Cartagena


Vivir en las islas, un arma de doble filo en la cuarentena

La zona insular ha estado geográficamente blindada del COVID-19; pero temen que estar aislados les perjudique al encontrarse con un eventual caso.

Igual que la espesa selva del Amazonas divide al importante departamento del resto de Colombia, la bahía de Cartagena separa a la isla de Tierrabomba de la Heroica. La historia ya es conocida. Lo que se pensaba que era una muralla de protección para el departamento amazónico, terminó siendo uno de los mayores desastres sanitarios en el país, donde el histórico abandono hacia esa zona ya ha cobrado numerosas vidas en medio de la pandemia, tras la precaria infraestructura hospitalaria que tienen.

Guardando las debidas proporciones, ese es el mismo miedo que tienen en la zona insular de Cartagena, que si bien -y afortunadamente- no ha presentado casos positivos de COVID-19, ya que se encuentran alejados de la ciudad, sus habitantes no se sienten preparados para enfrentar la llegada de un eventual caso.

Si en Cartagena la infraestructura hospitalaria tambalea, en la zona insular podría decirse que es casi nula, ya que ninguna de las comunidades cuenta con un médico permanente ni un puesto de salud óptimo.

“Nosotros estamos aislados y queremos cuidarnos, pero lo cierto es que si hay un caso no tenemos cómo tratarlo. Las urgencias solo se tratan en Cartagena y ya llevamos más de un año sin ambulancia acuática”, refiere Calixto Polo, representante de la Asociación de Usuarios de la Salud (Asodeus) de Caño de Loro.

Según Polo, a pesar de estar geográficamente apartados, el movimiento de pasajeros continúa, por lo que el riesgo de que el virus llegue a la isla, a pesar de que sea menor que contraerlo en la ciudad, sigue latente.

“Algo preocupante es que hace rato muchos nativos se trasladaron a Cartagena por motivos de estudio o de trabajo y ahora están regresando, por lo que no sabemos si estarán contagiados”, dice Polo.

Esto a pesar que desde el Comité Comunitario de Emergencias de Caño de Loro se ha hecho pedagogía sobre la desinfección y el protocolo de entrada a la isla cuando las personas se transportan desde o hacia la ciudad.

“A nosotros nos preocupa eso porque hay gente que entra en altas horas de la noche y no podemos hacer nada para controlarlo. Se habla de un control de lanchas, pero no lo hemos visto”, afirma Polo.

Esto generalmente se da con las personas que siguen yendo a la ciudad y desembarcan en la ciénaga de Las Quintas.

Por otra parte, en la comunidad de Punta Arena, Ana María Coneo, representante legal del Consejo Comunitario, afirma que por el momento una sola enfermera hace presencia en el puesto de salud, el cual no es más que una casa alquilada donde se presta el servicio. “Nosotros hemos tenido mucha precaución, no dejamos que nadie extraño entre a la isla para alejar el virus de la comunidad. Pero lo cierto es que necesitamos la presencia del Dadis, para que haya más pedagogía, porque acá no se ha hecho presente la autoridad. La verdad nos preocupa, porque el pico de contagios va subiendo”, expresa Ana María.

Promesas inconclusas

Y es que más que la lejanía geográfica, es la corrupción y el abandono estatal de todos estos años los que tienen a la zona insular en precarias condiciones para afrontar la llegada del nuevo coronavirus.

Basta con mirar, por ejemplo, el panorama en Bocachica, donde justo en frente de la casita donde funciona el puesto de salud se encuentra imponente una estructura de metal, ya oxidada, donde debería estar el centro hospitalario que le fue prometido a la comunidad en 2015.

Vivir en las islas, un arma de doble filo en la cuarentena

Tierrabomba, Punta Arena, Caño de Loro y el Islote de San Bernardo tampoco cuentan con centros de salud óptimos para atender la salud de sus habitantes.

Según la misma comunidad, en las islas prácticamente se maneja la ley de “el que no tiene plata, se muere”, pues ante una urgencia no queda otra opción que irse en lancha hasta Cartagena, donde a veces tienen que pagar hasta 100 mil pesos para ser transportados ante la falta de ambulancia acuática.

De acuerdo con los líderes, esta coyuntura debe ser aprovechada para fortalecer la presencia del Distrito en estas comunidades y por fin garantizarles la salud a la que por ley tienen derecho.

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