Aunque presentes a nivel nacional, los problemas vinculados con el transporte público y la movilidad parecen ser más agudos en Cartagena.
Primero, por los aprietos en los que estaba inmiscuido Transcaribe. La suspensión del servicio por parte del proveedor de tarjetas de recaudo electrónico y el consecuente pago del pasaje en efectivo llevaron al transporte público a su versión más ineficiente. Largas filas y horas de espera se apoderaron de la paciencia de los cartageneros.
Algunas de las consecuencias no se ven a simple vista, pero sí están presentes en todo caso: menos horas de sueño por la necesidad de salir de casa más temprano, tiempos de espera traducidos en menor productividad, menos horas disponibles para pasar tiempo de calidad con la familia, y más.
Al ocasionado por Transcaribe, se suma el descontento que sobre los taxistas generan, entre otras razones, la falta de control sobre las plataformas digitales de transporte y la actualización del marco tarifario. Para alzar su voz en protesta, líderes del gremio decidieron paralizar la ciudad usando puntos estratégicos. No obstante, tal como lo he manifestado en el pasado, a la competencia que le respira sobre la nuca a los taxistas se le debe responder con una mayor calidad en el servicio ofrecido. Resulta paradójico que los cartageneros aún gocemos de un pésimo y relativamente costoso servicio de taxis.
Finalmente, la ciudad sufrió también los embates del plan tortuga de los conductores de aplicaciones móviles. Este tercer contratiempo es otra cara de la moneda: así como los taxistas exigen mejores condiciones laborales, los conductores de servicios particulares demandan el respeto por su derecho al trabajo y apelan a la necesidad de generar ingresos para sus familias y su sostenimiento.
Estas jornadas actuaron simultáneamente como catalizadoras de la congestión vehicular, un problema que en Cartagena se agrava por la poca disponibilidad de vías alternas que estudiantes, trabajadores y demás ciudadanos tienen disponibles para llegar a sus destinos. Si retomamos lo ocurrido con Transcaribe, es claro que en estas últimas semanas la movilidad en la ciudad se ha venido a pique.
Salvo el acuerdo de 17 puntos al que el Ministerio de Transporte llegó con los taxistas, pocas son las soluciones que las administraciones local y nacional han puesto en marcha. Entretanto, los cartageneros vivimos en vilo esperando a que algo más nos impida movernos por la ciudad.
Es momento de que las medidas que apuntan a una mejor movilidad sean más contundentes.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos
* Profesor de la Escuela de Negocios y del IDEEAS, UTB