Cartagena


¿Qué motiva la indisciplina social durante la pandemia?

Durante los últimos fines de semana la Policía Metropolitana de Cartagena ha intervenido centenares de fiestas que violan todas las medidas y aumentan el riesgo de contraer COVID-19.

ANGIE GOEZ AHUMEDO

11 de enero de 2021 10:00 AM

Durante todos estos meses el aislamiento ha sido considerado la medida más efectiva para evitar el contagio del COVID-19. Sin embargo, ante la necesidad de salir a trabajar, estudiar y hacer otras actividades, se recomienda usar tapabocas, gel antibacterial o alcohol y mantener el distanciamiento social.

Todo esto se ha convertido en un conjunto de reglas estipuladas por autoridades internacionales, el Ministerio de Salud y los gobiernos locales para proteger a la población del virus que ha puesto en jaque al mundo entero, empero, más allá de las directrices, la ciudadanía cumple un papel fundamental en acatar estas indicaciones y practicar el autocuidado.

Aunque la lógica indicaría que todos quieren cuidarse del COVID-19 y cuidar a los demás, lo cierto es que con la reapertura de sectores ha surgido la indisciplina social que hoy tiene al país en una segunda ola de contagios, con cifras mucho más altas que las registradas al inicio de la pandemia. Cartagena, por ejemplo, ha estado en el ojo de la opinión pública nacional, pues en varias ocasiones se han divulgado videos de fiestas clandestinas sin ningún protocolo ni control. La última fue la más vergonzosa e indignante, pues se trató de un grupo de menores, que, sin usar tapabocas, bailaban y consumían alcohol.

De acuerdo con la Policía Metropolitana de Cartagena, tan solo el 2 de enero se intervinieron 74 aglomeraciones en los barrios San Francisco, La Esperanza, La Candelaria, Olaya Herrera, Fredonia, El Pozón, Bicentenario, Las Palmeras, Villa Rosita, El Socorro, Blas de Lezo, Nuevo Bosque, 9 de Abril, Nelson Mandela, San Fernando, y en los corregimientos de La Boquilla, Pasacaballos y Santana, donde el consumo excesivo de alcohol generó puntos de afluencia masiva, violando las medidas de bioseguridad y los protocolos de distanciamiento social.

“Las muertes deben ser un grito para el resto de los ciudadanos cartageneros y visitantes de que hay que cuidarse, hay gente que cree que esto no es serio, que creen que estamos en normalidad, en plena fiesta y parranda, y no tienen las medidas de protección. La situación nos está diciendo todos los días que este COVID-19 mata, llevamos más de 800 muertos y todavía vemos en muchos barrios gente sin tomar las medidas de protección”, afirmó David Múnera, secretario del Interior.

El funcionario recalcó que estamos en un momento donde necesitamos el autocuidado porque no tenemos vacuna, “y si la gente no entiende eso obviamente la situación puede ser mucho más grave de lo que hoy estamos viviendo”.

¿Cómo entender la indisciplina?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la indisciplina es un problema muy complejo que tiene diversas causas, aún más en una situación de pandemia donde no hay mucho conocimiento claro y preciso. Algunas de ellas son los niveles de educación, la equidad, el acceso a la vivienda, oportunidades e indicadores macroeconómicos y microeconómicos.

De igual manera, está definida por determinantes que residen en las personas y en las comunidades, tales como la pobreza, núcleos familiares disfuncionales, falta de empleo pleno y decente, servicios de salud deficientes o nulos, desesperanza, ausencia de futuro y falta de legitimidad de las instituciones del Estado.

“Esa situación tiene efectos complejos, teniendo en cuenta las diferencias que hay entre grupos e individuos, es decir, la manera en cómo impacta la pandemia a las personas es diferencial en términos económicos, culturales, sociales e individuales, porque no es lo mismo para una persona que vive en condiciones buenas, de bienestar, que para una que tiene un nivel de vida vulnerable, eso va a hacer que las medidas de confinamiento no sean asumidas de la misma manera”, explicó Elsy Domínguez De la Ossa, docente de la UTB, psicóloga, magíster en psicología clínica y de familia; PhD en ciencias sociales, niñez y juventud.

Agregó que si se analizan las características educativas de las personas, se halla que un ciudadano que tiene el hábito de leer, de entender lo que pasa a su alrededor, va a poder asimilar la información y afrontar la situación de una manera diferente a alguien que no tiene ese hábito y simplemente se atiene a lo que los otros dicen. “Es ahí donde puede haber mala información, la persona va a aceptar lo que el otro dice y por presión social pueden tener comportamientos de riesgo frente a la enfermedad”.

“Hay características personales que hacen que las personas reaccionen diferente, hay quienes actúan con el deseo, tienen poco control de impulso, si tienen la necesidad de salir lo hacen sin tener un tiempo para reflexionar sobre ese comportamiento y viven la vida en función de satisfacer una necesidad, del deseo de lo que quieren hacer y sienten que esas medidas coartan su libertad”, sostuvo Domínguez De la Ossa. Por otro lado, indicó que en la ciudad hay una baja percepción del riesgo del virus, y eso también está asociado a la edad cronológica y a la edad mental.

Manifestaciones

En concordancia con lo expresado por Domínguez, un análisis realizado por los doctores Álvaro Casallas, Martha Patricia Rodríguez, María Camila Rodríguez y Gloria Arias, de la Academia Nacional de Medicina, también expone algunas causales de la indisciplina en tiempos de pandemia y la manera en cómo se evidencia.

“Otras manifestaciones de indisciplina social por COVID-19 son el desconocimiento de la existencia y gravedad de la pandemia, el desafío a las medidas de prevención y a las normas (aislamiento, distanciamiento, aglomeración de personas, lavado de manos), insensibilidad frente al progreso de la pandemia, la negación simplista de existencia de la pandemia y sus consecuencias, y la utilización de atajos para evasión de lo ordenado”, se lee en el documento. De igual manera, indica que hay personas que actúan desde la indisciplina social al no disponer de recursos económicos para obtener mascarillas o productos de higiene personal y, peor aún, no los consideran una prioridad.

“Asisten a sitios públicos sin tener en cuenta las medidas de bioseguridad, situación desfavorable para la salud de la comunidad; esto sería evitable en la medida que se ofrecieran más beneficios por parte del Gobierno para estas personas que, a su vez, no pueden ser enmarcadas bajo la misma problemática de indisciplina social, puesto que sus condiciones sociales, motivacionales, educativas, sus oportunidades y recursos son muy limitados y por esto mismo merecen nuestra mayor consideración social”.

¿Qué hacer?

Los doctores Álvaro Casallas, Martha Patricia Rodríguez, María Camila Rodríguez y Gloria Arias, de la Academia Nacional de Medicina entregaron una serie de recomendaciones para hacerle frente a la indisciplina social.

Algunas de estas son fortalecer los servicios de salud en atención primaria en las urgencias en hospitales de primero y segundo nivel; apoyo institucional, técnico y económico para promover el mantenimiento de medidas de aislamiento preventivo y evitar colapso de las instituciones de salud; fortalecimiento de la socialización de directrices distritales; y conformación de núcleos para el desarrollo integral comunitario y personal remunerados en áreas de población vulnerable y elevada desigualdad e inequidad.

Así mismo, la doctora Elsy Domínguez considera que si las personas se detuvieran a pensar con más frecuencia en lo que está pasando, si analizaran antes de actuar, probablemente se estarían resolviendo gran parte de los problemas. “Esta pandemia nos ha puesto a evaluar y a poner a prueba nuestra capacidad para atender lo que estamos haciendo, por la vida agitada que vivimos de la competitividad, el mundo, el trabajo y la producción, cada vez la gente hace muchas cosas al tiempo y eso hace que perdamos la atención en lo esencial, que es la salud y la vida”, puntualizó.

Reactivación y relajamiento

Más allá de las causas explicadas, no es un secreto que la indisciplina se ha disparado en los últimos meses con la apertura de todos los sectores de la economía, aunque, cabe aclarar, no se está culpando a la reactivación de este hecho. Para la doctora Elsy Domínguez, esto se ha constituido en un dilema entre la economía y la salud, en el cual hay personas que se inclinan más hacia lo uno o lo otro, pero lo ideal es conservar un equilibrio entre estos dos polos.

“Nosotros somos seres que estamos en una sociedad de consumo, pero también tenemos un cuerpo que debemos cuidar (...) Desde la psicología social hay un entendimiento de que la persona es esencialmente un ser social que está influido y a la vez influye en el sistema en el que se encuentra, por lo tanto nos movemos por la situación del mercado y por cómo se mueve. La gente al ver que otro lo hace tiene la sensación de que también lo puede hacer y eso va llevando a que haya esa presión de masa a que la gente vaya para dónde va el resto”.

Por su parte, para la epidemióloga clínica Yésica Giraldo, uno de los efectos contraproducentes de la reapertura es que los ciudadanos creen que el virus ha desaparecido o por lo menos no es tan grave como antes.

“Una situación sin precedentes es cómo esta produce un estado de shock donde se altera la percepción real del riesgo al que nos podemos enfrentar; sumémosle que no se ha mantenido una comunicación estable, balanceada y coherente respecto a eso. Hay días en que no se habló de la pandemia y la gente empezó a tener la percepción de que la situación estaba controlada, que era más importante la reapertura, y la persona que se confía en lo que le van diciendo hace sus interpretaciones de que ya no estamos tan graves”, aseveró.

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