¿Algo que todos los cartageneros están de acuerdo en evitar? Pasar en hora pico por la avenida Pedro de Heredia a la altura del mercado de Bazurto, debido al caos vehicular resultante del descontrol de puestos ambulantes, mototaxis parqueadas sobre la carretera y “policías” de tránsito, sin uniforme, chaleco ni carnet, con paletas de “PARE” que se meten a la vía. (Lea: VideoBlog: plan en Usiacurí, el pueblo que enamoró al turismo con su arte)
Más allá de los inconvenientes está ese rasgo humano de normalizar lo malo. Los problemas en una selva de cemento no tardan en volverse parte del paisaje y es esa concepción la que choca al conocer espacios similares a 2.700 kilómetros de distancia. Desconcierto total con olor a chile y con mariachis de fondo.
Desconcierto en CDMX
La tierra de los chilangos, como son conocidos los habitantes de la capital de México, antes Distrito Federal, tiene todos los ingredientes para ser una urbe caótica. El mismo Salvador Dalí lo dijo: “De ninguna manera volveré ahí. No soporto estar en una sociedad más surrealista que mis pinturas”. 1.490 kilómetros cuadrados y una población que fácilmente puede llegar a los 10 millones de personas, frente al millón que habita en Cartagena, la hacen un coctel que en la carta parecería difícil de digerir.
Pero ya en la mesa, ese coctel, picante en todas las ocasiones pero sabroso, es una ciudad organizada con muchas alternativas de transporte público, una oferta culinaria para todos los bolsillos, y plazas, monumentos, parques y palacios que recuerdan las épocas prehispánicas, coloniales y contemporáneas, que encandilan al turista.
Mercar por los tianguis
Uno de mis principales deseos era recorrer los tianguis, del náhuatl tiyānquiztli, o sea: mercado, son mercadillos de pulgas que han existido en Mesoamérica desde la época prehispánica. ¿Advertencia de internet? No utilizar el celular a la vista de un ladronzuelo, cuidar la billetera de los carteristas y espantar el aura de turista. Sin embargo, en ningún momento sentí el peligro en mi nuca y sí muchos rostros amables a los que mi acento les dibujaba sonrisas. Ya lo dijo el escritor William S. Burroughs a su colega, el también autor, Jack Kerouac: “No te preocupes: los mexicanos solo matan a sus amigos”.
En los tianguis se puede encontrar de todo, incluso aquello que no sabías que estabas buscando. Estos bazares ambulantes, además de su renglón comercial, son una feria cultural de los elementos y costumbres que hacen mágico a México. Son microuniversos, llenos de recovecos con olor a taco guisado caliente, mejores que los de restaurantes famosos, y laberintos de telas coloridas, donde se consiguen artesanías a buen precio, libros publicados antes que naciera Luis Miguel, antigüedades extraordinarias y muchas frutas y verduras autóctonas.
Desconcierta, además, lo organizados que son estos mercados irreverentes con relación a su ubicación, que no interrumpe el tráfico ni la jornada de nadie, su limpieza y eso intangible que te hace sentir que estás bailando con otra cultura. Abren un día a la semana en distintas partes de la Ciudad de México y hay hasta un mapa interactivo con sus horarios y lugares de localización.
Los más icónicos
Entre los más representativos, están el tianguis cultural del Chopo, en Cuauhtémoc, es reconocido por recibir a 6 mil personas todos los sábados... van a buscar artículos relacionados con el rock, el metal y la contracultura. Se le conoce como la “capital del rock”.
Otro también muy conocido es el de la Lagunilla, en el Centro, en el que cacé libros de segunda mano y quedé maravillado por la ropa militar, los sombreros y los adornos antiguos que allí se venden todos los domingos.
En las Pacas de Pino Suárez, en la colonia Tránsito, los chilangos abastecen sus armarios con respecto a su personalidad pues en este tianguis lo que sobra es ropa rara, fuera de temporada, con minúsculos desperfectos o de la que mejor no se pregunta su origen. Es la paca de pacas, y ahora con todo el tema de la sostenibilidad ha recobrado furor y hay prendas más baratas que una chela.
Para los amantes de lo esotérico y los recuerdos, que al más cristiano de la casa le harían fruncir el ceño, está el tianguis de la Portales, en la calle Rumania.
El más grande
Parece una Gran Muralla china, pero amarilla por el color de las carpas, visto desde arriba. Ese es el tianguis de la San Felipe de Jesús, en la avenida Dolores Hidalgo. Es el más grande del continente, por lo que es imposible recorrerlo en un día, y parece una república independiente donde lo que no hay a la vista te lo consiguen. Huele a comida y es por eso que es obligado ensuciarse los dedos con las quesadillas, los tacos y los esquites. Hace 40 años nació como un mercadillo de herramientas con 17 puestos y ahora alberga 30 mil vendedores en sus cerca de siete kilómetros de extensión.
Tianguis de la San Felipe de Jesús.
Cada domingo recibe a más de 500 mil personas, media Cartagena, y desde hace un tiempo el Gobierno trazó todo un plan de reubicación de puestos para permitir el paso de vehículos y peatones por la zona. Disminuyeron 10 centímetros cada metro de longitud de los puestos, para liberar 3 mil kilómetros y reubicar a los vendedores que obstruían las vías, además de realizar un padrón con todos los vendedores del lugar. Sí se puede, Bazurto. O ¿Cartagena?
El mercado de La Ciudadela es una buena opción para los que no se adentran mucho en una ciudad. Está especializado en artesanías representativas de todo México, con precios módicos al ser elaboradas a mano por los mismos vendedores.
Allí compré un arnés y una correa para mi perro con los colores indígenas. Está ubicado a poca distancia del centro histórico.
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