Japón lo volvió a hacer, obtuvo su tercera corona en el Clásico Mundial de Béisbol, ese que ya había ganado en 2006 ante Cuba en San Diego y en 2009 en Los Ángeles ante Corea del Sur. Lea aquí: El equipo más poderoso de las Grandes Ligas cobra Wi-Fi a sus jugadores
En la primera final en el Clásico Mundial de Béisbol ante Estados Unidos, Japón dio un golpe en la mesa en la mismísima casa de los gringos, los anfitriones y celebraron en sus narices este certamen que tuvo un mundo de emociones de principio a fin.
Y es que Estados Unidos pegó primero y el público se emocionó al máximo en el LoanDepot Park, antiguo Marlins Park de Miami, en donde como era de esperarse estaba lleno de banderas norteamericanas.
Trea Turner se fue de cuadrangular al hacer gran swing a una recta y la algarabía fue total en las graderías en la parte alta del segundo.
Pero Japón se las traía y en ese mismo segundo episodio anotó dos rayitas y se puso arriba en la pizarra 2 carreras por 1. Murakami la sacó del parque y le metió emoción de entrada al juego. Notbar empujó con un roletazo la segunda carrera anotada en las piernas de Okamota.
En la baja del cuarto el mismo Okamota diría presente para batear un cuadrangular y ampliar el marcador 3 carreras por 1.
Y con ese marcador transcurrió gran parte del juego, hasta la parte alta del octavo cuando un cuadrangular de Estados Unidos, en el bate de Kyle Schwarber le puso suspenso al juego. La pizarra se puso 3-2 y Estados Unidos tenía más vida, seguía peleando y lo haría hasta el final.
Pero solo sería para meter miedo porque los japoneses cerrarían todo tipo de chance para obtener el tricampeonato.
Ohtani, el fenómeno, que batea y también pitchea, tuvo el honor de cerrar en la lomita de los sustos por Japón.
Con lanzamientos hasta de 99 millas, Ohtani, de 28 años, controló a Estados Unidos en el cierre del noveno episodio para poder festejar a lo grande.
La tristeza invadió a los aficionados del equipo local. Caras tristes y largas en las graderías, el estadio en silencio. Lo que pasaba no lo podían creer.
Japón, que en semifinal había venido de menos a más para ganarle a México, jugó duro, se mentalizó en ganar este juego y finalmente así lo hizo.
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