Columna


BOCALA: a quien corresponda

ORLANDO BUSTILLO JR

30 de diciembre de 2012 12:00 AM

ORLANDO BUSTILLO JR

30 de diciembre de 2012 12:00 AM

Quienes me conocen saben que le tengo cariño a cada ser humano, pero hay temas delicados con los que podemos sin querer lastimar susceptibilidades, pero que estamos obligados a afrontar.
Es el momento histórico y mandatorio para hacer un inventario de cada barrio y su habitabilidad en Cartagena. Invito a cada vecindario a ver cuántos somos y cómo vivimos, en este caso, en BOCALA (Bocagrande, Laguito y Castillogrande).
BOCALA está inundado todo el año. Antes solo sucedía en épocas de lluvia y el problema empeora. Andamos inseguros y con temor a que nos atropellen. Hay demasiados vehículos a velocidades increíbles, donde la calle más larga tiene menos de 2 kilómetros. Sin incluir las 23 hectares de la base Naval, BOCALA tiene escasas 37 manzanas. ¡Nada!
He buscado de su malla vial 100 metros lineales sin fracturas y no los encuentro. Las aceras son casi inexistentes. Por Google y otras fuentes, sabemos de casi 12 mil contadores eléctricos y de servicios públicos; casi 15 mil unidades habitacionales y un cálculo aproximado de 30 mil habitantes permanentes y en el pico del turismo llegamos a casi 42 mil personas (datos corregibles, pero aproximados a la realidad). La densidad poblacional es asfixiante y la movilidad, lentísima. Hay accidentes permanentes, quizá más de tres diarios.
BOCALA no es un balneario, es un barrio residencial con una porción comercial que lo divide en 2 partes casi iguales, dificultando el manejo administrativo y la convivencia humana.
Es sede permanente de huéspedes ilustres para los múltiples eventos y convenciones. Cuando ocurre una carrera de ciclismo que sale de BOCALA, es imposible entrar o salir del barrio. Imaginarse en esta situación una urgencia medica de vida y muerte es dramático.
Por su clasificación de estrato 6 tenemos los impuestos y costos de servicios públicos mas altos (otros barrios están viviendo el mismo drama, por ejemplo Manga) y el uso de las redes y postes para el manejo de la TV por cable, energía, teléfono y otros, hacen casi imposible entender cómo no hay accidentes como incendios y corto circuitos. Podemos observar madejas de cable que afean el amoblamiento, pasemos por la avenida San Martín a la altura del Sanandrecito y ¡miremos los postes! Necesitan un neurocirujano para que entienda la distribución de cables, para dónde van o vienen.
Al llegar al área de los hospitales Bocagrande y Medihelp, en la esquina del “Campito” y la sexta con Piñango, es un milagro no estrellarse. Y en horas pico en la Tercera con calle quinta, en la esquina de Danny El churrasco, hay un mercado persa con un tráfico imposible de sortear.
El espacio de una columna periodística no permite “mostrar” el ruido ensordecedor que perturba el sueño de los vecinos; el amoblamiento horroroso, el monumento a los huecos que ya tenemos, que hacen parte de la fisonomía del barrio. Aguas desbordándose, inseguridad, y si nos apeamos, los accidentes se multiplican al bajarse de las aceras congestionadas, invadidas o inexistentes.
Las basuras están esparcidas por todos lados. En el día a día entra y sale enorme cantidad de gente a la industria hotelera, bancaria y a almacenes que generan muchísimo empleo.
Es obligatorio hacerles amable el barrio a nuestros trabajadores y habitantes. Pero seguimos construyendo sin generar espacios viales ni peatonales para caminar.

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