Darío Henao Restrepo tiene más de diez años de estar investigando la obra de Manuel Zapata Olivella (1920-2004), ha escrito una tesis laureada y de una profunda lucidez, que rebasa todo lo que se ha escrito hasta hoy sobre el autor colombiano, ya está a punto de lograr una hazaña aún mayor: la edición de toda la obra del autor de Changó el gran putas (1983).
Ha estado en la pesquisa de todo lo que escribió Zapata Olivella, ha transcrito todos sus cuentos, novelas, obras de teatro, ensayos, cartas, y la novela inédita de más de seiscientas páginas, Itzao, el inmortal, una obra mítica sobre la visión africana e indígena sobre la muerte, y sus contrapuntos en Occidente y Oriente, y en el código filosófico y cultural de África.
Su interés por la obra de Zapata Olivella empezó al escribir en 2004 la investigación sobre la novela María, de Jorge Isaacs, y encontrar un par de ensayos, uno de Zapata Olivella sobre La presencia negra en María, y otro, de Rogelio Velásquez.
La tesis de Zapata era que “María es la primera novela colombiana que rescata la presencia africana. Descubrimos que en la edición inglesa de la novela a finales del siglo XIX, cercenan y censuran el capítulo de la historia africana de Nay y Sinar, aduciendo que es un relleno y que no hace parte de la novela.
Esa censura agrede la trama capital y central de la novela. Sin esa historia africana es imposible la novela, y no existiría María. Isaacs, de origen judío, fue un activista liberal radicalista”.
Me explica Darío Henao cómo la novela, en un medio conservador, en un medio cultural regido por la ortodoxia académica de Miguel Antonio Caro, no encajaba dentro del drama europeo romántico convencional, y el novelista nos entrega dentro de su trama novelesca, una historia de su experiencia como descendiente de judíos y como escritor vinculado al Caribe continental: Jamaica. Fue Bolívar quien firmó la autorización para que la familia de Isaacs se estableciera en Colombia.
Isaacs escribió unas crónicas extraordinarias sobre el ferrocarril del Pacífico, rescató los cantos fúnebres en sus viajes por el río Dagua, estuvo en contacto con las tribus indígenas en su travesía por la Alta Guajira para escribir el primer libro sobre la lengua y costumbre de los wayúus. Su inmensa capacidad de observación lo llevó a descifrar esos paisajes que nutrieron el espíritu de su novela. Isaacs se anticipó a su contemporáneo Candelario Obeso, al recoger cantos de bogas en la novela, y se adelanta a contar una historia africana en su novela romántica.
Volvamos a Zapata
Esa tesis de Zapata despertó el interés por descifrar la obra narrativa e investigativa del autor de Changó el gran putas.
“En 1977, el Banco de la República invitó a Zapata Olivella a dictar unas conferencias en Santa Marta, Cartagena, Riohacha y Bogotá. Y me pidieron que lo acompañara y presentara. Era yo un muchacho de 23 años. Luego, en la Universidad del Valle en 2004, poco antes de morir el escritor, siendo yo decano, propuse que la Universidad le concediera el título Honoris Causa”. Darío me muestra la imagen de los dos en aquel instante, y me cuenta que hizo el prólogo en la edición de Changó el gran putas.
¿Por qué cree usted que una obra monumental como Changó el gran putas, no ha tenido impacto entre los lectores de Colombia?
-Si analizas la estructura de la novela de Zapata Olivella, descubrirás que está escrita en código africano. No es el código occidental y bíblico de Cien años de soledad, y de la cultura greco romana. Manuel me confesó que se sentía hijo de Changó. Era un iniciado en las religiones africanas. Era un conocedor de la santería en Cuba, del vudú en Haití, del Candomblé en Brasil. La novela de Zapata, en la que trabajó más de veinte años, está en el código de estas religiones africanas. Su novela narra la llegada de los africanos esclavizados y redescubre el espíritu de Changó, que viene dentro de esos barcos. Zapata Olivella no tuvo una agente literaria como la Carmen Balcels de García Márquez. Hoy su obra crece en admiración entre los académicos y estudiosos de la literatura afroamericana. La traducción al inglés de Changó, realizada por Jonathan Tittler, abrió ese camino en los Estados Unidos. Hemos rescatado el cruce de cartas entre Zapata y Tittler. La novela aparecería con el nombre La noche de los orishas.
Cuando Zapata emprende la escritura de Changó, compartía la misma pretensión del autor de la novela Raíces, de Alex Haley, de narrar la epopeya de los africanos en las Américas. Mientras Haley cuenta la travesía de los africanos que llegan a los Estados Unidos, en un tiempo histórico, Zapata lo narra en un tiempo mítico, y salvaguarda la dimensión religiosa de los africanos. Manuel rescata a Benkos Biohó, protegido de Changó, en su novela. Y va más allá de descifrar la caridad cristiana de Claver y Alonso de Sandoval, y la Compañía de Jesús que replicaba su formación europea en América. El capítulo sobre los haitianos en Zapata se distancia de Alejo en El siglo de las luces,
Es interesante como Zapata abrió un camino para otros escritores. Roberto Burgos Cantor en La ceiba de la memoria, entre en ese camino de interpretación y recreación de esta período histórico de Cartagena. La novela de Zapata va a crecer. Ha tenido una amplia acogida entre expertos en Nigeria, Benin, Senegal, Congo, Angola.
¿Quién asume la edición total de la obra de Zapata Olivella y cómo rescataron la novela inédita?
-La Universidad del Valle, en alianza con la Universidad de Cartagena, asumirán esta hazaña editorial de publicar la toda la obra de Zapata Olivella, con la autorización de sus herederos. Se publicará la novela Itzao, el inmortal, que tiene más de seiscientas páginas. Pero se publicará desde su primera novela, Tierra mojada, de 1947, hasta Hemingway, el cazador de la muerte. Y más allá de sus obras publicadas, también sus ensayos, sus cuentos, sus cartas, todas las ediciones de su revista Letras Nacionales, en el que publicó a todos los escritores de las regiones del país. Después de la revista Mito, la revista de Zapata abrió la puerta a los nuevos autores. Allí empezó a publicar Roberto Burgos Cantor. Su editorial era una conciencia de nación: Esto somos. Esto defendemos. Zapata fue el artífice del Congreso de las Culturas Negras en las Américas, en 1977. Trajo a Colombia, a Wole Soyinka y a Abdias do Nascimento.
Se editarán y se creará la plataforma digital de la Biblioteca de Manuel Zapata Olivella, para que el mundo entero conozca y valore el aporte de este inmenso escritor colombiano, cuya obra es estudiada en universidades europeas y africanas. Fui testigo del impacto de la novela Changó el gran putas, entre lectores y académicos africanos.
¿Cómo investiga y descubre Zapata sus ancestros africanos?
-Desde que emprende su viaje de Colombia por Centroamérica, México y Estados Unidos, Manuel Zapata Olivella iba tras sus ancestros.
En su libro de memorias He visto la noche, de 1946, que recoge esa experiencia, interactúa con los ibtelectuales de su tiempo. Va a Chicago y a Harlem, y vive un año allá en 1947. Conoce al poeta afroamericano Langston Hughes, y al músico de jazz Duke Ellington. Se queda en el Mill’s Hotel, de Nueva York. Su amigo Arnoldo Palacio publica la novela Estrellas negras, que es reseñada con beneplácito por García Márquez. En un congreso en Roma, Arnoldo conoce al poeta de Martinica, Aimé Cesaire.
Zapata va tras todos ellos y los conoce. Va a Cuba en 1955 y a China y conoce entre los escritores, al sabio africano, el historiador y antropólogo senegalés, Cheikh Anta Diop, que consagró su vida a estudiar los orígenes de la raza humana y la cultura africana. Conoció al poeta, dramaturgo y defensor de los derechos de los afrobrasileños,Abdias do Nascimento, y al novelista Jorge Amado. Y al poeta senegalés Léopold Sédar Senghor, quien es su anfitrión para ir a África y amanecer en una cueva sagrada para conversar con sus ancestros. Zapata se sintoniza con Aimé Cesaire, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, Lidia Cabrera, Nicolás Guillén. Su primera novela Tierra mojada, publicada en 1947 con prólogo de Ciro Mendía, narra el conflicto entre los campesinos de arroz del Sinú y los terratenientes. Chambacú, corral de negros, plantea ya una problemática de la comunidad afrodescendiente en Cartagena que habita en Chambacú. Pero desde su primer viaje ya tenía claro hacia dónde se encanminaba su escritura y su búsqueda personal: los ancestros africanos.
¿Qué influencias encuentra usted en la obra de Zapata?
- Manuel era admirador de Joao Guimaraes Rosa, con su clásica novela Gran Serton:veredas (1956).
Admiraba al narrador colombiano Tomás Carrasquilla, con su novela La marquesa de Yolombó y su cuento A la diestra de Dios Padre. A José María Arguedas. Leía mucho a Juan Rulfo, con Pedro Páramo y El llano en llamas. Admiraba a García Márquez, por supuesto, por sus Cien años de soledad. Y escribió un ensayo sobre La negredumbre en García Márquez, analizando el aporte y la influencia africana. García Márquez no lo hace explícito, pero Macondo es una palabra africana, que además de signifucar una tribu, es una especie de plátano. Las relaciones incestuosas en la obra de García Márquez se parece mucho a la de los dioses africanos. El animismo que aparece en la novela, es africano, aunque el autor no fuera del todo consciente de ello. La alusiones africanas son muchas en personajes y situaciones: El Negro Adán, la Negra Eufemia, el haitiano refugiado, La Nigromanta.
¿Qué libros han sido básicos para descifrar el universo de Zapata Olivella?
-Le cito Los jacobinos negros, de C.L. R. James; El barco de esclavos: una historia humana, de Marcus Rediker. Pero sobre todo, leer la obra narrativa e investigativa y el pensamiento de Zapata Olivella, que está en estos libros: “El árbol brujo de la libertad”, “La rebelión de los genes: el mestizaje americano en la sociedad futura”, “El hombre colombiano”, “Las claves mágicas de América”, y en especial, esa novela mítica y monumental que es Changó el gran putas.
Epílogo
Darío me cuenta que solo le faltaba por transcribir el ensayo Tradición oral y conducta en Córdoba (Estudio investigativo elaborado para la División Social Campesina del Incora), publicado en 1972. Y el cuento El galeón sumergido, publicado por la Extensión Cultural de Bolívar en 1962.
Toda su obra inició ya el proceso para ser editada en forma total.
Darío es un río incesante, iluminado bajo el influjo del espíritu y el ser espléndido de Manuel Zapata Olivella.
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