Colombia


Esta es la única fábrica de buenos mosquitos en Colombia

El único insectario que produce mosquitos contra el dengue en el país está en Antioquia. Alrededor de 120 profesionales trabajan allí.

COLPRENSA

12 de abril de 2019 06:10 PM

En una semana, Medellín está en capacidad de producir hasta 20 millones de mosquitos Aedes aegypti, conocidos en el mundo por transmitir enfermedades tropicales como dengue, zika o chikunguña. Sin embargo, no hay de qué preocuparse, porque esa millonada de insectos está infectada con Wolbachia, una bacteria que les impide propagar los virus y, desde 2015, están siendo liberados en el Valle de Aburrá.

Es una fábrica de buenos mosquitos, podría decirse, pues entre más se propaguen, apareándose y contagiando a otros de su especie, es menos probable que se presenten casos infecciosos en humanos en la ciudad.

El mérito local se debe al Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet) de la Universidad de Antioquia, encargado de implementar en Colombia el World Mosquito Program (WMP), que inició pruebas en Australia en 2011, y que en la capital antioqueña tiene su centro de operaciones en un laboratorio ubicado en el sector La Aguacatala.

La biofábrica

Alrededor de 120 profesionales trabajan en el insectario y en las oficinas de este programa. Su labor sin pausa ha permitido, a la fecha, que un sector como París, en Bello, tenga un porcentaje de infección en los Aedes aegypti superior al 90 % (lo que garantiza su sostenibilidad en el tiempo).

Este barrio fue el piloto que originó todo en 2015 porque presentaba las condiciones ideales: con más de 1 caso por 1.000 habitantes era considerado hiperendémico (persistencia de una elevada cantidad de casos en un área de determinada y de manera temporal).

Desde entonces la estrategia se extendió a casi la totalidad de este municipio al norte del Aburrá, y en agosto de 2017 comenzó a implementarse en ocho zonas de Medellín: Santa Cruz, Aranjuez, Manrique, El Poblado, La Candelaria, Villa Hermosa, San Javier y Guayabal.

Iván Darío Vélez, director del Pecet y líder del WPM en Colombia, explicó que la Wolbachia posibilita trabajar con dos sepas, una que disminuye el tiempo de vida del mosquito, y otra que hace que los virus no se puedan transmitir a humanos. En la ciudad se trabaja con la segunda opción.

La bacteria actúa de dos maneras dentro del mosquito: por un lado, fortalece su sistema inmunológico y evita que contraiga dengue, zika o chikunguña; o también sucede que el germen compite con los virus por moléculas, como el colesterol, impidiendo que crezcan dentro del zancudo.

Para crear las condiciones en las que se desarrollan los insectos, la “biofábrica”, como la llama Vélez, mantiene en el ala donde se reproducen y crecen una temperatura entre 27 y 30 grados centígrados.

Allí se siente un olor similar al de un puerto de río, debido a que las larvas se alimentan con proteína de pescado. Luego se convierten en pupas y finalmente en adultos (ver infografía).

“En la última fase, antes de ser liberados, los alimentamos con sangre, para lo que requerimos siete bolsas a la semana que nos llegan como líquido descartado del banco de la U. de A., que ya no sirve para humanos, y a veces convocamos voluntarios para hacer donaciones al programa”, anotó Vélez.

Los huevos que ponen los adultos son cuantificados por el equipo en el laboratorio. Mientras unos se incuban para futuras liberaciones — los adultos viven hasta un mes—, otros se guardan para mantener estable la población.

El director del Pecet reveló que en el edificio “a veces se salen los zancudos del insectario, vuelan y entran a las oficinas que están en la segunda planta. Seguramente nos picarán algunos, pero todos están contaminados y no transmiten enfermedades tropicales”.

Según publicó en 2016 la organización American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, a Colombia en el 2012 el dengue le costó 131,7 millones de dólares, un año con un pico epidémico en el que hubo 57.238 casos.

A contramano, al WPM le cuesta 2,2 dólares proteger a un habitante. Vélez estima que, si hay 17 millones de colombianos que viven en zonas propensas a enfermedades tropicales, con 37,4 millones de dólares podrían implementar el programa en esos sitios y el efecto duraría 80 años.

Desde el 2015, en el Valle de Aburrá se han invertido alrededor de 8 millones de dólares para los estudios, mantenimiento de la biofábrica, socialización de la estrategia y liberación de los mosquitos.

“Medellín y Bello no han tenido que poner un peso, todo son aportes internacionales (por ejemplo, de la fundación Bill Gates)”, afirmó el director del Pecet.

“No cantamos victoria”

Durante este año, con datos del Ministerio de Salud, Colombia registra alrededor de 20.000 casos de dengue. Vélez dice que esto ubica al país en una zona de alarma porque puede convertirse en un año epidémico.

En contraparte, Bello y Medellín se han mantenido en niveles llamados como de “éxito” y “seguridad”, que indican que a la semana se presentan menos de 40 positivos por la enfermedad.

Luis Arturo Sánchez, secretario de Salud de Bello, dijo que los indicadores en el municipio son todavía mejores, pues si hasta 2017 y parte de 2018 había hasta 20 casos semanales, ahora solo llegan dos a los centros de salud.

“La estrategia sirve. La alcaldía apoya el WMP plenamente. Ya ni nos preocupan las liberaciones, sabemos que los mosquitos nos benefician y no tenemos efectos secundarios”, expresó.

No obstante, el director del Pecet observó que no es momento para cantar victoria, pues a la par de las liberaciones y en la medida que el nivel de infección con Wolbachia supere niveles del 50 % en todas las zonas, lo cual es monitoreado con trampas instaladas en los barrios, sigue el estudio médico para validar la eficacia del programa.

A cargo del tema está la epidemióloga María Patricia Arbeláez, quien explicó que más allá de la disminución en casos que pueda presentarse, hay que corroborarlo con trabajo de campo y esperar al segundo semestre del año, que es cuando más positivos por dengue se registran.

La médica señaló que los picos de epidemia en el país se dan cada tres o cinco años. En Medellín el último se dio en 2016 (17.501 casos), por lo cual es posible que entre 2019 y 2021 ocurra otro, aunque hasta febrero el sistema local de salud reportó 244 casos en la capital antioqueña.

Para efectos de la investigación, Arbeláez indicó que la recopilación de información debe extenderse hasta 2025, teniendo como base las liberaciones de mosquitos en el sector París de Bello, para tener al menos 10 años de estudio.

Los informes de los sistemas de vigilancia en salud de Medellín y Bello son parte de los insumos, otro son las captaciones directas de casos en un área específica: el nororiente de Medellín.

Manrique, Aranjuez, Santa Cruz y Popular (este último sin liberaciones aún), fueron divididos en seis zonas. En la mitad se soltaron mosquitos y en la otra no, y de acuerdo al comportamiento en estos barrios, en convenio con 10 instituciones públicas de salud, se analizan los positivos por dengue que lleguen.

“Este trabajo de campo se está haciendo este año. Si los pacientes cumplen los criterios se les invita a participar en la investigación, firman un consentimiento, les preguntamos los lugares donde estuvieron los últimos 10 días y les tomamos una muestra de sangre”, comentó Arbeláez.

Si la persona tiene la enfermedad, lo que sigue es ver su lugar de residencia y comprobar si queda en la mitad donde hay mosquitos con Wolbachia o en la otra.

“Una cosa es el índice de los mosquitos infectados, eso es un indicador entomológico que dice cuándo frenar las liberaciones porque ya es una medida sostenible en el tiempo, nuestro estudio es el que determina si el WMP tuvo impacto para implementar políticas de salud pública”, agregó la epidemióloga.

Las curiosidades del WMP

¿De dónde viene todo este cuento? Los primeros huevos de Aedes aegypti con Wolbachia llegaron a Medellín desde Australia en 2013, luego de que la Universidad de Monash se interesara en el trabajo del Pecet sobre el dengue y le propusiera aplicar el WMP en el país.

La bacteria fue descubierta en las décadas de 1920 y 1930 por los científicos estadounidenses Marshall Hertig y S. Burt Wolbach, que experimentaban con la mosca de la fruta. Solo hasta 1970 se dieron cuenta que el cruce de un macho infectado y una hembra sin la bacteria producía huevos infértiles.

Desde 1980 Scott O’Neill estudió la Wolbachia para conseguir que los mosquitos no transmitieran enfermedades y en 2011 inició trabajos en campo en Cairns, en Australia.

Los primeros experimentos para inyectar la bacteria a los huevos de los Aedes aegypti, relató Iván Darío Vélez, fueron tan complicados como insertar una aguja en un globo y luego quitarla sin reventarlo.

En Medellín la gente les cerraba las puertas cuando socializaron el proyecto, temiendo que la liberación de mosquitos trajera más enfermedades, contó Janet Marín, edil de la comuna Santa Cruz.

Sin embargo, Vélez aclaró que la bacteria solo infecta células de insectos. “No va a contagiar a alguien con Sida o inmunodeprimido. El mosquito lo puede picar y no va a pasar nada”, anotó.

En cada punto de liberación se sueltan entre 100 y 150 mosquitos, y en cada comuna pueden existir 1.000, lo que equivale a 150.000 mosquitos a la semana volando para infectar a los otros.

Vélez tranquilizó a la comunidad y explicó que estos son zancudos buenos y, además, no pican en la noche ni hacen ruido, a diferencia de los culex que no dejan dormir. “Los Aedes aegypti son diurnos y tienen otra característica, son antropofílicos, o sea que solo pican humanos y no animales”, apuntó.

Así las cosas, no importa si se libera uno o un millón, sino que estos logren llegar a los que sí transmiten enfermedades tropicales para evitar nuevas epidemias.

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