Quien haya vivido o paseado por Bogotá, seguramente visitó el municipio aledaño de Chía, en Cundinamarca. Comer gallina asada o ir a departir en el afamado restaurante especializado en carne de res, son planes ineludibles. Sin embargo, es probable que desconozca el porqué de su nombre.
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Así como los lobos, los muiscas veneraban a la Luna. Era una de las diosas de su panteón y la llamaban Chía, en lengua chibcha, y era la esposa de Sué, el Sol para el grupo indígena. El cuerpo celeste siempre inquietó al ser humano, por lo que todos se emocionaron cuando el hombre llegó a ella en 1969.

Chía, diosa muisca de la Luna.
Medio siglo después, la curiosidad por la Luna sigue latente. Científicos preparan misiones para conocer su cara oculta y las agencias espaciales ambicionan regresar a ella a mediano plazo. A pie de andén, o montado en un Transcaribe, es posible que la haya visto a plena luz del día, y se haya preguntado: ¿Qué hace ahí?
La Luna de día
La Luna es el único satélite que orbita la Tierra, lo que lo hace el más cercano a este planeta entre los cuerpos celestes. Por estar tan cerca es fácil ver sus cráteres y valles, gracias a que el Sol ilumina el lado que mira hacia nosotros. Solo se puede ver una cara de ella, debido a que gira alrededor de la Tierra y a la vez gira sobre sí misma a la misma velocidad. Por eso siempre tiene la misma posición relativa con respecto a quien la observe en Cartagena o en Tokio.
Un error común en las personas es pensar que la Luna y el Sol están opuestos en el cielo, pues usualmente son usados como ejemplo de una pareja. Pero eso de “los polos opuestos se atraen acá no tiene validez”, debido a que la Luna no produce luz, por lo que requiere del brillo del sol para iluminar la noche.
Con esa luz solar, la Luna tiene 100 mil veces más brillo que la estrella que se ve más brillante en el cielo nocturno. Otros de los objetos que se pueden ver en el día por su brillo son Venus, Mercurio y Júpiter, pero el resto de las estrellas no logran la cercanía suficiente a la Tierra.
A veces se puede ver por la mañana o por la tarde. Ese fenómeno se llama “Luna de día” y se presenta como parte del ciclo natural de rotación y traslación de la Luna y la Tierra.
“La fase responsable de que se pueda ver en el amanecer y por la mañana es la cuarto menguante; y, por otro lado, cuando se ve en la tarde es debido a que está en cuarto creciente”, explica el astrónomo Antonio Pérez Verde.
Hoy los que vieron a la Luna en la mañana cartagenera y se preguntaron el porqué, esto se da porque el Sol golpea la Tierra con solo una fracción de la luz. Precisamente porque el cielo no ha alcanzado su brillo máximo, la Luna a menudo sigue siendo visible. Eso sí, sus colores son mucho menos claros, alcanzando un tono blanco.
¿A qué se debe?
Por ejemplo, en la Luna nueva, el satélite está alineado con el Sol y no podemos verla desde la Tierra porque está ensombrecida por el resplandor. A medida que pasan los días, la Luna va creciendo. Primero aparece como una C invertida, tomada como símbolo por el mundo árabe, en el hemisferio norte y una C en el hemisferio sur que va aumentando su grosor e iluminando cada vez más superficie del satélite.
Posteriormente, la Luna sigue rotando alrededor de la Tierra y entra en fase menguante. “En esa fase, la Luna irá apareciendo por el horizonte cada vez más tarde desde que el Sol se escondió. Por eso, vemos la Luna de madrugada y por la mañana”, expone Pérez Verde.
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