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¿Para qué quiere Colombia un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación?

El país quiere cambiar su perspectiva económica a futuro. ¿Cuál es el plan y el camino que debe recorrer para acercarse a economías mundiales como la de Corea del Sur que lo supera en un 369% en el crecimiento del PIB per cápita corriente? Hablan expertos.

La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en Colombia es un hecho. El Gobierno Nacional sancionó la ley 1951 de 2019 que da vía libre a la transformación de Colciencias en este Ministerio y, según la misma, debe comenzar a funcionar en un plazo no mayor a un año. Con la puesta en marcha de esta cartera, Colombia da un primer paso para cambiar su perspectiva económica a futuro.

¿Cuál es el plan? Ser competitivos para el reto que marca la economía mundial actual, basada según los expertos, en la era del conocimiento. Esto traduce que los productos que genere Colombia para consumo local y de exportación tengan valor agregado, que los haga apetecibles en el mercado global. El alcance de esta meta genera automáticamente unos peldaños que el país debe superar antes; uno de ellos es la investigación y el anterior a este: la educación.

Cumplir con tales exigencias es lo que origina el nacimiento de este nuevo ministerio. “Estamos en la época de la sociedad del conocimiento, donde este es la base del crecimiento y desarrollo económico. El Ministerio debe convocar y direccionar todos los esfuerzos con todas las inversiones y política pública en ciencia tecnología e innovación hacia ese gran objetivo que es que la economía vaya por una senda de crecimiento mucho más rápido”, explica el director de Colciencias, Diego Hernández.

Para llegar allá hay que pasar necesariamente por la investigación y esta es una etapa que requiere de una alta inversión. De allí el concepto de crear un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Investigación que pueda manejar un presupuesto propio y no que sus recursos sean dependientes de otro ente, como sucede actualmente con Colciencias, cuyo presupuesto depende del Departamento Nacional de Planeación.

Y aunque la ley que “pare” este nuevo ministerio establece que para iniciar su labor no debe generar gastos adicionales de personal ni generales a los que al momento de su creación tenga presupuestado Colciencias —que para este 2019 cuenta con $356 mil millones y $250 mil millones adicionales destinados a los programas de doctorados en las universidades colombianas— ­­­­­­­­­­, Diego Hernández aclara que inicialmente sí se debe respetar ese parágrafo, pero la idea es “trabajar mucho desde el presupuesto nacional; no puede ser nada despreciable la inversión del sector público en ciencia, tecnología e innovación”.

¿Y para qué investigar? “La investigación hoy es más importante que en cualquier época de la historia porque es lo que permite obtener el conocimiento que hace posible el desarrollo de tecnologías, que es actualmente el renglón más importante de la economía mundial”, precisa Jairo Useche, director de Investigaciones de la Universidad Tecnológica de Bolívar.

La inversión de Colombia, hoy, en investigación, pese a ser un país grande en población y con una enorme posibilidad de generar riqueza a partir de la biodiversidad con la que cuenta, está en un 0,2% del Producto Interno Bruto (PIB), por debajo de otros países latinoamericanos como México (0,5%), Brasil (1,2%), Chile (0,4%) y Argentina (0,6%), países que ya han empezado a entender su importancia, agrega Leonardo Puerta, director de Investigación de la Universidad de Cartagena.

“Está demostrado que las economías fuertes son las que generan valor agregado a sus productos. Las economías basadas en materias primas ­— commodities­— como la nuestra, son más pobres, porque en la medida que uno le genera valor al producto es mayor el margen de utilidad. Hacemos muy poco exportando carbón, oro y otras materias primas si hay otros países que transforman estos elementos, le agregan valor y los venden a mayor costo”, reflexiona Useche.

El paradigma, Corea del Sur

Entre los paradigmas que Colombia tiene para caminar hacia la era del conocimiento está Corea del Sur, precisa el director de Colciencias, Diego Hernández. “El conocimiento ha transformado sociedades como Corea del Sur, que le apostó a este hace 50 años. Para esa época ellos tenían unas condiciones parecidas a las nuestras, incluso la de nosotros eran mejores, pero Corea se enfocó en transformarse en una sociedad del conocimiento donde prima la alta formación de capital humano y las grandes capacidades de investigación. El resultado es que hoy no solamente nos superó sino que nos lleva mucha ventaja. Este es un ejemplo de la necesidad de adoptar este camino”, explica Hernández.

¿Para qué quiere Colombia un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación?

Según el Ministerio de Comercio colombiano, Corea del Sur en 1980 ocupaba la posición 28 entre las economías más grandes del mundo, pero su importancia creció significativamente, ubicándose en el puesto doce en 2017 —fue el sexto mayor exportador de bienes en el mundo — y El PIB per cápita corriente de este país, en ese año, se ubicó en US$29.938, similar al registrado por Italia y España, y superior en 369% al alcanzado en Colombia (US$6.380). Corea del Sur es fuerte ofertando industria textil, electrónica, naval, de construcción de vehículos, electrodomésticos y telecomunicaciones. En marzo de 2019, sus exportaciones bajaron en 8,2%, respecto al mismo mes en 2018, debido, en parte a la desaceleración de la economía china provocada por la guerra comercial con Estados Unidos; pero sigue siendo un emporio económico global y el número uno mundialmente en inversión en investigación, con una destinación del 4,3% de su PIB.

“Colombia tiene mucho para recorrer, digamos que los índices de crecimiento y producción del Producto Interno Bruto son todavía muy bajos; necesitamos que mejoren para que haya mejor equidad”, afirma Diego Hernández.

TRANSFORMAR LA VOCACIÓN, POR DÓNDE EMPEZAR

Por años, Colombia ha construido una economía basada en la producción agrícola y ganadera, pero especialmente en la oferta minera, su mayor foco de exportación con rendimientos mínimos en el valor agregado empresarial, destaca Raimundo Abello, director de Investigaciones de la Universidad del Norte.

Un informe de agosto de 2018 de la revista Portafolio destaca que los combustibles y productos de las industrias extractivas (minerales) representaron el 58,7% de las exportaciones colombianas, seguidas por los productos agropecuarios con una participación del 20,2%. Y en febrero de este 2019, el Dane informó que las exportaciones de Colombia subieron en 6,2%, respecto a febrero de 2018, dado que en este mes las ventas externas del grupo de combustibles y productos extractivos aumentaron en un 7,1%. La explicación está en que Colombia y otros países latinos como México, productores de petróleo, se han visto beneficiados con la guerra comercial que afrontan EE.UU. y China, pudiendo suplir mercados a los que antes no tenían acceso.

Sin embargo, una economía basada en materias primas ya no es garantía suficiente para un país en una época en la que el planeta está abocado a una escasez de recursos naturales, lo que obliga a utilizar de forma más eficiente esos recursos, destaca Useche. “Por tanto, el conocimiento es la base de la transformación actual”, recalca.

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¿Y por dónde empezar? Por el tema de la biodiversidad. “Esa riqueza bio que hay en el país se puede transformar en bio-productos que generen posibilidades de desarrollo económico alrededor de la biotecnología. Estos procesos nos deben apuntalar”, destaca el director de Colciencias, Diego Hernández.

“Si mejoramos nuestra capacidad de hacer transferencia tecnológica, es decir aumentar las posibilidades de aplicar eficientemente en Colombia el conocimiento universal que está disponible en el mundo podríamos exportar biotecnología; por ejemplo: vacunas, procesos de ingeniería hidráulica, modelamientos, patentes, software”, comenta Leonardo Puerta, director de Investigación de la Universidad de Cartagena.

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Jairo Useche, de la UTB, también se proyecta: “Hace falta apoyar la creación de empresas de base tecnológica y transferir esos conocimientos hacia la industria que lo requiera. En Colombia ya hay empresas de este estilo en el área de ingeniería biomédica y energía, pero falta todo por hacer. Agreguemos valor a nuestros productos, si somos un país agrícola, investiguemos mucho más sobre el agro. El tema de energía fotovoltaica en un país tan tropical, con tanto sol, es interesante. La geografía y la geotecnia tan complicada de Colombia son retos para que el país lidere la ingeniería de montañas. También están los mares, que representan la mitad del territorio colombiano y sin embargo el país sigue de espalda a ellos”.

¿CON LA CREACIÓN DEL MINISTERIO SE RESUELVEN LOS PROBLEMAS? LOS RETOS

El tema es más complejo que la creación del Ministerio, opina Raimundo Abello, director de Investigaciones de la Universidad del Norte. Para este miembro del Órgano Colegiado de Administración y Decisión (OCAD) de Ciencia, Tecnología e Innovación, la creación de un Ministerio no necesariamente es proporcional a mayores recursos y mayor desarrollo de la actividad científica y tecnológica del país. “Podemos mirar como ejemplo el Ministerio de Cultura. La creación de este no necesariamente trajo más recursos al sector”, expresa.

Las actividades científicas y tecnológicas se han manejado en Colombia, desde 1968, a través de Colciencias, que hoy a juicio de Abello, tiene una estructura jerárquica favorable para desarrollar. El problema es la manera cómo son manejadas las finanzas. “Hoy, por ejemplo, hay una gran cantidad de recursos que todavía no se han podido gastar porque están muy atados a las estructuras departamentales y las personas que están al frente de eso no tienen consciencia de la importancia que tiene la investigación y la formación científica, y esos recursos se han ido quedando ahí.

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Se refiere este investigador a los recursos asignados, desde el 2012, a ciencia, tecnología e innovación, mediante el Sistema General de Regalías. Tales dineros son asignados a través de un presupuesto bienal a los departamentos para que sean ejecutados en proyectos de esta índole, que desde el 2015, deben estar encaminados a unas líneas programáticas concertadas por cada ente territorial. De la asignación 2017-2018, Colciencias informó que quedó un saldo pendiente de $738 mil millones, y estos son dineros que no se pierden. Bolívar, por ejemplo, tiene un saldo por ejecutar de $17 mil millones y le fue estipulado para el nuevo bienio 2019-2020, $99 mil 590 millones.

“Ahora la pregunta es: ¿esa plata la puede usar el Ministerio de Ciencia y Tecnología? En principio uno creería que no porque ese es un fondo de regalías y en ese sistema mandan los gobernadores. Lo que queda es esperar si Colciencias va a desaparecer o cómo se va a incorporar a la estructura del nuevo Ministerio; sobre todo porque recientemente (a finales de 2018) se le dio a Colciencias el poder de manejar directamente ese dinero, pero respetando los retos estratégicos de los departamentos. Ya no serán las Gobernaciones las que hagan las convocatorias para ejecución de proyectos, sino directamente Colciencias y estas serán a nivel nacional, es decir que unos proponentes en Bolívar, por ejemplo, podrán aspirar a ejecutar un proyecto en Cundinamarca”, explicó Abello.

Otro reto lo representa la poca capacidad institucional en temas de laboratorios. Para subsanar esto, Colciencias en este 2019 hará convocatorias, vía regalías, por el orden de $250 mil millones para que las universidades públicas aumenten su competencia investigativa a través de la formación de doctores y la dotación de equipamientos para la investigación de alto impacto.

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Una pregunta más que queda en el aire es: ¿una vez que entré en funcionamiento el Ministerio, quién asume la responsabilidad de lo contratado por Colciencias? Diego Hernández, director de este departamento administrativo, precisa que el país está atento a las recomendaciones que haga la Misión Internacional de Sabios, reunida desde febrero de este año, acerca de la estructura a la que debe responder el nuevo Ministerio.

Alcanzar estándares como el de Corea del Sur conlleva un proceso de largo aliento. “Se requiere tener, además, un muy buen sistema de educación, desde primaria hasta universitaria y una política estatal que apoye la creación de empresas de base tecnológica. Podemos estar hablando de 20 años o más”, comenta Jairo Useche, de la UTB. “Esperamos no tardar los 50 años que tardó Corea, pero sí que vayamos sobre una cresta de crecimiento rápido como lo hicieron ellos”, remata Diego Hernández, de Colciencias.

Lo que tiene claro Colombia, y hacia allá apuntala la puesta en marcha del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, es que la generación de conocimiento y de tecnologías propias le va a asegurar al país la independencia tecnológica y la competencia para imponer condiciones en las negociaciones internacionales, incluso con países desarrollados.

¿Por qué estamos rezagados en investigación?

Jairo Useche, director de Investigaciones de la Universidad Tecnológica de Bolívar, responde:

“Estamos retrasados porque en Colombia no se entiende el para qué y por qué de la importancia de la investigación para generar nuevo conocimiento que permita la fabricación de productos con valores agregados, que apalanquen el desarrollo del país.

“Y no se entiende por tres cosas: primero, erróneamente se piensa que la investigación está muy relacionada con descubrir, por ejemplo, las nuevas partículas fundamentales o construir el cohete que se va para Júpiter, y de eso no se trata necesariamente. Se trata es de generar nuevos conocimientos en cuestiones más aplicables.

“Segundo, se tiene la concepción que hacer investigación no es para nosotros (los colombianos) porque nuestra vocación es agrícola. Que somos un país productor de materia prima. No necesariamente, aquí también se puede hacer investigación importante, siempre y cuando el Estado esté interesado en hacerla.

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“Tres, nos vamos al otro extremo. Se tiene la idea que la investigación debe hacerse para resolver problemas locales. Es decir para qué investigar sobre el átomo si aquí los niños se están muriendo de hambre o el barrio se está inundando, y hay que resolver primero este problema local. Es una forma de verlo. Indudablemente el trabajo de investigación tiene que tratar de ayudar a resolver esos problemas porque es su función social, pero lo que aún no entra en el discurso es esta otra parte: uno hace investigación para generar conocimiento porque el conocimiento vale hoy en día y lo puedo vender no solo en el país, que muy seguramente como la industria en Colombia está basada en extracción no le interesa mucho, pero se puede vender en cualquier parte del mundo, teniendo en cuenta que ya estamos en una economía globalizada. Es ahí donde repuntan las industrias de base tecnológica, soportadas en conocimiento”.

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