absoluto.
Pero algunas teorías van más lejos, pues consideran a los afectados como sujetos con poca capacidad para aceptar y afrontar sus problemas. De hecho, esa falta de autorreflexión hace muy difícil que puedan aceptar que tienen un conflicto sicológico.

DIFÍCIL DIAGNOSTICARLA Y TRATARLA
Cuando se reconoce ese temor constante a morir, la evaluación tiene en cuenta varios puntos. Por supuesto, es indispensable una historia clínica detallada que reúna las evidencias de que no hay tal enfermedad; se evalúan las funciones cognoscitivas del paciente y los estados emocionales asociados (como la depresión y ansiedad); también se entra a indagar sobre su historia, su contexto personal y familiar, sus creencias y sus mecanismos de defensa para desviar los miedos reales.
Los tratamientos varían, pero generalmente consisten en una terapia que va hasta los seis meses y busca hacerles entender que sí padecen de algo… y que ese algo es un trastorno generado por ideas y creencias que deben desarraigar, no una enfermedad orgánica.
Así como debe atacarse el miedo a la muerte buscando su causa real, los especialistas procuran reducir el malestar físico, pues decirle a esa persona que no sufre de nada, solo empeora su condición. Eso sí, es necesario hacerle caer en cuenta que manifestar un estado depresivo o ansioso es una buena forma de sentirse realmente enfermo.
Para que los resultados sean exitosos se debe modificar el procesamiento cognitivo de los hipocondriacos.  Y ahí está lo delicado. Es difícil hacerle entender a alguien que se siente enfermo… que no lo está. Sin embargo, cuando se le va facilitando mayor información, suele ser más fácil.
Para ello, se le explica cómo funciona dicho círculo vicioso, cómo son de determinantes las experiencias vividas en el pasado y las creencias demasiado férreas y que un porcentaje de los síntomas de cualquier persona tiene un origen no orgánico.
Nunca se le debe decir a un hipocondriaco que todo es producto de su imaginación. Aceptar su sufrimiento es una buena forma de comenzar. Y con base en la evidencia se le explica que su trastorno real se da a partir de su experiencia personal y de cómo la interpreta.
Así se busca mejorar la comprensión adecuada de los síntomas, mientras se modifica su base cognitiva, evitando su predisposición a estar pendiente de los cambios corporales  normales.
Es normal que en algún momento pueda estar enfermo de verdad, así que desechar todas sus quejas como si fueran infundadas o ficticias es bastante irresponsable. Por lo tanto, quienes estén direccionando el tratamiento deben ser muy objetivos al escucharlo y evitar el exceso de exámenes diagnósticos o medicamentos.
De hecho, las recomendaciones que se le hacen es evitar leer la información que traen los medicamentos, pues cualquier forma de desviar la atención sobre el tema de posibles enfermedades es indispensable.
Ejercitarse o disfrutar un pasatiempo también es una excelente idea. En el primer caso por ejemplo, mientras la mente permanece ocupada, el cuerpo recibe los beneficios de correr o montar bicicleta.
 

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Asesoría: Doctor Ernesto Martín Padilla, sicólogo magíster en Sicología Clínica y de la Familia. Director de la Maestría en Psicología de la Salud y la Discapacidad. Universidad de la Sabana.

 

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