El padre Javier Eduardo González Pertuz no pasó sus últimos minutos en un templo, ni en el Seminario Misionero San José, donde era formador, sino en un bar con otro hombre: con su asesino.
El sacerdote católico, que era cordobés pero ejercía su profesión en Medellín, fue abandonado por su acompañante en un bar del sector Los Laureles y poco a poco han ido conociéndose más detalles de su muerte, ocurrida el sábado 4 de febrero. Lea aquí: Se revelan detalles de la muerte de sacerdote en bar de Medellín
Salió a ver el partido
Lo último que supieron el viernes del padre Javier fue que había salido del Seminario para ver el partido futbolístico que enfrentaría a Colombia con Paraguay en el Suramericano Sub 20.
Ya en la madrugada del sábado, a eso de la una, el presbítero llegó a un bar acompañado de otro hombre. De acuerdo con las declaraciones del administrador del lugar a la Policía, el cura llegó con este hombre, ambos se sentaron en una mesa del fondo del establecimiento, bebieron licor y el acompañante salió alrededor de una hora después, dejando al padre Javier “dormido” sobre la mesa.
El acompañante tomó el reloj, la billetera y el celular del sacerdote y se fue del lugar. El administrador creyó que Javier estaba dormido por la borrachera y solo hasta el momento de cerrar intentó despertarlo.
El coctel de la muerte, la bebida que habría envenenado al sacerdote, contenía escopolamina.
La escopolamina, conocida también como burundanga, es un alcaloide natural obtenido de la semilla del borrachero o cacao sabanero. Desafortunadamente, se conoce esta sustancia porque suele ser utilizada para inhibir la voluntad de una persona. Lea además: Masacre en Soledad: sicarios asesinan a 3 hombres y hieren a otros tres
Las autoridades examinan más de diez horas de grabaciones de cámaras de seguridad para identificar al homicida, un hombre que tendría entre 35 y 45 años, y, por supuesto, judicializarlo.
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